Brutal represión en Quilmes

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En una tarde que prometía ser como cualquier otra en Quilmes, el cruce de Iriarte y Toledo se convirtió en el escenario de un drama que parece sacado de una película distópica. Lo que comenzó como una protesta pacífica de vecinos hartos de la falta de energía eléctrica, terminó en un violento enfrentamiento que dejó a la comunidad conmocionada y con más preguntas que respuestas.

El reloj marcaba las 16:00 cuando un grupo de residentes, cansados ​​de esperar soluciones tras más de seis horas sin luz debido a un cable incendiado, decidió hacer oír su voz. Lo que no sabían es que su reclamo se convertiría en la chispa que encendería un polvorín de tensiones acumuladas.

Karina, una vecina cuya voz temblaba al narrar los acontecimientos, nos transportaba al momento en que todo se descontroló: «Fue como si de repente estuviéramos en una zona de guerra. La policía llegó y, sin mediar palabra, comenzó a disparar. Vi con mis propios ojos cómo una niña con autismo caía víctima de un balazo de goma. ¿En qué mundo vivimos donde nuestros hijos no están a salvo ni siquiera en una protesta pacífica?»

Así fue la represión en Quilmes

El comisario mayor Eduardo Arancibia, jefe de la Estación de Policía Quilmes, ofrece una versión diferente de los hechos. Según él, lo que los vecinos describieron como una lluvia de balas de goma, no fueron más que «cartuchos de estruendo». Sus palabras, lejos de calmar los ánimos, solo añaden leña al fuego de la indignación vecinal.

«Entraron a casas de gente que no tenía nada que ver», continúa Karina, pintando una imagen de caos y abuso de autoridad que hace eco de los peores temores casi como su fuera el polémico «protocolo Bullrich» pero en zona de Mayra Mendoza. «Le pegaron a un vecino que estaba dentro de su casa, simplemente mirando. ¿Es este el precio que debemos pagar por reclamar nuestros derechos básicos?»

Mientras las autoridades insisten en que el suministro eléctrico ya había sido restaurado al momento del desalojo, los vecinos cuentan una historia diferente. Una historia de frustración, de sentirse ignorados y, finalmente, atacados por aquellos que deberían protegerlos.

Al caer la noche en Quilmes, el saldo es desolador: un detenido, múltiples heridos, y una comunidad dividida entre el miedo y la indignación. Las luces pueden haber regresado a las casas, pero las sombras de lo ocurrido persistirán por mucho tiempo en la memoria colectiva del barrio.

Este incidente no solo pone de manifiesto la tensión creciente entre las fuerzas de seguridad y la ciudadanía, sino que también plantea serias preguntas sobre los métodos empleados para manejar las protestas sociales. En un momento en que el país busca equilibrio y justicia, escenas como las vividas en Quilmes nos recuerdan cuán frágil puede ser la paz social cuando el diálogo es reemplazado por la fuerza bruta.

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