Los trabajadores de El Nuevo Halcón iniciaron el viernes una medida de fuerza por tiempo indeterminado en reclamo de sus salarios. Miles de vecinos de Florencio Varela, Berazategui y Solano no pueden llegar a trabajar. Otras siete líneas de Moqsa volvieron a funcionar este lunes.
ZONA SUR / FLORENCIO VARELA — El lunes 10 de noviembre atardece sin colectivos para miles de vecinos del sur del Gran Buenos Aires. La línea 148, que une Florencio Varela y Solano con la estación Constitución en Capital Federal, continúa paralizada por un paro de choferes que ya lleva cuatro días y no tiene fecha de finalización.
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El motivo es el mismo de siempre: salarios atrasados. Los trabajadores de la empresa El Nuevo Halcón reclaman el pago de sueldos que deberían haber cobrado hace una semana, y ante la falta de respuestas patronales, decidieron no sacar las unidades a la calle.
La protesta comenzó el viernes 7 de noviembre a las 00 horas. Desde ese momento, ningún colectivo de la línea 148 circuló. El fin de semana pasó sin servicio, y este lunes por la mañana la empresa confirmó en sus redes sociales que la situación sigue sin resolverse: «Informamos que aún persiste la abstención de tareas de nuestros conductores», publicó El Nuevo Halcón en un comunicado escueto que dejó a los pasajeros sin respuestas concretas sobre cuándo volverán los colectivos.
Para decenas de miles de vecinos de Florencio Varela y Solano, la 148 no es una línea más. Es la línea. La que los lleva al trabajo, a la escuela, al hospital, a hacer trámites. Es el medio de transporte que conecta el profundo sur del conurbano con la Capital Federal. Y ahora, ese medio está paralizado.
Cuatro días sin cobrar, cuatro días sin trabajar
Los choferes de la línea 148 no están haciendo un capricho. Están reclamando algo tan básico como el pago de sus salarios. Según fuentes sindicales, la empresa El Nuevo Halcón acumula atrasos en los pagos a sus trabajadores, una situación que se viene repitiendo en los últimos meses y que llegó a un punto de quiebre el viernes pasado.
«No podemos seguir trabajando sin cobrar. Nosotros también tenemos que comer, pagar el alquiler, llevar comida a nuestras casas», expresó uno de los delegados de la empresa. «La empresa nos dice que no hay plata, pero los colectivos siguen funcionando cuando trabajamos, la gente paga el boleto, y la plata no nos llega. ¿A dónde va?»
La modalidad del paro es clara: abstención de tareas por tiempo indeterminado. Eso significa que no hay fecha de finalización. Los choferes volverán a trabajar cuando la empresa les pague lo que les debe. Mientras tanto, los colectivos de la 148 seguirán en el depósito, y los pasajeros seguirán buscando alternativas.
Pasajeros en el medio: el drama de quedarse sin transporte
Para quien nunca dependió de una sola línea de colectivo, es difícil dimensionar el caos que genera un paro como este. Pero para los vecinos de barrios alejados de Florencio Varela y Solano, la 148 es irremplazable. No hay trenes que lleguen a todos los rincones. No hay alternativas de transporte público que cubran los mismos recorridos. Y el taxi o el remis no son opciones para quien vive de un sueldo que apenas alcanza.
«Salí de mi casa a las 5 de la mañana para ver si pasaba algún colectivo. Nada. Me tuve que volver y avisar en el trabajo que no iba a poder llegar», contó una vecina de Florencio Varela que trabaja en un comercio de Constitución. «Perdí el día de trabajo. Y si el paro sigue, voy a perder más días. ¿Y después? ¿Quién me paga a mí?»
Otro vecino, empleado de una fábrica en Avellaneda, relató una odisea similar: «Me tomé dos colectivos distintos, caminé más de 20 cuadras, y llegué dos horas tarde al trabajo. Me descontaron el día. Entiendo que los choferes tienen que cobrar, pero nosotros también necesitamos trabajar».
El Nuevo Halcón: promesas sin cumplir
La empresa El Nuevo Halcón, que opera la línea 148, se limitó a informar en sus redes sociales que el paro continúa. No dio explicaciones sobre los motivos del atraso salarial, no ofreció una fecha de pago, no propuso una solución. Solo un comunicado genérico que dice: «Informaremos a través de nuestras redes cuando se normalice el servicio».
¿Cuándo se normalizará? Nadie lo sabe. ¿Cuándo cobrarán los choferes? Tampoco. ¿Hay alguna negociación en curso? No hay información oficial al respecto.
La falta de comunicación de la empresa alimenta la bronca de los pasajeros, que se descargan en las redes sociales con comentarios de todo tipo. «Paguen a los trabajadores y dejen de robarse la plata», escribió un usuario en la página de Facebook de la empresa. «Hace meses que el servicio es un desastre, y ahora directamente no hay nada», agregó otro.
El problema de fondo: crisis del transporte público en la zona sur
El paro de la línea 148 no es un hecho aislado. Es la manifestación de una crisis más profunda que afecta al transporte público de la zona sur del Gran Buenos Aires desde hace años. Empresas que no pagan a tiempo, subsidios nacionales que no alcanzan, tarifas que suben pero no se trasladan a mejoras en el servicio, y trabajadores que terminan siendo rehenes de una ecuación económica que no cierra.
Los choferes de colectivos son trabajadores esenciales. Manejan 10, 12, 14 horas por día, en condiciones muchas veces precarias, soportando el tránsito caótico del conurbano, la presión de cumplir horarios, y el maltrato ocasional de pasajeros que descargan en ellos la bronca por un sistema que no funciona. Y muchas veces, después de todo eso, no cobran a tiempo.
Del otro lado están los pasajeros: trabajadores, estudiantes, jubilados, madres con niños, que dependen del transporte público para todo. No tienen auto, no pueden pagar taxis todos los días, no tienen alternativas. Cuando el colectivo no pasa, su vida se complica. Pierden el trabajo, pierden el día de estudio, pierden turnos médicos.
Y en el medio de todo esto, las empresas de transporte —muchas con subsidios millonarios del Estado— que no pagan a sus trabajadores, no invierten en mantenimiento, y no dan respuestas cuando todo se cae a pedazos.
¿Quién se hace cargo?
La línea 148 lleva cuatro días parada. Los choferes no cobran. Los pasajeros no pueden viajar. La empresa no informa. Los municipios no intervienen. La Nación, que subsidia el transporte, no aparece.
¿Quién se hace cargo? Nadie. Y mientras tanto, miles de familias del sur del conurbano improvisan cómo llegar al trabajo, cómo llevar a los chicos a la escuela, cómo seguir adelante en un sistema de transporte que los abandona.

