El día en que Cromañón explotó en un barrio de Varela

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Fue a las 22:50 del 30 de diciembre del 2004. Hace 17 años. Un “tres tiros” explotaba en el techo del boliche República de Cromañón en el porteño barrio de Once, alcanzaba una media sombra y se desataba un incendio con una de las mayores tragedias que recuerde la historia argentina: 194 muertos.

A esa hora, cuando arrancaba el recital de Callejeros, el sonido se apagó, la confusión mutó rápido en miedo, y luego en terror, convirtiendo al boliche en una trampa mortal donde quedaron sepultadas las vidas de jóvenes y adultos, incluso de niños.

Y si bien las esquirlas de aquella bengala fatal se desviaron a muchos lugares, retumbaron con especial oscuridad en un precario barrio de Bosques en Florencio Varela y a más de 25 kilómetros de distancia terminó a un pequeño cuadrado de tierra en escenario de muerte y dolor.

Cromañón

17 años después el lugar parece igual. Las calles de tierra siguen convirtiéndose en lodo, parejo y pegajoso cuando llueve. Cómo es que las precarias casillas resistieron el paso del tiempo y el golpe del viento y tormentas. Los cables siguen colgados de los mismos postes y los perros no son los mismos pero se parecen a los que había antes: escuálidos y sarnosos. El tren, que pasa a unos metros, ya no es tracción diesel sino a electricidad y es, sin dudas, el cambio más importante de esa zona.

Justo en esa esquina, la de la avenida Bosques y la colectora de una cuadra, se cuentan nueve muertos, entre ellos el niño Nicolás de 4 años y que fuera en aquella oportunidad enterrado dos veces por error.

Cuatro familias salieron de allí la tarde del 30 de diciembre. No iban al recital sino a trabajar. El encargado de mantenimiento del boliche los había llevado para la changa. La mayoría de ellos no volvieron vivos. Evaristo Mendieta, un bombero de Bosques, no sobrevivió al humo tóxico. Rosa Sandoval y sus hijos Leandro y Solange, de 8 y 11, tampoco. Romina Flores y su hijo Nicolás, que supo tener en vilo a la Argentina, tampoco. La misma suerte corrió Ahí vivían Griselda Ramírez y Juan Ledesma con su hijita Luisana, de diez meses. Esa es la lista macabra de aquella esquina que no olvida, pero tampoco habla.

Entre las víctimas fatales de aquella fatídica noche estaban los varelenses: Roberto Calderón, Matías Calderón, Romina (23) y Nicolás Flores (4), Rosa Sandoval (38), Nahun Bordón (9), Solange Bordón (11), Mansilla Gustavo, Ragonese Carolina, Mendieta Evaristo (39), Zacarias Walter, Escalante Liliana (20), Ramírez Griselda y Ailen Ledesma (10 meses).

Se cumplen 17 años de la mayor catástrofe por causas no naturales de la Argentina: 194 muertos y 1432 heridos. Miles de familias devastadas y otros miles con secuelas que aun hoy no pueden superar.

La tragedia de República Cromañón desnudó el descontrol de los controles del Estado, la ineptitud y la corrupción en las áreas de inspección y de habilitaciones comerciales porteñas y la connivencia de la policía, haciendo la vista gorda a cambio de dinero. Pronto se supo que en el local, habilitado para albergar un máximo de 1031 concurrentes, había más de 3300 fanáticos de Callejeros. Se supo, también, que los planos presentados a la Ciudad por los dueños de la propiedad no coincidían con la arquitectura del salón. Los matafuegos estaban vencidos, la manguera de incendio no funcionaba, no había plano de evacuación y la puerta de emergencia había sido criminalmente cerrada. Donde debía haber una puerta, la gente se topó con una pared…

El horror de Cromañón reconfiguró el mapa del poder de la época y marcó un punto de inflexión en la política de la Ciudad.

Le puso fin al gobierno progresista, con la destitución de Aníbal Ibarra, y fue el punto de partida de una carrera que llevó a Mauricio Macri primero al despacho principal de Bolívar 1 y, ocho años después, le permitió cruzar la Plaza de Mayo para ocupar, desde el 10 de diciembre de 2015 hasta hace dos semanas, el sillón de Rivadavia.

El dramático incendio de Once tuvo profundas consecuencias en la producción de recitales de rock en la Ciudad. Marcó, inicialmente, un «apagón» de los shows en vivo, ya que mientras se discutían las condiciones en las que los locales que hasta entonces albergaban a las bandas podían funcionar, nadie ofrecía un escenario seguro para músicos y el público.

El nene que enterraron dos veces en Cromañón

Cromañón

La historia de Nicolás Flores, de 4 años, impactó en el corazón de los varelenses y conmovió a todo el país. Es que luego del incendio del boliche, sus familiares reconocieron el cuerpo de su mamá, Romina, pero no hallaron el del chiquito. Por lo que se alimentó la esperanza de que estuviera vivo y de que alguien se lo hubiera llevado tras la tragedia.

Por este motivo se inició un operativo de búsqueda que incluyó al Gobierno porteño y a organizaciones no gubernamentales (ONGS) como Red Solidaria y Missing Children. Pero el nene no aparecía.

Pero el 21 de enero, la jueza María Angélica Crotto –quien llevaba adelante la causa Cromañón- comenzó a sospechar que pudo haber una confusión en la entrega de cadáveres, porque Nicolás no aparecía y en la morgue judicial había un cuerpo de un nene sin identificar. Entonces, la magistrada convocó a todos los familiares de menores muertos durante el incendio.

Fue entonces cuando los padres de Gustavo Zerpa, de seis años, reconocieron el cadáver que se encontraba en la morgue como su hijo, a quien creían haber sepultado en el cementerio de la Chacarita el 1 de enero pasado.
Tras exhumarse el cuerpo y una primera identificación de la familia Flores, que todavía se negaba a reconocerlo como Nicolás, la jueza pidió un estudio de ADN para determinar su identidad.

La pericia, prueba y contraprueba incluidas, demostró que el cuerpo enterrado por error correspondía «en un ciento por ciento» a Nicolás.

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