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Nuevos testimonios en juicio contra represores del Pozo de Quilmes, Banfield y El Infierno

Gervasio Antonio Díaz, hijo de Guillermo Díaz Nieto, desaparecido durante la última dictadura militar, declaró en el juicio contra 17 represores y aseguró que no se presentó ante el tribunal «a exigir justicia sino a decir que los genocidas no pudieron matar la memoria, la conciencia y la lucha de nuestros padres».
Díaz y su madre declararon ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que juzga a 17 represores, entre ellos a Miguel Etchecolatz, por delitos por los secuestros, torturas y crímenes cometidos en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y El Infierno, durante la última dictadura militar.
«A los genocidas no les pido nada, tuvieron su tiempo para contar y decir dónde están nuestros padres, qué hicieron con sus cuerpos y dónde están nuestros hermanos y hermanas que están vivos y tienen cambiada la identidad; y si estoy en este lugar es porque hubo quienes me protegieron para que no cayera en manos de estos esbirros», aseguró Díaz.
El hombre de 49 años sufrió no solo el secuestro y desaparición de su padre; sino también el secuestro de su madre Haydee Lampugnani, quien sufrió torturas en diversos centros clandestinos de detención, entre ellos El Infierno, que funcionó en la Brigada de Investigaciones de Lanús.
El TOF 1 oyó primero a la madre de Díaz, Haydee Lampugnani, quien relató el secuestro de su esposo ocurrido en febrero de 1975, en Tucumán, y cómo debió mudarse a La Plata para proteger a sus dos hijos, Rafael de 4 años y medio y Gervasio, de 3 años y medio.
Ya en la capital bonaerense, vino a visitarlos el abuelo paterno de los niños, quien también fue secuestrado cuando tomaba un café junto a Juan Domingo Plaza, sobrino del en ese entonces monseñor de La Plata, Antonio Plaza.
Asustada, la mujer se mudó con los niños a casa de una amiga y el 5 de octubre de 1976, salió de esa vivienda en el centro platense junto a una amiga y fue secuestrada, iniciando un periplo por varios centros clandestinos de detención donde sufrió torturas y malos tratos de todo tipo hasta que fue legalizada en 1978 en la cárcel de Devoto.
La mujer estuvo en el Destacamento de Arana, en el centro conocido como El Vesubio, donde pasó 22 días sin comer, solo ingiriendo agua, tras lo cual la trasladaron a El Infierno.
«Ustedes le dicen El Infierno, yo lo nombré como lo que era: la Brigada de Lanús, para que se sepa lo que es. Ahí tampoco nos daban de comer, teníamos que hacer pis en el intersticio de la puerta ya que no podíamos mojar la celda donde debíamos tirarnos a dormir», recordó.
Tras ser trasladada a centros clandestinos de Córdoba, la mujer finalmente fue legalizada y alojada en la cárcel de Devoto donde ingresó con apenas 38 kilos de peso y recién en febrero de 1978 pudo ver nuevamente a sus hijos, a quienes no veía desde su secuestro, según relató..
Luego de su declaración, se oyó a Gervasio Díaz, quien destacó los padecimientos a raíz de la desaparición de su padre y el secuestro y torturas de su madre.
«Fueron muchos años de terror y angustia por la vida misma; después muchos años de silencio, de no poder contar lo vivido y después muchos años de impunidad hasta llegar a este momento donde no vine a exigir justicia», dijo con voz clara el hombre de 49 años.
En ese marco, insistió: «No vengo a pedir justicia, los momentos de justicia fueron los momentos de movilización, de justicia popular, de escraches públicos a estos genocidas, el encontrarlos en un lugar y gritarles ´asesino´ en la cara. Esos fueron los únicos momentos de justicia».
«Me hubiera gustado acompañar a mi mamá, a mis 4 o 5 años, a un juicio para saber qué hicieron con mi papá y con mi mamá», reflexionó.
«Vine a decir que desparecieron a m viejo, torturaron a mi vieja pero no pudieron llegar a cambiar la conciencia, matar la memoria, la lucha y los sueños de ellos (los detenidos desaparecidos)», añadió en su relato.
«Los genocidas hicieron muchas cosas, se llevaron los cuerpos de nuestros padres, nunca dijeron dónde están, pero no se llevaron la conciencia y vengo a dejar claro que no pudieron cumplir con eso porque acá estamos para contar quiénes fueron nuestros padres, qué les pasó y por que les pasó, no vengo por justicia», ratificó.
Luego, Díaz expuso: «Si hago un balance de mis 49 años vengo a este juicio después de tantos años, con genocidas que siguen teniendo privilegios y poder porque el poder que tienen generó a desaparición de Jorge Julio López», en alusión al albañil sobreviviente de la dictadura desaparecido en septiembre de 2006 tras declarar contra Etchecolatz.
«Vengo a agradecer a esta generación que nos dejó un camino a seguir, rendirles un homenaje. La mejor herencia que puedo dejarles a mis dos hijos es la memoria y la lucha de mis padres. Ojalá sientan la angustia que ellos sintieron, que yo sentí al ver situaciones de maltrato y derechos vulnerados», concluyó.
El TOF 1, integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, juzga por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes al ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; al exdirector de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el exmédico policial Jorge Antonio Berges y a los imputados Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale.
También juzga a Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti.
Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro conocido como «El Infierno» también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.
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