El encierro en las cárceles y el pánico a la pandemia del coronavirus

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Hace mas de 2.300 años Aristoteles dijo: «No se puede ser feliz sino al precio de cierta ignorancia». Un poco más acá un refrán popular, primero usado para cuestiones del amor y después ampliado a todo, señala en forma contundente: «Ojos que no ven, corazón que no siente».

De miradas esquivas y de aislamiento saben muy bien los presos.En medio de las medidas para prevenir la expansión del coronavirus en casi todos los penales decidieron suspender las visitas o limitarlas al máximo para evitar que familiares circulen y se generen filas en las entradas. Pero en medio del hacinamiento y la falta de recursos la situación se agrava junto al avance de la pandemia.

Es que en medio de esa situación de emergencia, el lunes pasado hubo protestas en la Unidad 54 de Florencio Varela y en la Alcaidía de Batán. Los reclamos fueron espontáneos y no hubo un comunicado conjunto sino que se fue expandiendo entre los detenidos que difundieron fotos y videos para masificar sus denuncias.

Los detenidos exigieron hablar con las autoridades penitenciaras: «Primó el diálogo y el entendimiento, por lo que resolvió el conflicto de manera pacífica y sin heridos», dijeron fuentes oficiales del Servicio Penitenciario Bonaerense.

Lo cierto es que los allí alojados se quejaron porque sólo «llegaron 20 jabones para 50 detenidos», según manifestaron en algunos de los videos que se viralizaron. Las autoridades advirtieron que «se abrió una mesa de diálogo con representantes de cada pabellón» para dirimir la situación.

Qué piden: productos de limpieza y de higiene personal que permita mantener los penales sin infectados. En el contexto de encierro la propagación del virus podría ser fatal para los internos.

En la unidad 42 también de Florencio Varela se suman al reclamo para que le den elementos de protección y medidas de distanciamiento a los agentes del Servicio Penitenciario que, sin visitas, son el contacto con el mundo exterior y posible vía de ingreso del virus.

La provincia de Buenos Aires tiene una superpoblación carcelaria del 110%: alojan más del doble de los detenidos permitidos en las unidades y la mitad son procesados sin condena. Esa situación hacinamiento va en contra de cualquier medida de distanciamiento, higiene o precauciones posibles para la prevención del contagio del virus que tiene en vilo al mundo.

Las revueltas en las cárceles son el resultado de un caldo de cultivo agravado por la cuarentena y las medidas vinculadas al Covid-19.

El hacinamiento y la superpoblación carcelaria agravadas por la falta de visitas y de familiares que provean alimentos o elementos de higiene es uno de los tres puntos que hoy deriva en los conflictos intramuros.

Como en el 85 % de los penales decidieron limitar el contacto extramuros, los detenidos no reciben a sus familiares que, con restricciones de circulación, tienen dificultades para llevarles provisiones.

«Acá no hay ni La provincia de Buenos Aires tiene una superpoblación carcelaria del 110%: alojan más del doble de los detenidos permitidos en las unidades y la mitad son procesados sin condena. Esa situación hacinamiento va en contra de cualquier medida de distanciamiento, higiene o precauciones posibles para la prevención del contagio del virus que tiene en vilo al mundo.

Las revueltas en las cárceles son el resultado de un caldo de cultivo agravado por la cuarentena y las medidas vinculadas al Covid-19.

El hacinamiento y la superpoblación carcelaria agravadas por la falta de visitas y de familiares que provean alimentos o elementos de higiene es uno de los tres puntos que hoy deriva en los conflictos intramuros.

Como en el 85 % de los penales decidieron limitar el contacto extramuros, los detenidos no reciben a sus familiares que, con restricciones de circulación, tienen dificultades para llevarles provisiones.

«Acá no hay ni un paracetamol y menos medias preventivas, si cae uno con coronavirus, caemos todos como moscas», dice preocupado uno de los internos.

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