Robo de cables y tráfico de cobre: De Varela a la luna

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Una investigación de la Policía Federal alertó que el botín suele tener destino internacional e, incluso, que termina como insumo en empresas de tecnología aeroespacial.

En cualquier barrio, incluso en el centro comercial de Florencio Varela, se pueden observar madejas de cables que cuelgan en el cielo sin apego a las normas establecidas y muy lejos de la estética urbana.  Son una mezcla del tendido de luz, teléfono, televisión e internet y se han convertido en el principal proveedor de un verdadero mercado ilegal que en medio de la pandemia por coronavirus volvió a cotizar en alza: el robo de cables para la venta de cobre.

Días atrás, el video de una cámara domiciliaria dejó ver en claro la facilidad con la que ocurren estos hechos delictivos. En pleno centro de Florencio Varela, un hombre con una sierra, logró descolgar 14 metros de cable en la esquina de Parrillo y Bocuzzi. Esta vez fue detenido por la acción vecinal. Hechos como estos se registran todos los días. Y deja incomunicados a barrios enteros o sin servicio de energía eléctrica o internet.

Pero pocos son los que saben que el metal sustraído de los tendidos de los barrios puede llegar muy lejos. Una investigación de la Policía Federal advirtió que el botín suele tener destino internacional e, incluso, que termina como insumo en empresas de tecnología aeroespacial.

Una modalidad que viene de años

Claro que no es una modalidad propia de Florencio Varela. Y tampoco nueva, muchos asocian a las economías ilegales que crecen en épocas de crisis social. En una edición de Infosur del año 2004 se dio cuenta de que el país exportaba más cobre de lo que producía. Fue durante una tremenda ola de robo de cables que dejaba incomunicados y sin energía eléctrica a una amplia zona de las barriadas varelenses. Aquella escena vuelve a repetirse en estos días, con la diferencia de la pandemia que obliga a muchas actividades a través de la comunicación tecnológica que se basa en esos cableríos.

Prácticamente a diario se producen sustracciones de secciones del tendido en las calles, según informa regularmente la Estación de Policía de Florencio Varela. Unos días atrás, tres jóvenes fueron detenidos acusados de robar cables en la esquina de Alta Gracia y San Rafael, en Bosques. Llevaban un rollo recién cortado con un cuchillo tramontina. Así de fácil es el primer eslabón de la venta de cobre.

En El Pato están sin teléfono ni Internet

Por estas horas, unos 2000 usuarios de teléfono e internet padecen el corte constante de esos servicios en la zona de ruta 36 y calle 404, en El Pato, límite entre Berazategui y La Plata, donde hace tiempo se sucede el robo de cables y otros elementos que son luego vendido en el mercado negro de la chatarra. Los damnificados son usuarios del servicio que presta la Cooperativa Tres Límites, se indicó.

La última vez, a mediados de la semana que pasó, los daños causados llevaron dos días de suspensión de los servicios hasta poder reparar las conexiones cortadas y todo lo destruido para robarse el cobre y otros elementos de valor.

La situación fue calificada como «desesperante» y la inacción policial es una de las razones de las quejas de los responsables de la cooperativa y de los usuarios que, dijeron «vemos como nadie hace nada, nadie va a los lugares donde compran el cobre y los cables robados».

La presidenta de la cooperativa, Lily Figozzi, dijo que prestan servicios a usuarios de La Plata, Florencio Varela y Berazategui y que decidieron hacer «un llamado de auxilio porque desde enero del 2020 ya sumamos 70 robos al plantel telefónico dejando sin servicios a miles de usuarios a familias, escuelas, comercios. No se puede sostener el servicio ante semejante pérdida, la situación es desesperante», aseguró.

La titular de Tres Límites dijo que «se hicieron todas las denuncias que corresponden, pero no hay respuesta. Estamos desesperados»

Coronavirus y crisis

Por su parte, el Ente Nacional de Comunicaciones aporta otro dato en sus comunicaciones: durante el año pasado, marcado por la crisis sanitaria por el Covid-19, estos atracos se duplicaron, dejando sin servicio a barrios enteros. Desde la empresa de energía también se advirtió sobre un crecimiento en este tipo de delitos. Y ni que hablar de la empresa de televisión por cable e internet.

Sin lugar a dudas, este tipo de robos se transformó en un dolor de cabeza para las empresas y para los clientes. Las primeras acusan pérdidas constantes, los segundos padecen la falta de servicio. Los casos más usuales están relacionados con la sustracción de los cables del tendido urbano, los cables que se extienden entre poste y poste. Pero también hay golpes más audaces que terminaron también con transformadores y pérdidas de tendidos de media tensión.

El cobre es un metal casi precioso para la industria: maleable, versátil, durable, antimicrobiano, reciclable y excelente conductor de la electricidad. En la industria se lo utiliza en la producción de motores, en los sistemas eléctricos, de refrigeración y en aparatología médica. Últimamente, los tubos de cobre se utilizan también en la instalación de acondicionadores de aire.

Durante el año pasado, el precio del cobre subió un 25 por ciento, de acuerdo a publicaciones relacionadas con la industria metalúrgica. Internacionalmente cotiza 7.800 dólares por tonelada. En los corralones que crecen sobre los márgenes de la ciudad, que compran metales, el cobre se paga 600 pesos el kilo.

Apuntan a las chatarrerías

La mayoría de estas chatarrerías son negocios legales que cuentan con habilitación y fiscalización municipal. Hace cuatro años, se obligó a estos comercios a reempadronarse, incrementándose sus requisitos para los permisos de funcionamiento.

En los barrios de la ciudad se conoce que la venta de cobre es una manera relativamente sencilla de hacerse de algunos pesos. Es más, marcan claramente los espacios donde un humo espeso delata cada tanto la presencia de rollos de cables incendiados para separar las vainas de plástico que lo contienen y hacerse con el preciado metal.

En ese precario circuito de depósitos o corralones, señalan, es donde generalmente el cobre obtenido de la sustracción de cables de telefonía o electricidad entra en el circuito legal. «Cuando el cobre entra en la chatarrera, se legaliza y se transforma en una materia prima que se legaliza en el circuito blanco», explican los que saben del tema.

Según advierte, a estas chatarreras no ingresan los rollos de cable, sino los hilos dorados que quedan después de quemar las vainas en las inmediaciones de algún descampado. Los dueños de los desarmaderos compran estos materiales, los acopian y los venden a las fundiciones.

Allanamientos por robo de cables

Los investigadores coinciden en que para reducir la incidencia de este delito no alcanza con detener a quienes se suben a los postes a cortar el cableado. A mediados de mes se ordenaron dos procedimientos en viviendas particulares donde se acopiaban cables. Sin embargo, admiten, «nunca llegamos al lugar donde se todo ese material se funde en lingotes de cobre».

Pero quizás el golpe más certero a este tipo de organizaciones fue el que ocurrió a fines de agosto del 2019 cuando la Policía Federal anunció la detención de ocho personas que integraban una banda destinada a robar cables de los tendidos públicos en Buenos Aires y en el sur de la provincia de Santa Fe.

Los pesquisas denominaron al grupo como la banda de «Los Topos» ya que sustraían los cables subterráneos de empresas de telefonía. De acuerdo a la investigación, se estacionaban en las esquinas simulando ser una cuadrilla de reparaciones eléctricas y utilizaban camiones y camionetas con un sistema mecánico que enrollaba los cables. Luego, los vendían en distintos locales del rubro metalúrgico en Buenos Aires y Rosario.

Según la investigación, el metal era comercializado en el mercado negro internacional y destinado a la tecnología aeroespacial debido a la alta pureza del cobre.

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