El escándalo de la nafta incendia a la policía de Varela

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En las calles de Florencio Varela, el rugido de los patrulleros policiales resuena poco. Las populosas barriadas suelen pedir a gritos que aumenten la presencia policial ante una ola de inseguridad que pone en jaque. Pero detrás de la ausencia de móviles, un escándalo de proporciones sísmicas amenaza con sacudir los mismos cimientos de la seguridad local.

Una investigación que lleva adelante la Auditoría de Asuntos Internos de la propia Policía Bonaerense destapó lo que podría ser uno de los mayores casos de corrupción en la historia reciente de la Policía Bonaerense en nuestra ciudad. Y que no es nuevo.

El Comando de Patrullas de Florencio Varela, otrora símbolo de protección ciudadana, se encuentra hoy en el ojo del huracán. Tres procedimientos en lo que va del año, el último a fines de junio, puso al descubierto un entramado de presunta corrupción que involucra millones de pesos en combustible fantasma.

«Es como si los patrulleros funcionaran con agua», comenta irónicamente una fuente cercana a la investigación que prefiere mantener el anonimato. «Los números no cierran por ningún lado».

Cómo pasan la gorra

El modus operandi, según las denuncias que llegaron a la Auditoría de Asuntos Internos de la Policía Bonaerense, es tan simple como efectivo. Los móviles policiales cargan combustible en estaciones de servicio municipales, lo que justifica el movimiento del kilometraje. Sin embargo, al mismo tiempo, se pasan las tarjetas de combustible del Ministerio de Seguridad por montos astronómicos en una estación de servicio particular situada en Zeballos.

«Estamos hablando de facturas mensuales que rondan los 7 millones de pesos», revela nuestra fuente. «Pero la mayor parte de ese combustible nunca llega a los tanques de los patrulleros».

El caso guarda inquietantes similitudes con la investigación que mantiene tras las rejas al comisario Centurión, acusado en el trágico crimen de Lautaro Morello y la desaparición de Lucas Escalante. En aquella ocasión, el cañón de vales de nafta se utilizó como señal para el crimen. Hoy, en Florencio Varela, parece ser la piedra angular de un desfalco millonario.

«Sólo cargan algunos bidones que tienen en la base del comando por si algún móvil se queda tirado sin combustible», explica otro informante. «El resto… bueno, es fácil imaginar dónde termina».

Las policía en el ojo de la tormenta

La estación de servicio en cuestión, ubicada en Zeballos y muy conocida en la zona, se encuentra ahora bajo la lupa de los investigadores. ¿Cómplice o víctima de un elaborado engaño? Las próximas semanas serán cruciales para determinar su rol en este entramado.

Mientras tanto, en las calles de Florencio Varela, los vecinos observan con creciente preocupación el ir y venir de los patrulleros. «¿Cómo confiar en quiénes deben protegernos si ni siquiera podemos estar seguros de que tienen combustible para hacerlo?», se pregunta María, una vecina del barrio La Sirena.

El caso llegó a oídos de las más altas esferas del gobierno provincial. Fuentes cercanas al Ministerio de Seguridad aseguran que se están tomando «medidas drásticas» para llegar al fondo del asunto. «No se descarta una purga completa del Comando de Patrullas si las acusaciones se prueban ciertas», advierten.

La sombra de la corrupción no es nueva en las fuerzas de seguridad, pero la magnitud y el descaro de este presunto esquema dejan atónitos incluso a los más experimentados investigadores. «Es como si hubieran perfeccionado el arte del robo institucionalizado», comenta un veterano oficial de la Bonaerense, visiblemente indignado.

Mientras la investigación avanza, surgen más preguntas que respuestas. ¿Hasta dónde llegan las ramificaciones de este escándalo? ¿Quiénes son los verdaderos beneficiarios de estos millones evaporados en combustible fantasma? Y quizás lo más importante: ¿cómo impactará esto en la ya frágil confianza de la ciudadanía en sus fuerzas de seguridad?

En Florencio Varela, el olor a nafta ya no es solo el de los vehículos en marcha. ¿El aroma acre de un escándalo que amenaza con consumir la probabilidad de toda una institución? Mientras tanto, los patrulleros siguen su ronda, dejando tras de sí una estela de dudas y el eco de una pregunta que resuena en cada esquina: ¿Quién vigila a los vigilantes?

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