Pozo de Quilmes: nueva audiencia; declaró una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo

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En la audiencia 27° del Juicio Brigadas -el proceso unificado por los delitos cometidos en el Pozo de Quilmes, Banfield y El Infierno de Avellaneda- continuó con su declaración el sobreviviente Walter Docters y también expuso Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, quien buscó durante 39 años a su nieto, nacido en cautiverio. “Cada vez que veía un chiquito así (rubio y de ojos claros) lo seguía con la vista pensando ‘¿será mi nieto?’”, recordó Delia.

 

 

 

Walter Docters continuó con el relato, que había comenzado en la audiencia pasada, a partir del traslado a la comisaría de Valentín Alsina. “Cuando llegamos, nos comunican que fuimos detenidos recién en la esquina por la Brigada de Investigaciones de Quilmes y yo les dije que hace meses estábamos secuestrados y éramos torturados”, explicó, haciendo hincapié en la complicidad del sistema. “No había nadie que no supiera lo que pasaba pero algunos miraban para el costado”, apuntó. Le estaban comunicando la detención oficial, a partir de lo que tuvo acceso a comida, ropa, visitas familiares y medicamentos para curar el cuerpo lastimado por las sesiones de tortura.

 

 

 

Luego, en enero de 1977, fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata, contó pasó por los calabozos comunes y los de castigo, donde los golpes eran comunes y no había acceso a agua más que a través de la letrina de la celda. Dos años después fue a la cárcel de Caseros, a la que definió como “terrible” porque “no daba lugar a ningún tipo de intimidad” y había un “acoso permanente”. Tras un año y medio de estar ahí, volvió a la Unidad 9 y en 1983 llegó a Devoto.

 

 

 

“El 18 de octubre de 1983 y ante el advenimiento de las elecciones generales, me fue otorgada la libertad”, recordó. A partir de ese momento comenzó el trabajo por los compañeros detenidos desaparecidos. “Estuve 45 años esperando para poder hacer este relato”, aseguró ente el Tribunal.

 

 

 

Luego fue el turno de Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Su hijo Jorge Ogando y su nuera Stella Montesano fueron secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata. La hija de ambos, de apenas 3 años, fue abandonada en la casa vacía. Ambos militaban en el PRT-ERP.

 

 

 

“Mi hijo tenía 29 años, empleado del Banco Provincia, y Stella Maris, 27 años, abogada, y su nena de 3 años que quedó solita durmiendo en la cuna”, contó Delia, quien a sus 50 años se convirtió en una suerte de madre para la pequeña Virginia. “El 17 de octubre me llamaron para darme la noticia de que se habían llevado a los chicos. Me llamó la hermana melliza de mi nuera, Liliana. Yo no sabía de qué me hablaba, vivía en San Martín ajena a lo que pasaba en La Plata, donde era común que desaparecieran personas. Al otro día viajé allá para averiguar qué había pasado pero antes pasé por casa de una compañera de escuela, cuyo marido era alto militar, a contarle que a los chicos se los había llevado el Ejército. Quería ver si podía ayudarme, me atendió con cariño y le fue a preguntar a su esposo, pero cuando volvió supe que no me iban a ayudar”, contó.

 

 

 

Explicó, entonces, que en La Plata no logró averiguar nada porque “la gente tenía miedo”. Liliana, la hermana de Stella, también tenía miedo de que se la llevaran y como sus padres eran muy mayores, acordaron que Delia se ocuparía de Virginia.

 

 

 

La niña, cada vez que surgía el tema de sus papás, repetía que se habían ido a declarar a tribunales. “Porque ella mamó eso de su madre. Stella se había recibido de abogada a los 24 años y sus primeros casos fueron defender a ladrilleros y amas de casa. Parecía que Virginia se tomaba con naturalidad el tema, pero en realidad bajó una cortina, nunca preguntó”, aseguró Delia. Su esposo Pablo Califano, con el que se casó luego de quedar viuda a los 37 años, se convirtió en un abuelo y en un padre para la niña. Y Delia pidió la jubilación para hacerse cargo de ella y de la búsqueda.

