El verdadero alcance de la política creada por Deng Xiaoping para que el socialismo chino conviva con el capitalismo de Macao y Hong Kong. Los cuatro principios de Xi Jinping. El caso Taiwán.
Por Fernando Capotondo
El 24 de septiembre de 1982, exactamente 102 días después del fin de la Guerra de Malvinas, se realizó en Beijing un revelador encuentro entre el líder chino Deng Xiaoping y la primera ministra británica Margaret Thatcher, para acordar la devolución de Hong Kong a la República Popular China (RPC), después de más de 150 años de colonialismo inglés.
Tras dejarle claro a la supuesta “Dama de Hierro” que la recuperación de la isla era una cuestión de soberanía absolutamente innegociable, Deng presentó una nueva fórmula bautizada “un país, dos sistemas”, que les permitiría garantizar la estabilidad del territorio en disputa una vez concretada la reunificación.
El principio ideado por Deng consistía, básicamente, en facilitar la reunificación de China con regiones que tenían sistemas políticos y económicos diferentes, bajo un paraguas que les aseguraba un alto grado de autonomía en materia económica, administrativa y legal. En otras palabras, Beijing aceptaba la convivencia del socialismo con el capitalismo en su territorio, siempre y cuando nadie se atreviera a sacar los pies del plato de la idea de “una sola China”.
Finalmente, dos años después de aquel encuentro, China y el Reino Unido firmaron la Declaración Conjunta Sino-Británica, que estableció los términos para la devolución de Hong Kong en 1997. Tal como había planteado Deng, el acuerdo garantizó que la isla pudiera mantener su sistema capitalista y autonomía durante 50 años, en el marco del nuevo principio que ya había sido incorporado a la Constitución de la RPC.
Los caballos de Deng
«Los caballos seguirán corriendo, los bailarines seguirán bailando, y todo seguirá igual», fue la metáfora que eligió Deng Xiaoping para responder a los previsibles temores de los ciudadanos de Hong Kong y, al mismo tiempo, tranquilizar los ánimos de una comunidad internacional que observaba de reojo el experimento político chino.
Las dudas eran comprensibles teniendo en cuenta que uno de los primeros objetivos de la política “un país, dos sistemas” había sido resolver el tema Taiwán, tal como lo expuso públicamente el propio presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (APN), Ye Jianying, en un discurso de 1981, previo al acuerdo por Hong Kong: “Taiwán podría mantener su sistema económico, su propio gobierno y su autonomía, mientras reconozca la soberanía de la República Popular China”, fue la propuesta rechazada de plano por las autoridades de Taipei.
«Los caballos seguirán corriendo, los bailarines seguirán bailando, y todo seguirá igual»
Ocurre que Taiwán siempre percibió esta iniciativa como una amenaza velada, por lo que se encargó de rechazarla en forma sistemática, incluso ante países y organismos internacionales que jamás consideraron a la isla como una nación independiente.
Frente a esta postura, que ya lleva cuatro décadas, el vocero de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado de la RPC, Chen Binhua, prometió esta semana que dedicarán “esfuerzos vigorosos” a explorar una solución definitiva que resuelva las diferencias de una vez por todas. “El principio de ‘dos sistemas’ para la cuestión de Taiwán será una solución mientras los compatriotas de ambos lados trabajen juntos hacia una reunificación pacífica”, destacó el funcionario.
Bodas de plata
A diferencia de Taiwán, China logró que los caballos de Deng Xiaoping siguieran corriendo en la cosmopolita Macao, una región conocida en el exterior como “Las Vegas de Asia”, que acaba de celebrar el 25º aniversario del “regreso a la madre patria”, como gustan decir en Beijing, después de permanecer 422 años bajo el dominio colonialista de Portugal.
Al igual que Hong Kong, Macao fue convertida en 1999 en una Región Administrativa Especial (RAE) en el marco de “un país, dos sistemas”, por lo que pudo mantener su régimen capitalista, no renunció a su estatus de virtual capital de los juegos de azar y gozó de un alto grado de autonomía en materia legal y administrativa, según los lineamientos del principio.
