Estudiantes del Colegio Normal 3 de La Plata eran secuestrados hace 40 años -un 16 de septiembre de 1976- por efectivos de la Policía bonaerense, comandada por el entonces coronel Ramón Camps, en un hecho denominado como “La Noche de los Lápices”.
Las víctimas eran militantes que habían participado en la movilización que un año antes consiguió la implementación del Boleto Estudiantil Secundario (BES) en la capital de la provincia de Buenos Aires.
En agosto de 1976, la dictadura decidió suspender este beneficio con el propósito de identificar a los referentes del movimiento estudiantil que lideró este reclamo.
Así consta en un documento de inteligencia titulado «La Noche de los Lápices», que años más tarde fue hallado en dependencias de la Policía bonaerense, y en el cual el comisario mayor Alfredo Fernández describe las acciones que se debían emprender contra estos jóvenes, «integrantes de un potencial semillero subversivo».
La noche del 16 de septiembre se inició un operativo conjunto de efectivos policiales y del Batallón 601 de Ejército para capturar a nueve jóvenes que tenían entre 16 y 18 años.
La mayoría de ellos integraba la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación de superficie que estaba ligada a la Juventud Peronista.
Claudio De Acha; María Clara Ciocchini; María Claudia Falcone; Francisco López Muntaner; Daniel Racero y Horacio Ungaro eran arrancados de sus domicilios en la primera jornada de esa acción criminal.
En tanto que el 17, los represores apresaban a Emilce Moler y Patricia Miranda, que estudiaba en el Colegio de Bellas Artes de La Plata.
Cuatro días después caía Pablo Díaz, quien formaba parte de las Juventud Guevarista, un grupo vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Todos fueron conducidos al centro clandestino de detención conocido como Arana, donde se los torturó durante semanas, y luego se los trasladó al Pozo de Banfield.
Moler y Díaz recuperaron la libertad tras permanecer varias semanas cautivos en ese centro de detención ubicado en el partido de Lomas de Zamora.
Miranda también salió con vida de Arana, la trasladaron al Pozo de Quilmes y quedó alojada en la cárcel de Villa Devoto, a disposición del Poder Ejecutivo hasta marzo de 1978.
Gustavo Calotti, que había terminado el secundario un año antes, cayó en cautiverio el 8 de septiembre, y se lo considera un sobreviviente de estos hechos, ya que padeció la tortura junto a estos jóvenes.
Once años después de los hechos, Díaz testimonió en el Juicio a la Juntas, y dio cuenta de los padecimientos que sufrió en el pozo de Banfield junto a sus compañeros.
Sus vivencias quedaron reflejadas en el libro “La Noche de los Lápices”, publicado en 1985 y que dio origen a una película, que se estrenó en 1987 y se convirtió en un éxito de taquilla.
La sanción de la Ley de Obediencia Debida impidió en los años ’80 que el comisario Miguel Etchecolatz, autor material de estos secuestros y desapariciones, enfrentara la acción de la Justicia.
Tras derogarse en 2003 las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos dictados por el ex presidente Carlos Saúl Menem, se iniciaron los juicios de lesa humanidad y Etchecolatz recibió sentencias por varios crímenes.
Al ex policía, quien podría hoy acceder al beneficio de la prisión domiciliaria, se lo declaró culpable por los delitos cometidos en el Circuito Camps.
En ese proceso se procesó el caso de la Noche de los Lápices, además de otros crímenes perpetrados en los centros clandestinos de detención de La Plata y zonas cercanas.
Pese al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), los cuerpos de las víctimas aún no pudieron ser identificados.
El ex cabo de la policía Roberto Grillo, que participó en el secuestro de los estudiantes le confió hace años a la familia Ungaro que debió «quemar los cuerpos de los chicos», pero que él no los mató.
En reconocimiento a la lucha de este grupo de jóvenes militantes desparecidos se conmemora cada 16 de septiembre el día de la Reafirmación de los Derechos de los Estudiantes Secundarios.