Por Gustavo Vargas (#).-
El 15 de noviembre de 1993 apareció Mario Bonino, militante de la UTPBA, muerto en el Riachuelo. Lo habían asesinado. Sin tomarse ni un minuto de duelo, la UTPBA, junto a su familia y amigos, comenzó a exigir justicia. Eran momentos en donde reinaba la impunidad del poder que ostentaba el Gobierno de Carlos Menem amparado en el Consenso de Washington e impuesto a la sociedad con el beneplácito de dirigentes políticos y sindicales que ya se habían arrodillado ante el “fin de la historia”.
Casi en soledad, la UTPBA -con Mario entre sus filas- y algunas pocas organizaciones más se opusieron desde el comienzo a un nuevo pero repetido capítulo que tuvo -y tiene- esta vieja película llamada capitalismo. ¿Habrá sido ese el móvil de semejante brutalidad?
De ahí hasta acá el reclamo se diluyó socialmente. Sólo la UTPBA, su familia y algunos pocos compañeros lo rescatan o recuerdan más allá del aviso del calendario. Claro, hablar de Mario es hablar de una organización que lucha por una sociedad mejor para los trabajadores, y contra una comunicación elitista de unos pocos; hablar de Mario es hablar de la UTPBA y de su digna construcción política.
Ellos, los olvidadizos – organizados o no, intencionados o no- deberían decir al recordar a Mario que la UTPBA no hizo, ni hace ni hará su construcción teniendo como plataforma el doloroso asesinato de un compañero, o de miles, sino ideas que exceden, sin excluir, la batalla coyuntural.
Ellos, los olvidadizos – organizados o no, intencionados o no- deberían decir al recordar a Mario que la UTPBA hizo, hace y hará su construcción teniendo como plataforma la lucha por un mundo justo y solidario, sin explotadores, sin privilegiados, y que esa responsabilidad histórica la asume sin atajos, con los principios de siempre, pero con ideas nuevas que nacen de un correcto análisis de la sociedad.
Ellos, los olvidadizos – organizados o no, intencionados o no- deberían decir al recordar a Mario que la UTPBA no renunciará jamás a su autonomía ni a su dignidad, y que en esta organización no caben los oportunistas, ni los entregadores, ni los pseudo combativos, ni tampoco hay lugar para el olvido o para la conciliación.
Ellos, los olvidadizos – organizados o no, intencionados o no- hacen lo correcto al no hablar de Mario, porque su nombre camina indisolublemente junto a la UTPBA que, sin inocencias y junto con miles de compañeros, está convencida de que la Impunidad no será eterna. (13-11-18)
(#) Periodista. Secretario de Prensa de la UTPBA