«No nos dejen solos», el ruego de de la esposa de un tripulante del submarino

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La esposa del cabo principal Felipe Gabriel Santilli, uno de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan, pidió hoy que no «dejen solos» a los familiares de los marinos desaparecidos y que se haga justicia, y expresó su dolor al conocer las últimas noticias sobre una explosión en la embarcación.
«No nos dejen solos, porque después de esto no se sabe qué va a pasar. Al principio todos nos ayudan y luego nos quedamos solos», dijo Jessica Gopar entre lágrimas, al retirarse del predio naval en el que se reúnen los familiares.
La mujer señaló que «se tiene que hacer justicia», y aunque aseguró que «es muy pronto» para pensar en reclamos, no se conformará con «una placa que diga ´Los héroes del San Juan».
Aseguró que desde que comenzó la búsqueda el submarino el miércoles 15 último, había decidido no acercarse a la Base porque la «angustiaba mucho más», y que hoy despertó con «el presentimiento de que algo grave había pasado».
«El primer día que acabo de ir a la base me acabo de enterar que me quedé viuda con un hijo de 11 meses», señaló, mientras sostenía un pequeño afiche preparado para Santilli, cabo principal electricista de 35 años que viajaba en el buque.
Gospar, quien relató que tras recibir la noticia por la mañana en el edificio de oficiales del lugar debió ser asistida con una pastilla, definió a su esposo como un hombre «maravilloso».
«Mi primer hombre, mi primer amor, 13 años de novios y un hijo que nos costó mucho que Dios nos mandara. Y que lamento que no pueda disfrutar, pero va a saber que su padre era un gran padre», declaró mientras abandonaba el lugar.
Santilli, oriundo de Mendoza, vivía junto a Gospar desde hacía seis años en Mar del Plata, y desde hace 11 meses junto al hijo de ambos, Stéfano Felipe.
El marino formaba parte de la Armada desde hacía 15 años, y desde hace nueve trabajaba como submarinista.
La mujer dijo que el 17 de octubre se habían puesto en contacto por última vez, y que «estaba todo bárbaro» tras esa comunicación.
Sin embargo, reconoció que a medida que pasaban los días, su optimismo en que el buque apareciera mermaba: «Era la única pesimista que creía que no iba a volver, porque pasaba el tiempo y no había información».
«No sé si le voy a poder llevar una vela, una flor. No se sabe nada», se lamentó, y dijo: «Siento orgullo y si me está escuchando, decirle que lo amo».
Prefirió no hacer juicios sobre la forma de comunicación empleada por la Armada, pero expresó que no cree que «sean tan crueles» de haber ocultado información.

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