Las reacciones entre los trabajadores de los locales de la estación de trenes de Quilmes van en el camino de la confusión, el rechazo y la desazón, toda vez que las obras avanzan, los locales se destruyen y nadie les explica cuál será su destino.
Mientras algunos locales ya fueron demolidos, otros, como el kiosco, todavía resiste los embates de las topadoras. Aunque nadie sabe por cuánto tiempo puesto que los contratistas del trabajo ya le anunciaron que necesitan demolerlo.
“No sabemos qué hacer, hace 30 años que estamos acá y nadie no dijo qué será de nuestro destino”, dijo la empleada de uno de los locales.
La mujer no ve sabe cómo continuará su local. Si está garantizado que se vuelva a construir. Si se respetará su permiso. Si tendrá que hacer algún trámite para actualizarlo. O si, de buenas a primeras, quedará en la calle con su hija pequeña en brazos.