Pasaron más de dos décadas de reclamos, abrazos colectivos, pedidos en voz alta y silencios dolorosos. Pero el sábado 29 de junio de 2025, el Barrio Paraná de Florencio Varela vivió una jornada histórica: la calles 1.329 fue rebautizada con el nombre de Andrea Viera, jóven víctima de violencia institucional cuyo recuerdo late fuerte en la memoria local.
La emoción atravesó a vecinos, familiares, organizaciones y referentes de derechos humanos que se acercaron al acto cargado de símbolos, pancartas y abrazos. Fue un homenaje, pero también una consigna política: “Basta de matar a nuestros jóvenes”, se leyó en los carteles, en las palabras y en el aire.
Un homenaje que nace de la resistencia
Andrea no murió por accidente. Según se recordó durante la ceremonia, fue víctima de “golpes, torturas y asesinato en manos de violentos uniformados”. Durante años, su nombre habitó los pasillos de la memoria colectiva, los barrios, los murales, las marchas y las causas judiciales que reclaman justicia.
Ahora, también está en el trazado urbano. Una calle de tierra en Florencio Varela lleva su identidad, como faro de memoria viva.
“Este logro no es individual. Es de la comunidad. Es de quienes no dejaron de nombrarlas nunca”, expresaron desde la organización del acto.
Un barrio que no olvida
La jornada fue un acto de resistencia pacífica. Desde la organización se agradeció a “cada una/o que puso su empeño para lograr esto”. Porque detrás de cada cartel callejero hay una historia de militancia, de compromiso, de memoria activa. El cambio de nombres no es sólo un trámite municipal, es un acto de justicia simbólica.
“Queremos más Memoria, Verdad y Justicia”, dijeron los organizadores, en un mensaje que se replicó en los discursos, los abrazos y los carteles improvisados por niños del barrio.
Andrea y Judith, presentes
Además de Andrea Viera, a otra calle también se le impuso el nombre de Judith Giménez, víctima de violencia insitucional. Cada vez que alguien camine por esas calles, leerá sus nombres. No como víctimas anónimas, sino como símbolos de una lucha que no se rinde. La señalización no borra el dolor, pero lo transforma en memoria visible, en homenaje permanente, en llamado a la conciencia.
Florencio Varela se sumó así a las localidades del conurbano bonaerense que comienzan a transformar el espacio público en espacios de memoria. En tiempos donde los discursos negacionistas ganan volumen, el gesto del Barrio Paraná es una respuesta clara: acá no se olvida.