Por qué el prófugo más buscado del país se refugió en Varela

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En el mundo del hampa se lo conocía como “Aceite” o “Aceituna”, pero en el documento figuraba su nombre real: Alberto Manuel Freijo (41). Dueño de un frondoso prontuario delictivo que engrosaba varios expedientes judiciales, después del crimen del cajero del Banco Nación de Isidro Casanova, fue el único de la banda que pudo mantenerse prófugo durante 714 días. Y gran parte de ello fue escondido en el barrio Santa Rosa de Florencio Varela, precisamente una casa de Finlandia al 1.300.

Los vecinos dicen que hacía una vida normal y que no lo conocían demasiado. “Era de poco hablar”, dijo uno de ellos sorprendido todavía por la balacera y la conmoción mediática del tema. Los que lo ubicaron señalan que se había teñido de rubio y estaba armado hasta los dientes.

El martes, poco antes del arresto, de los tiros y de la muerte del homicida por el que se ofrecía una recompensa de 5 millones de pesos, dos agentes de la Dirección Contra el Crimen Organizado Policía Bonaerense disfrazados de operarios eran los encargados de vigilar la casa en Florencio Varela. El dato era preciso, uno de los asesinos más buscados por la Justicia, estaba allí escondido. Por eso, se sentaron a esperar frente al domicilio marcado: simulaban hacer tiempo antes de regresar a sus tareas.

A pocos metros de los agentes encubiertos y vestidos con overol, un grupo táctico de la fuerza especial de la Bonaerense, UTOI, aguardaba en el interior de una camioneta estacionada la señal para arrestar al hombre que había pasado 714 días prófugo de la Justicia por el crimen del cajero Germán Chávez, ocurrido durante un asalto en enero de 2020 en la sucursal de Isidro Casanova del Banco Nación.

Fue en ese contexto que “Aceite”, de 41 años y con un frondoso curriculum delictivo, apareció en escena. Llevaba una mochila al hombro. No lucía como en las fotos donde se lo buscaba: se había teñido de rubio para pasar desapercibido, pero era él. En ese momento, los efectivos dieron la señal y fueron a atraparlo.

Freijo, acorralado, tomó su pistola Bersa Thunder calibre 9 milímetros y disparó. Fue el comienzo de un enfrentamiento con los policías que concluyó con “Aceite” malherido: le dieron cinco balazos. Trasladado el hospital El Cruce, de Florencio Varela, esta mañana el prófugo murió.

“Estaba jugado”, reconoció un detective del caso. Al verse cercado, cargó con fuego y recibió los impactos de bala que terminaron con su vida. Entre sus pertenencias, encontraron una vieja ametralladora Halcón calibre 9 milímetros, un chaleco de transporte que decía “Policía”, una gorra y una porta credencial con la insignia de la Bonaerense. También un juego de esposas, dinero en efectivo y documentación.

Freijo era un veterano en el mundo del hampa. Hay registros de su recorrido delictivo desde que era menor de edad. Oriundo de un barrio de La Tablada, del barrio Villegas, ahí se ganó su apodo: sus padres eran vendedores de aceite en el lugar.

Freijo tenía antecedentes por robo a mano armada en el Juzgado de Garantías N°6 de La Matanza, causas en la Capital Federal desde 1999 -cuando era menor de edad-, luego un procesamiento por atentado a la autoridad agravado por el uso de arma que llegó a la Sala II de la Cámara Federal de San Martín. En agosto de 2013, el Ministerio de Seguridad de la Nación colgó sobre su cabeza una recompensa de medio millón de pesos cuando se fugó del penal de Ezeiza, y a través de un boquete, junto a una banda de otros doce criminales ultra violentos.

Lo recapturaron en enero de 2014. La DDI de La Matanza lo encontró con medio kilo de cocaína encima en un operativo antidrogas. El 10 de mayo de 2016, de acuerdo a registros carcelarios, Freijo salió de la cárcel de Devoto, un hombre libre.

Hasta que a las 10.06 de aquel 31 de enero una cámara de seguridad captó la secuencia clave en la sucursal de Isidro Casanova del Banco Nación. En ese momento, Germán Chávez Torrez se abalanzó sobre Norberto “Luter” Salinas, el líder de la banda y cómplice de “Aceite”, cuando se agachó porque se la habían caído un puñado de billetes. Jugador de eSports, bajista de una banda de heavy metal, el cajero intentó impedir el robo. “Aceite”, en ese momento, apuntó y apretó el gatillo, pero la bala no salió. La pistola tenía puesto el pestillo de seguridad. Incrédulo por la falla, la solucionó y disparó de nuevo.

La primera bala fue directo a la rodilla de “Luter”. La segunda, en dirección al abdomen de Chávez, quien cayó al piso. Murió en el acto. Mientras, Salinas se arrastraba por el piso para escapar, “Aceite”, apurado, vaciaba las cajas y colocaba los fajos de dinero en una bolsa de basura. Luego, levantó a “Luter” y lo llevó hasta la puerta del banco, donde los esperaban otros dos miembros de la banda que cuidaban que nadie ingresara a la sucursal con ametralladoras y la clientela tirada en el piso.

El “chofer” los esperaba como estaba pactado. “Alto policía”, se escuchó de pronto. Era un agente de la Federal­, quien se encontraba en el interior del banco vestido de civil. Intercambiaron disparos mientras llegaban al coche, lanzaron a “Luter” en el asiento trasero y se subieron al Renault Fluence. Uno de los integrantes sacó la ametralladora y disparó contra el policía que se tiró al piso. Aceleraron y escaparon.

Tras el brutal robo, el resto de la banda cayó en los días posteriores, salvo “Aceite”, quien después de 714 días fue detenido tras tirotearse con la Policía. Pocas horas después de su captura, murió en la cama de un hospital y sin enfrentar a la Justicia.

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