En la citada celebración realizada en Macao, el presidente Xi Jinping afirmó que “los valores de paz, inclusión y apertura, encarnados en la causa de ‘un país con dos sistemas’, son relevantes no solo para China, sino también para el mundo entero”. A su juicio, la implementación de “un país, dos sistemas” debe contemplar cuatro principios básicos:
- Privilegiar la soberanía, la seguridad y los intereses de desarrollo de la Nación por encima de todo, garantizando el alto grado de autonomía de las RAE y respetando las diferencias entre los dos sistemas.
- Mantener un alto nivel de seguridad y promover un desarrollo de alta calidad, en un contexto de estabilidad y tranquilidad alcanzado con no poco esfuerzo.
- Aprovechar las ventajas únicas de Hong Kong y Macao para reforzar su conexión con la parte continental de China y el mundo. Con una actitud abierta e inclusiva, deben alinearse con la estrategia nacional de desarrollo y optimizar su papel como puente en la construcción de un nuevo paradigma de crecimiento.
- Fomentar la inclusión y la armonía, transmitiendo el valor que amar a la patria china es sinónimo de amar a Hong Kong y a Macao. En ese contexto, promover los intercambios y la integración multiculturales, y apoyar la causa de ‘un país con dos sistemas’ tanto en el país como en el extranjero.
Logros y tensiones
Desde su surgimiento en los ‘80, el principio “un país, dos sistemas” fue una de las polémicas que se sumaron a la grieta que separa al mundo por obra y gracia de la palabra “China”.
Por un lado, el caballito de batalla de los detractores del sistema son las multitudinarias manifestaciones en Hong Kong, de 2019, en protesta por el deterioro de las libertades civiles, los avances de China sobre la autonomía de la región y la violación del acuerdo original firmado en 1997, según las denuncias de entonces.
“El éxito de ‘un país, dos sistemas’ depende de la confianza mutua, pero esa confianza ha sido gravemente erosionada por el intervencionismo de Beijing”, afirmó el politólogo chino-estadounidense Minxin Pei. “Los acontecimientos en Hong Kong prueban que ‘un país, dos sistemas’ no es una opción para Taiwán”, supo decir la exlíder de la isla, Tsai Ing-wen.
Del otro lado del mostrador, los defensores del principio creado por Deng Xiaoping ponderan su contribución a la reunificación de China, lo muestran como un posible paradigma para la resolución pacífica de conflictos territoriales y destacan algunos logros alcanzados en las regiones recuperadas del colonialismo europeo.
En el caso de Macao, sostienen que el Producto Bruto Interno (PBI) aumentó siete veces en 2023, en comparación con el de 1999, la fecha de su recuperación de manos portuguesas. Al respecto, les encanta invocar el ranking 2024 de la revista “Forbes”, que clasificó a la llamada “ciudad de los casinos” como el segundo lugar más rico del planeta, solo superado por Luxemburgo.
Con un tamaño de poco más de 20 kilómetros cuadrados cuando fue recuperada por China, el gobierno le concedió la administración de 85 km2 de aguas circundantes; y en 2021, estableció una zona de cooperación en profundidad para ampliar la colaboración entre Macao y la provincia de Guangdong a una superficie que triplica las dimensiones de su territorio.
Respecto a Hong Kong, los defensores del principio “un país, dos sistemas” recuerdan que su aplicación no hizo que la región dejara de ser considerada como el principal centro financiero de Asia, solo superada por Nueva York y Londres en el índice global. Su puerto ocupa hoy el noveno lugar entre los más activos del mundo, al tiempo que su PBI superó los 380 mil millones de dólares en 2023 y registró una entrada de Inversión Extranjera Directa de 116.000 millones de dólares en 2022, ocupando el tercer lugar global según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Los períodos de autonomía acordados con Hong Kong y Macao tienen fecha de vencimiento en 2047 y 2049 respectivamente. Parece mucho tiempo, pero es un abrir y cerrar de ojos en la historia de un experimento político que, más allá de los logros alcanzados, sigue en plena evolución.