Infosur en Varsovia: cómo es la ayuda humanitaria

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Por Mariano Ameghino, especial para Infosur*

Cuando recién llegamos a Varsovia todo nos sorprendía. Días después esas sorpresas pasaron a ser parte del paisaje cotidiano. El riesgo de dejar de sorprenderse se relaciona con lo que se puede considerar “noticia”, ya que todo aquello que no conocemos aparece como novedoso y noticiable mientras que aquello que acostumbramos a diario deja de serlo.

Luego de varios días en Polonia, donde ya vimos refugiadas con sus niños, banderas ucranianas y polacas abrazándose en los balcones, afiches callejeros e institucionales como muestras de solidaridad entre los pueblos, nos sorprendió comenzar a ver la llegada de ayuda humanitaria desde diferentes puntos del mundo hacia los y las ucranianos que se encuentran en Varsovia.

Si andas por Varsovia en el Restaurante Chimi & Churri argentinos oriundos de Quilmes hacen unas empanadas riquísimas. (Foto Mariano Amghino)

Escena 1.

Sentado en una cadena de café internacional, conversando con mi familia mediante el teléfono celular, al cortar la comunicación, se acerca un hombre, morocho, con barba y me dice “¿Hola, cómo estás?”. Asi, derechito. Es Español. Algo cansado de escuchar lenguas eslavas, germánicas, rusas, ucranianas, polacas y las entonaciones en inglés que cada una de ellas posee, así como ellos deben soportar mi “spanglish”, me sorprendí al escuchar un acento tan latinoamericano. “Hola, de dónde sos?” Repliqué al instante.

No todos los refugiados llegaron a salir con sus pasaportes. Ese detalle puede ser crucial a la hora de optar por un pais de destino. (Foto Mariano Ameghino)

Era Gregorio, chileno, 46 años. Al escucharme en mi español tan de Buenos Aires se acercó para ver que estaba haciendo por allí. El acababa de llegar de su país a Varsovia hacía dos días. Su misión: Ir a buscar a su suegra y cuñada con los niños para llevarlos consigo hacia Chile. Refugiadas de guerra ucranianas, madre y hermana de su esposa, Gregorio me explicaba que ya se volvían, que estaba intentando que puedan cambiar de ánimo, llevarlas a comer, a pasear, pero que al día siguiente regresaban a Chile. Bueno, él regresaba. Ellas iban a llegar por primera vez, y probablemente sin saber si algún día volverán.

“No hablan español, yo no hablo ucraniano, no hablan inglés, nos entendemos como podemos, pero yo estoy cumpliendo una misión. Ahora hay que ver el tema de papeles, los niños tienen que ir a la escuela, no saben español, pero acá estamos. Una noche mi suegra decidió ir a dormir a la casa del hijo y se fue con una pequeña maleta, esas que nosotros llamamos “carry on” y nunca más pudo volver a su casa. Así que está con lo puesto y una pequeña maleta. Encima, toda ropa de invierno. Tú sabes que la ropa de abrigo ocupa más lugar en una valija. Mi concuñado se tuvo que quedar”

Así Gregoria atestiguaba la llegada de refugiadas ucranianas a nuestro continente, al país vecino.

Escena 2.

El frío de la mañana de Varsovia cala hondo en los huesos. Las construcciones edilicias esconden al sol que se asoma entre los huecos que dejan el palacio de la cultura, grandilocuente construcción que dejó la época soviética y los edificios espejados, tipo rascacielos de las construcciones modernas del JP Morgan y otras multinacionales. Sobre las veredas de una de las entradas del palacio, una gran fila de automóviles con calcomanías que hacían referencia a la geografía española y ucraniana, banderas rojas y amarillas con amarillas y azules. Muestras de solidaridad entre España y Ucrania. Ayuda humanitaria decía el cartel. Autos y más autos. Más adelante observo otros con las mismas calcomanías entre Portugal y Ucrania. ¿Autos?. Vienen por carretera, por la ruta a buscar refugiados. La noche anterior en un restaurante argentino, los dueños del mismo, me comentaban que un tren que iba hacia Alemania cargado de pasajeras refugiadas ucranianas no fue aceptado por los Germanos. Adujeron problemas de logística. Los polacos, ya cansados de las artimanias alemanas que les ha mostrado la historia comienzan a impacientarse. Si los más de dos millones de ucranianos que han llegado en estos días no son absorbidos por otras comunidades miembros de Europa, Polonia colapsará. Se trata de una población de 40.000.000 de habitantes. Si hablamos de 2millones, ya estamos ampliando la población en un 5%. A esto se le debe sumar el millón de Ucranianos que ya vive en Polonia producto de la migración que tiene lugar desde el 2014.

