“Civilización y barbarie”, esa es la madre que parió a todas las zonceras que escribiera, magistralmente, el gran maestro Arturo Jauretche. “La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América”, dice al describirla en su ya clásico Manual de Zonceras Criollas.
Hubo un tiempo en que Chiquisaca, hoy en el Estado Plurinacional de Bolivia, supo ser la cuna de pensadores hispanoamericanos. Su universidad cobijó las aspiraciones revolucionarias e independentistas como Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo, entre otros. A muchos, dominados por aquella madre de zonceras, quizás le resulte difícil creer que justamente en Bolivia se formaron los próceres independentistas que lucharon por una verdadera Patria Grande. Pero fue así y un docente e investigador de la Universidad Nacional Arturo Jauretche comenzó a recorrer las huellas de esos caminos revolucionarios.
La investigación sobre los procesos históricos que luego convergieron en la conocida gesta revolucionaria de Mayo y que posibilitaron la independencia de nuestro país, llevó a Julián Dércoli, historiador y docente de la UNAJ, a un recorrido en el tiempo a partir de su visita a la Universidad de Chuquisaca, Bolivia.
Un viaje en el tiempo. Leer y releer documentos. El intento por descifrar qué están diciendo o qué datos ocultos pueden develar. Julián Dércoli se acercó a Chuquisaca con la pregunta sobre si esta universidad fue “una escuela de revolucionarios” siendo que la Corona española fundó unas treinta casas de estudios durante la dominación colonial – entre ellas la Universidad Nacional de Córdoba en nuestro país – pero, por alguna razón, no se formaron la cantidad de líderes que contabiliza la institución boliviana.
Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juan José Paso, y algunos líderes de otros países como Mariano Michel, Jaime Zudáñez, Manuel Zudáñez y Mariano Alejo Álvarez fueron algunos de los que transitó su educación universitaria en Chuquisaca.
“Recorrí tres archivos: el de la Universidad Real Mayor y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, el Archivo de la Casa de la libertad y el Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia. Sobre este último es sobre el que más trabajé. Traje otros documentos que aún no terminé de procesar”, explica el docente investigador.
El proyecto de investigación se denomina “Los aportes de la Universidad de Chuquisaca al proceso independentista sudamericano” y surgió como una iniciativa del rector de la UNAJ, Ernesto Villanueva, “para poder pensar cuál fue el aporte de la Universidad de Chuquisaca al pensamiento político de la independencia”, detalla el investigador.
Dércoli sostiene que pensar los procesos revolucionarios es interesante porque “están en la configuración misma de nuestra nación y de América. Por lo general, hay como un esfuerzo de intentar romper, cuando hacemos historia de nuestro país, o acotarlo a la forma que hoy tiene la Argentina. Y es interesante para pensar también la historia de la universidad, porque cuando pensamos en esto partimos de la Universidad de Córdoba y en realidad en nuestra tradición histórica, tendríamos que empezar a incluir a la universidad de Chuquisaca como parte de la historia de la universidad de Argentina”.
Debates y tensiones de la sociedad colonial
¿Cómo era esa sociedad? ¿Era conservadora, religiosa, retardataria sin más? ¿Qué y cómo estudiaban Moreno, Castelli, Paso, a fines del siglo XVII y principios del siglo XIX dentro de aquel sistema universitario?
Algunas discusiones del momento dan cuenta que en el seno de la sociedad colonial había discusiones que, con intención o no, ponían en duda el funcionamiento del poder de la Corona sobre nuestro territorio, en particular lo referente al funcionamiento y a la explotación de la fuerza de trabajo indígena y los derechos políticos de los territorios americanos. Estos debates se daban entre los propios funcionarios de la Real Audiencia de Charcas –más alto tribunal de apelación de la Corona española– y los miembros de la academia y de la universidad.
Dércoli explica que en este contexto en las universidades, hegemonizadas por los jesuitas, se impartía una formación organizada bajo la doctrina de Santo Tomás, Suárez y Mariana: “Los jesuitas empiezan a elaborar tempranamente la idea del regicidio que plantea que si el rey no cumple lo que establece la legislación, se convierte en tirano, razón por la cual el pueblo está autorizado a destituirlo. Esto es en pleno auge del absolutismo. Es una teoría novedosa y contraria a lo que uno podría pensar, porque en algún punto las universidades se fundan para sostener el poder colonial, para formar los funcionarios coloniales, etc. Y lo que encontramos es que esa formación escolástica tenía un germen disruptivo, sin ser en ese momento revolucionario, porque el marco conceptual sigue siendo salvar a la monarquía”.
El pensamiento revolucionario de América
Durante este periodo se estaban llevando a cabo las Reformas Borbónicas, que fueron “el intento de la Corona española por recuperar su dominio efectivo en América” a partir de un proceso de racionalización, centralización administrativa y con la vocación de colocar en las posiciones más encumbradas de la administración colonial funcionarios traídos de España.
El investigador cuenta que en la búsqueda en archivo dio con una Real Cédula de 1801 en la cual el Rey establece “la necesidad de fortalecer el sistema de censores reales que pongan límites a los contenidos educativos que afectaban los intereses de la colonia. Explícitamente hace mención el documento a la pervivencia de las teorías del regicidio y el tiranicidio que todavía perduraban de la tradición jesuita”
Esto permite discutir con una idea bastante instalada de que las revoluciones en América surgen por la influencia de la ilustración francesa. “Una idea bien colonizada dice que alcanzaba con leer a Rousseau o a Montesquieu para que los revolucionarios se dieran cuenta lo que tenían que hacer. Y en realidad, en la investigación intentamos abogar por la perspectiva de que las ideas ilustradas cumplen un rol, pero también había tensiones, contradicciones propias en la sociedad colonial; que esas ideas no nacen importadas sino que se montan sobre una conflictividad y sobre una discusión social muy interesante. Al mismo tiempo, queda de relieve el papel que cumplió la formación jesuita”, remarca Dércoli.
La educación, la Academia Carolina y la universidad
Las reformas borbónicas también plantean la necesidad de modernización de las cuestiones educativas. “Surge una propuesta de funcionarios de la Audiencia de instalar una academia, la Academia Carolina, un momento complementario a la educación universitaria que tenía como sentido formar en la práctica a los bachilleres, licenciados que salían de la universidad en el ejercicio de la profesión de abogado. La idea era que en ese periodo participaran de algunos cursos teóricos pero centralmente tenían que estar dos años participando en los litigios”, explica Dércoli.
Esa formación práctica era “un momento en el que entraban en contradicción la ley, lo formal y lo que se estaba haciendo. Esto no significa que modificara directamente la forma de pensar pero algún tipo de influencia creemos que puede tener, al menos eso planteamos en el trabajo”, puntualiza.
Otro hallazgo interesante es el documento sobre los debates de Victorian Villaba con Francisco Paula Sanz. “Fue bastante original porque se puede ver que en esta universidad se formaban estos líderes que después van a formar parte de estos procesos independentistas y también se formaban otros que tenían posición a favor del régimen colonial y de seguir sosteniendo la mita y de profundizar la explotación mediante la mita”.