María Pérez (24) esperaba el tren en la estación Florencio Varela. Sacó desprevenida su teléfono Motorola para mandar un mensaje a la hermana. En cuestión de segundos, por sorpresa y de arrebato, un hombre en bicicleta pasó a toda velocidad y lo arrancó de las manos. Cuando quiso reaccionar, el ladrón ya estaba a más de media cuadra y sin chances de frenarlo: en ese momento, se convirtió en parte de la estadística.
Unos 5.000 teléfonos celulares son robados en la Argentina por día, en el marco de una actividad criminal que se incrementó un 15 por ciento desde 2014 y que genera un comercio ilegal de más de 200 millones de pesos mensuales, informaron fuentes oficiales y empresariales.
La cantidad de los robos fue establecida por el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) que depende del Ministerio de Comunicaciones de la Nación, mientras que el jefe de la División Cibercrimen de la Policía Metropolitana, Carlos Rojas, señaló que «es exponencial al desarrollo de la tecnología y se disparó desde el surgimiento de los smartphones».
«Estos celulares robados están un ciento por ciento en manos de delincuentes» a través de la reventa tanto a usuarios desaprensivos «como a narcotraficantes y secuestradores», afirmó el comisionado Rojas.
Leonardo Rajchert, presidente de la Cámara de Agentes de Telecomunicaciones Móviles de Argentina (Catema), explicó que a los «dos millones de robos denunciados al año» hay que sumarles «los teléfonos traídos de contrabando desde países como Chile», lo que le genera un negocio ilegal de «unos doscientos millones de pesos al mes».
Según fuentes policiales, los teléfonos robados son llevados a «laboratorios» en donde modifican sus códigos de Identidad Internacional de Equipo Móvil (llamados IMEI por sus siglas en inglés) mediante dispositivos que alteran su configuración en las redes y los liberan para utilizarlos con otros números de teléfono y volverlos más difíciles de rastrear.
Los voceros también informaron a Infosur que, hasta el 2005, las zonas en donde más se registraban casos de robos, laboratorios y locales de reventa eran los barrios porteños de Retiro, Once, Constitución y Liniers, así como en grandes shoppings y estaciones de trenes del Gran Buenos Aires.
Al respecto, el titular de la División Cibercrimen porteña mencionó que estos lugares «no son sencillos de detectar» y menos aún en la actualidad porque «hace unos años que se diseminaron por todos lados» debido a la expansión de los teléfonos inteligentes.
Frente a esta problemática, el Enacom lanzó en abril un sistema informático que permite verificar si un dispositivo fue denunciado por robo, mediante el cual «ya se registraron 96.000 consultas, unas 2.000 por día», detalló Agustín Garzón, gerente general del organismo estatal.
En esa base de datos, las compañías de telefonía móvil agregan los números de IMEI que porta cada teléfono denunciado por robo y los ingresan a la «banda negativa», una lista compartida con el resto de las empresas para asegurar el bloqueo del dispositivo.
Martín Ocampo, ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, indicó que este sistema «limita la conexión de equipos robados en la red de telefonía móvil, para que los equipos denunciados queden bloqueados y su reinserción al mercado sea más dificultosa».
«Una forma de luchar contra la delincuencia es asfixiar las economías delictivas y desarticular las bandas que revenden celulares robados, y vamos en ese camino», añadió el ministro.
Mediante estas medidas, los organismos de telecomunicaciones buscan «que Argentina sea un país hostil frente al robo de celulares», dijo Rajchert.
En ese sentido, el presidente de Catema reconoció que «hay más de una punta por donde abordar el problema», pero supone que «al haber menos demanda, va a disminuir la comercialización» en el mercado ilegal.
La fiscal Cristina Caamaño, responsable de la Unidad General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal (Datip), conformó el año pasado una mesa de fiscales que trabajan sobre la problemática porque «se veían los inconvenientes con los celulares robados a través de otros delitos».
Por su lado, el fiscal a cargo de la Unidad Especializada en Ciberdelincuencia (Ufeci), Horacio Azzolin, consideró que este «es un fenómeno muy grande que no se puede enfrentar si no se atacan las cadenas de sustracción y las de distribución», ya que «si se corta la cadena de valor que tiene el celular robado, se corta el robo de celulares».
«Hay que prevenir con campañas, poner más policías para evitar que haya arrebatadores dando vueltas, vigilar las zonas y comercios donde se revende, investigar las organizaciones que cambian los IMEI y controlar los datos de los teléfonos robados», opinó Azzolin.
Al respecto, Rojas aseguró que los operativos que realiza la fuerza de seguridad porteña en los laboratorios y locales de venta «son muchos más de lo que parecen» y son el resultado de investigaciones que «se inician con una denuncia y continúan con trabajo de campo y tareas encubiertas en los lugares».
Sin embargo, señaló que «hay que atacar por muchos lados» ya que «así como antes predominaban los delitos con autos que habían sido robados, hoy en día, todos los crímenes se realizan con un celular».
El jefe de la División Cibercrimen también responsabilizó a las compañías telefónicas, que «saben que un número importante de usuarios tienen aparatos robados».
En este sentido, el fiscal Azzolin indicó que «si las empresas tuvieran la obligación de verificar la identidad de las personas al momento de comprar un celular, difícilmente podría pasar todo esto».
«Habría que ponerle un poco más de seriedad al asunto y que sea parte de una política integral, legislar más, porque es muy escaso lo que hay», enfatizó Rojas.
Estaciones de trenes Zona libre para el robo de celulares
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