“Lo que observo es que los Polacos se empiezan a preocupar y a cansar. Ya la gran cantidad de Ucranianos generaba molestias porque hay algunos puestos de trabajo que realizan por menos dinero que los Polacos. Choferes, gastronomía, tareas de cuidado. Si a esto le sumás que la gran mayoría se tiene que quedar aquí. Polonia no es un país rico. Además observo que algunos Ucranianos comienzan a ponerse “Pupis”. Es decir, empiezan a elegir, esto si, esto no. Y eso a los Polacos los irrita. Porque ahora muestran solidaridad pero antes de este conflicto muchos mostraban cierto menosprecio por la situación que te comentaba antes”

Otra mirada argenta que nos da la dueña del local de comidas argentinas que se instalaron en Varsovia luego de haber quedado varados durante la pandemia. Hoy venden empanadas argentinas, yerba, dulce de leche y son referencia para todo connacional que ande por Varsovia.

Panaderia de Varsovia. Postre dedicado a la solidaridad con Ucrania, con los colores de la bandera del país vecino. (Foto Mariano Ameghino)

Pero volvamos a la escena que estábamos describiendo. Autos de España que venían a buscar Ucranianos. Pasé y vi los coches, no me animé a sacar una foto de las calcomanías. Pensé que se podían molestar. No soy un periodista avezado. Me encuentro en Varsovia por actividades académicas y la situación me llevó a “hacer de reportero”. Primer lección de periodismo. Sacá la foto en el momento que sentís el impulso porque después estas frito.

Y así fue. Al regresar unas cuadras observo como esos autos madrileños están repletos de bolsos, frazadas, de pasajeros. Conversaban en ese español tan español que nosotros en argentina llamamos “gallego” pero es parte de nuestra ignorancia. Gallegos son los de Galicia, estos Madrileños hablaban igual que en las películas de Almodóvar. Me acerco a dos de las señoritas voluntarias, y con un simple “Hola, soy de Argentina”, las caras les cambiaron y amablemente comenzamos a conversar.

“Hemos llegado desde España, Madrid. Más de un día de carretera. Venimos porque como Organización de Ayuda Humanitaria nos contactaron para trasladar personas refugiadas que tienen contactos de familiares en España. Es horrible. No quiero jamás recordar este momento. No, fotos no, por favor. Imagínate tu que si estas en esta situación viene uno y encima quiere tomarte una foto. Recién eché a uno que se metía con la filmadora dentro del coche. ¿Pero como puede ser?.”

“Okey, por eso les preguntaba”. Dije cansino y arrepentido de no haber tomado aunque sea la fotografía de la calcomanía que acompañaba este combo de autos que iban a regresar a Madrid, 30 horas de ruta pero con una parada nocturna en un punto intermedio

Escena 3.

Estación de trenes de Varsovia. La escena ya es familiar. Otras crónicas han sido testigo. Las ONG ayudando refugiados, las empresas de celular ofreciendo chips, la bebida caliente, la comida, la ropa de abrigo. Las mujeres con sus niños y niñas. Rostros pálidos, tristes. Pero enteras.

Tropas norteamericanas por las calles de Varsovia.

Lo que cambia, para generar algo de sorpresa y entender que nos encontramos ante un hecho “noticiable” es el stand de la ONG que organiza los traslados. Suben y bajan carteles. Marcadores de color negro, grueso, indeleble, indican horarios, tachan y sobre escriben. “Berlín 12.00 hs” es reemplazado por “Berlín 17.00 hs”. Es el anuncio de micros que salen hacia Alemania. Otros carteles similares indican otros horarios hacia Suiza. Hay listas para anotarse. Demostrar que tenés algún destino seguro en ese país que te recibe. Amigos, familiares, quizá algún trabajo u otra evidencia que certifique que tu traslado no será en vano.

Allí puedo leer otro mensaje.

“Muchos ciudadanos ucranianos han cruzado la frontera sin los documentos correspondientes. Aquellos que posean su pasaporte en regla pueden solicitar VISA en países vecinos a Polonia. De lo contrario deben quedarse en Polonia hasta resolver la situación. O instalarse en Polonia, obtener empleo y ordenar sus papeles”

Como una frase del tema musical “Los olímpicos” de Jaime Ross donde dice “al que agarran sin los pelpa lo fletan en un avión. Uruguayos, Uruguayos, donde fueron a parar” , me quedé pensando en los comentarios de la connacional sobre la posibilidad que aquí en Polonia queden rezagados los refugiados con menos recursos y los que poseen mejores opciones vayan a otros países “centrales” y Polonia aparece una vez más como una especie de “patio trasero” de la Unión Europea. A veces si derpente te están bombardeando el barrio no se si tenés tiempo para ir a buscar el pasaporte y meterlo en la riñonera.

El viaje está llegando a su fin. Seguramente seguiremos el conflicto por los medios internacionales y estas pinceladas de observador criollo en medio de tanta Europa del este con ganas de occidentalizarse se perderán el día a día. No obstante, la vida no será la misma para los millones de ucranianas y ucranianos afectados por la guerra y como dice otro Uruguayo, Tabaré Cardozo, de Agarrate Catalina, me despido…..

“El tiempo me enseñó que las banderas, son palos con jirones que flamean y el mapa es un papel que se reparten los reyen mientras los hombres pelean.”

*Trabajador Nodocente, director de Relaciones Internacionales y profesor de la UNAJ

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