Tal como informó Infosur, el lunes amaneció con una noticia que golpeó de lleno a la comunidad educativa de Florencio Varela. A los robos y destrozos sufridos por la Escuela Primaria N°45 —ubicada en las calles 1282 y 1213, en Ingeniero Allan— y la Escuela N°2, situada entre Sallares, Jujuy y Salta, se sumó ahora la Escuela N°64, también de Ingeniero Allan. Las escuelas son objetivos.
En la 45, los delincuentes irrumpieron durante el fin de semana. Rompieron accesos, forzaron cerraduras y se llevaron todo lo que pudieron, dejando a su paso un escenario de vandalismo que incluyó pupitres destrozados y material didáctico desparramado. En la N°2, la historia fue similar: violentaron un candado y cargaron con computadoras, un microondas y otros elementos de valor para el funcionamiento diario del colegio.
Ahora, la 64 engrosa la lista de escuelas atacadas en la zona. El personal se encontró con puertas forzadas, vidrios rotos y la ausencia de varios equipos que los docentes utilizaban para preparar clases. La escena, repetida, parece calcada: aulas desordenadas, huellas del paso de los ladrones y la sensación de vulnerabilidad absoluta.
En los pasillos, los comentarios se repiten: “La seguridad hace agua por todos lados”. Y el blanco preferido, este fin de semana, fueron las instituciones educativas. Docentes y padres reclaman no sólo la reposición de lo robado, sino un plan de seguridad real para que las escuelas puedan cumplir su función sin miedo a ser las próximas en la lista.
“Es desgarrador venir a enseñar y encontrar este panorama”, comentó una profesora con lágrimas contenidas. “Esto no es sólo un robo, es un ataque a la educación de nuestros chicos”.
Mientras tanto, la comunidad de Ingeniero Allan se organiza para exigir respuestas. La pregunta que flota en el aire es inevitable: si no pueden cuidar a las escuelas, ¿qué queda para el resto de la ciudad?