 

 

 

“Antes, en noviembre del 76, me fue a ver a la escuela Adela Atencio, que vivía en Ballester, y le habían llevado a su único hijo, para que la acompañara a la Plaza de Mayo. Yo no tenía idea de que había otras en mi situación. Pero le dije que no podía, dejé pasar tiempo”, admitió.

 

 

 

“Demoré hasta el primer jueves de diciembre y ahí fuimos juntas. Llegamos a la plaza y alcanzamos a ver dos o tres personas paradas conversando, fuimos a ellas, una era Azucena Villaflor que tenía una carpeta de tamaño oficio, nos presentamos y hablamos de nuestros casos. Fue el primero de todos los jueves que se sucedieron. Al siguiente éramos más y así fue creciendo el grupo. Los guardias de la Casa Rosada nos obligaron a circular. Instintivamente nos tomamos del brazo y en silencio empezamos a caminar en contra de las agujas del reloj”, precisó.

 

 

 

Delia manifestó que “al mes, empezaron a aparecer los hijos de desaparecidos y esas rondas silenciosas se transformaron en rondas con cánticos”. “Ahí caímos en la cuenta de que nuestros nietos estaban creciendo y en una ronda alguien sale y pregunta si había alguna madre o suegra de embarazada. Ahí nací como Abuela de Plaza de Mayo. Ahora teníamos que buscar un nieto y tampoco había un manual que nos enseñara eso. Visitamos casas cunas, maternidades, guarderías, presentamos habeas corpus en juzgados de menores, pero nuestras hijas parían en cautiverio, no tuvimos noticias. Cuando llegamos a ser 12 fundamos Abuelas Argentinas con Nietos Nacidos en Cautiverio, nuestro primer nombre”, detalló.

 

 

 

“Una de las primeras cosas que hicimos fue avisar al mundo lo que pasaba en la Argentina. La radio y la TV ya hablaban de ‘las locas de Plaza de Mayo’ y la gente nos evitaba. Por gente de Francia nos enteramos del espía que teníamos, Alfredo Astiz, que se agregó al grupo de Madres diciendo que tenía un hermano desaparecido”, recordó Delia, quien también destacó el rol del Buenos Aires Herald, “el único medio que se animaba a contar la realidad”, recordó.

 

 

 

Delia, quien además es bibliotecaria de profesión, se encargó de ordenar los cientos de cartas que las Abuelas empezaron a recibir en solidaridad desde distintos países. Y en 1979, junto con miles de familiares, denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos las desapariciones de Jorge y Stella. “La cola era eterna. Ahí me llaman, ‘Delia, vení’, era una directora de escuela de La Plata que me contó del nacimiento de Martín, que se había enterado por una alumna, Alicia Carminatti, llevada en la Noche de los Lápices, y que mi nieto nació el 5 de diciembre de 1976”, explicó.

 

 

 

Luego, Alicia le relataría el horror en Pozo de Banfield donde compartió celda con Stella, y que cuando fue liberada, Jorge y Stella seguían vivos. “La llevaron a parir a la cocina, la camilla era una puerta de metal, la atan de manos, le tapan los ojos y tiene a su bebé. La obligaron a baldear el lugar, lo que le generó una infección posparto, pero eso lo supe después”,precisó. Tuvo a su bebé 4 ó5 días hasta que cortó el cordón y la volvieron a la celda. Ella pedía por su hijo y la respuesta era que había sido llevado con su familia. “Martín volvió a su familia cuando tuvo 39 años”, se lamentó Delia, quien precisó que “Stella se quedó con el cordón umbilical y lo pasó de celda en celda hasta que le llegó a Jorge”.

 

 

 

A partir de los datos reunidos, Delia empezó a buscar a un niño rubio y de ojos claros tal como le dijo Alicia. “Cada vez que veía un chiquito así lo seguía con la vista pensando ‘¿será mi nieto?’. Era más dura la búsqueda”, contó Delia, pero destacó que cuando Virginia cumplió 18 años, el trabajo fue de a dos. Estaba prevista la declaración de Diego Martín Ogando, su nieto, pero fue reprogramada para el 1 de junio.

 

 

 

El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar: el Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno de Avellaneda.

 

 

 

Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; el ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.

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