La trama no contada de la toma de tierras: quiénes son los que se aprovechan de la necesidad

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Pongamos que se llama Mariel. Tiene 21 años y un bebé de meses en sus brazos. Su novio, Pablo, puso todo lo que tenía para darle el adelanto “al dueño” de un “lote tomado” en uno de los barrios profundos del sur del conurbano. Ese todo eran 20 mil pesos y arreglaron 15 cuotas de 2500 por cada mes.

Pero las esperanzas de la casa propia se desvanecieron en días. El segundo mes la cuota mensual se elevó a 3 mil y después fueron 5 mil. No hubo negociación, sino la punta de una pistola sobre la cintura.

Amenazados se tuvieron que ir sin poder reclamar nada de lo que pusieron. Por supuesto, la denuncia nunca fue asentada. La pareja y su bebé tuvieron que volver al fondo del terreno de la madre que vive muy cerca del embaucador.

A grandes rasgos, y manteniendo la cautela por las identidades, así se mueve una gran parte del mercado inmobiliario ilegal en los barrios empobrecidos donde hoy crecen los asentamiento y donde rige la ley del más fuerte.

Un tema que los intendentes de la zona sur a su agenda y que lo manifestaron a través de un comunicado conjunto en el que condenaron «la ocupación ilegal de tierras y viviendas», reclamaron la intervención de la justicia para «hacer cumplir la ley» y consideraron que «el Estado debe ser firme para poner un límite a quienes hacen de las desigualdades un negocio».

EL ORIGEN
Según datos difundidos en el 2017 por la Subsecretaría Social de Tierras, Urbanismo y Viviendas del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, existía hasta ese momento 982 barrios informales (villas y asentamientos) en los 24 partidos del conurbano de los cuales 66 son en Florencio Varela, lo que ubica al distrito en el tercer puesto.

Los datos hablan por sí sólo: hay una verdadera necesidad de acceso justo al hábitat. Es ahí donde si bien no siempre muy a menudo comienza a tejerse una trama perversa que intenta, una vez más, lucrar con el más necesitado.

Pablo Reynoso, delegado de la Pastoral Social de la Diócesis de Quilmes e integrante del Consejo Comunitario de Tierra y Vivienda de Florencio Varela, no le escapa al debate y pone en la mesa lo que muy pocos cuentan: la existencia de grupos violentos vinculados a la toma de tierras.
Reynoso, experto del área que está encargado de la diplomatura de la UNAJ sobre Acceso Justo al Hábitat, comienza reconociendo la complejidad para analizar el tema. Y parte de la premisa de la urgente necesidad para “trabajar en serio” la situación de la tierra en el conurbano bonaerense y precisamente en el territorio diocesano que es Quilmes, Florencio Varela y Berazategui donde en época de cuarentena hubo más de un veintena de casos de intentos u ocupaciones.

El problema no es nuevo y tanto para la Justicia como para los municipios no resulta sencillo intervenir. En el primer caso, porque no hay denuncias formales; en el segundo, por lo mismo y porque muchas veces estos intercambios se realizan en terrenos privados o de los Estados provincial y nacional.

ZONA LIBERADA
Con los más necesitados como punta de lanza, lo que sigue después suele ser un aceitado sistema por el que los “más pesados” se terminan apropiando de la tierra.

Para Reynoso, esos grupos violentos que se apoderan de la toma están vinculados en general al narcomenudeo. Pero suma un nuevo ingrediente: la participación de organizaciones de derecha de países limítrofes que sostienen el accionar de algunos contratistas a los que explota laboralmente en los días de semana y construyen viviendas en los asentamientos los fines de semana para luego venderlos.
Algunos sostienen que esas viviendas de material de 4 por 3 metros, con baño adentro, pueden valer entre 70 y 90 mil pesos. Una de chapa o un terreno semivacío, alrededor de 30 o 40 mil. Por supuesto que los precios son muy variables, según la ubicación e incluso de la inflación. Si en una toma alguien se asegura 10 o 12 lotes puede ganar cerca de medio millón de pesos.

Los vendedores más pesados funcionan parecido a los dealers que manejan mucho volumen de droga. No tienen problemas en dar financiación, pero al menor atraso empieza a aparecer la violencia. De hecho, es normal que ambos negocios se crucen y potencien.

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