Murieron abrazados los tres. Así también vivieron. Aunque algunos eran hermanos y otros amiguitos, las noches compartidas en la precaria los había acercado a todos. Reían, lloraban, se enojaban. La vida misma.
Unas horas antes de que la noche se batiera sobre la humilde barriada, los niños se habían dibujado juntos, de la mano, queridos y queriendo. Y eso se salvó, como una imagen para la posteridad.
El último dibujo no fue consumido por las llamas. Sobrevivió. Un vecino lo registró y lo envió a Infosur. La emotiva imagen recorre el barrio que hoy, en el Día de Todos los Santos le reza a los chiquitos.