A 40 años de la desaparición de Rodolfo Walsh

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Escritor, traductor, periodista, intelectual y militante, nombre clave para comprender la relación entre literatura y política en la Argentina, Rodolfo Walsh es revisitado por una serie de autores que analizan su obra, pensamiento y compromiso a 40 años de su asesinato por parte de la última dictadura militar.

«Walsh era capaz de escribir en todos los registros de la lengua y su prosa es uno de los grandes momentos de la literatura argentina contemporánea», escribió Ricardo Piglia en el prólogo a la edición de sus «Cuentos completos», publicado por Ediciones de la Flor en 2013.

En ese texto, Piglia señala que «frente a la buena conciencia progresista de las novelas ‘sociales’, que reflejan la realidad y ficcionalizan las efemérides políticas, Walsh levantaba la verdad cruda de los hechos, el documento, la denuncia directa y a la vez cuestionaba, en la circulación inmediata de sus investigaciones, el formato libro y por tanto el mercado literario».

Walsh (Choele Choel, Río Negro, 1927) fue autor de la emblemática investigación «Operación Masacre», considerada la primera obra de no ficción -de la que este año se cumplen 60 años de su publicación-, donde narra a la manera de una novela policial los fusilamientos ilegales de un grupo de prisioneros peronistas el 9 de junio de 1956 en José León Suárez por parte de la Revolución Libertadora.

Autor de grandes cuentos en la tradición del género policial y relatos breves ligados a la prosa de Jorge Luis Borges, Walsh estuvo cerca de consagrarse como un gran escritor de su tiempo pero, frente a las injusticias que le tocó ver, decidió usar sus capacidades como narrador para la escritura política, y se convirtió también en un militante de la palabra.

A partir de esa decisión, su vida cambió para siempre: en 1959 fue parte de la creación de la Agencia de Noticias Prensa Latina en Cuba, donde puso en evidencia los planes de la CIA para invadir la isla; dirigió el semanario de la CGT; militó en el Peronismo de Base; fue parte de la organización Montoneros; y, junto con Paco Urondo, fundó el diario Noticias.

Durante la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976 creó la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), donde escribió y difundió el célebre texto que dice: «El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información.»
Al cumplirse un año de la dictadura, escribió desde la clandestinidad su famosa «Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar», donde desnudó con precisión el plan económico, terrorista y criminal de los militares encabezados por Jorge Rafael Videla. Un día después fue secuestrado por un grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Su cuerpo nunca fue encontrado.

Lucidez, compromiso, creatividad y pasión por la verdad se condensan en la figura de Rodolfo Walsh, un autor único atravesado por la violencia de la historia argentina que, a pesar de su desaparición física, sigue latiendo como un fuego imposible de apagar.

Ricardo Ragendorfer, María Pía López, Daniel Link, Martín Caparrós y Juan Mattio hablaron con Télam sobre la obra, vida, influencia y legado del escritor que abrió nuevos caminos en los modos de pensar la tensión entre literatura y política, clave en la historia argentina.
«Me atrevería a decir que su cuento ‘Esa mujer’ es -junto con ‘El Aleph’, de Borges- uno de los mejores textos de la literatura argentina», sostuvo el periodista Ricardo Ragendorfer. Y señala dos aspectos que definen al escritor: «por un lado está la singularidad de su obra. Por otro, la solidez con la que sobrellevó hasta el final su condición de intelectual orgánico de una causa política».

«Y a eso también hay que sumar la influencia de su pensamiento en el campo popular. Claro que tipos como Haroldo Conti, Paco Urondo, Raymundo Gleyzer y Héctor Oesterheld, entre otros, no fueron menos valiosos. Pero, por alguna extraña razón, todos ellos terminaron cristalizados en la figura de Walsh», apuntó el autor de «Los doblados».

Y consideró también que «su influencia está más en la literatura que en el periodismo. Basta leer los diarios o prender la tele para darse cuenta de ello. Pienso que su ausencia es una tragedia por razones fácticas. Dado que la mitomanía se ha convertido en una política de Estado, no estaría mal revalorizar su figura. Pero no solo por el aniversario de su muerte, sino por sus enseñanzas en el campo de la contrainformación».

Para la socióloga María Pía López, «sus investigaciones son absolutamente nuevas e ineludibles. En ese contexto es que hay que pensar que sus excepcionales cuentos quedan en un segundo plano. David Viñas decía que Walsh era el gran cuentista argentino, con obras más relevantes que las de Borges. Eso tenía algo de provocación, pero a la vez señalaba lo preciso de esa literatura».

«En intelectuales de muy distinto estilo de intervención, como Horacio González y Horacio Verbitsky, existe ese engarce entre la idea de justicia, el activismo público y la escritura. No habría que mitologizar un único modo del compromiso, que aparece vinculado a una época, la de la insurgencia armada, porque si no declararíamos desiertas de política todas las posteriores», reflexionó la ex directora del Museo del libro y de la lengua.

El escritor y catedrático Daniel Link, que editó la obra de Walsh («El violento oficio de escribir», «Ese hombre y otros papeles personales»), explicó que para el propio Walsh «hay una distancia entre los cuentos firmados por Daniel Hernández (publicados con ese seudónimo en revistas) y las ‘novelas cortas’ protagonizadas por Daniel Hernández, pero firmadas por Rodolfo Walsh, que integran «‘Variaciones en rojo'».

«En todo caso -considera Link-, Walsh ejercita el cuento policial con una coherencia y un talento que nadie más que Borges había tenido ni tendrá en el contexto de la literatura argentina. Más adelante abandonará el género y publicará cuentos que deben leerse en el contexto de la onda expansiva promovida por el boom latinoamericano, la editorial Jorge Álvarez y la actividad de su mujer de aquellos años, Pirí Lugones».

Según Link, «Walsh aspira a más y aspira, sobre todo, a un tipo de articulación entre literatura y política que el cuento no puede darle. Si lo recordamos antes por ‘Operación masacre’ que por su producción cuentística es por la enorme estatura de esa investigación vuelta libro, y no porque sus cuentos no se cuenten entre los mejores».

El periodista y novelista Martín Caparrós sostuvo que las obras de no ficción de Walsh «implicaron una renovación del género que sus cuentos no, así que es lógico que hayan tenido más repercusión. Digamos que su periodismo narrativo abrió caminos; sus cuentos los recorrieron con eficacia y elegancia».

«Walsh escribió en tiempos particularmente políticos, donde su escritura tenía un peso y una circulación que no podría haber tenido en otros momentos. Sus intervenciones fueron extraordinarias», considera el autor de «Los Living».

Y señala: «Me gustaría pensar que lo importante de Rodolfo Walsh no es su ‘desaparición’, sino su aparición, que haya pensado, discutido, escrito, publicado. A veces temo que, para algunos, su importancia está demasiado basada en su fin trágico; a esos, les recomendaría que lo lean».

Juan Mattio, escritor y periodista, dice que «habría que pensar a Walsh como un territorio sobre el cual las generaciones de escritores que llegan después que él deciden dar ciertos debates. Una de las grandes preguntas que se hicieron los escritores de su generación -¿De qué forma se relacionan la práctica literaria y la acción política?- encontró en él una respuesta que sirvió como modelo».

«La influencia de Walsh es múltiple. Está presente, por supuesto, en algunas de las experiencias de no ficción que se producen y circulan hoy. También es la figura central de una serie de debates que intentan pensar el vínculo entre literatura y sociedad», apuntó el autor de «Tres veces luz».

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