Pasaron avisando. Igual que en los códigos de la guerra cuando anuncian un bombardeo. Acá, en el barrio Pico de Oro de Florencio Varela, un grupo de chicos dio aviso de que iban a tirotear una casa. Lo dijeron a las 21 horas del domingo y lo concretaron una hora después.
Fue un salvaje ataque a tiros, con la furia que suele verse en una película sobre pandilleros. Varios sujetos llegaron al lugar y balearon la casilla, situada en la zona conocida como «Toma 25». No hubo más heridos de milagro, las balas suelen hacer crujir la madera de varias casas cuando se disparan a discreción y se tornan en lo más parecido a una ruleta rusa. Al mundo narco, poco les importa.
Aunque las escenas suceden rutinarias a partir de las 18 horas, no dejan de impresionar y asustar. En un predio cercano a los cruces de la avenida Paysandú y Eduardo L. Holmberg, justo en el límite con Ministro Rivadavia de Almirante Brown, cada uno se ubica en su puesto. Cinco se dispersan en el campo, son los conocidos como «tranzas» y otros catorce «mulos» o «soldados» quedan rodeando el predio que se convierte así en búnker impenetrable.
Desde la terminal de colectivos en el Complejo Habitacional del barrio Santa Rosa, unos 300 metros bastan en recorrer para visualizar el desfile de la «gurisada» en busca de droga. Como si fuera un campo minado surcan el camino de ida y de vuelta. Sólo la policía no los ve.
Las versiones que circulan por el barrio son confusas. Los vecinos juran y perjuran que dos hombres en bicicleta entraron al círculo de la distribución de droga y, por razones que todavía no conocen, la emprendieron a tiros contra uno de los tranzas. «Lo hirieron en el pecho, aunque nadie vio el cuerpo» dice una vecina que decidió manifestar su desconcierto en el diario Infosur. Los rumores circulan por las casas. Y sostienen que la casilla baleada responde a ese hecho. Una venganza.
Una venganza en la cruel guerra narco de un barrio cercado por la droga y el peligro.
