Bernarda P. Camino *
Hace un año conocí a Helena en el barrio Luján, Florencio Varela. Me hice amiga al toque, por eso frecuento el barrio bastante seguido. ¿Su historia resumida? ¡Rajó a unos narcos y puso un comedor! Así, cortito y al pie.
Pero el 31 de octubre pasado sucedió algo terrible en ese barrio: se incendió una casa de madera por una vela prendida. Se habían quedado sin luz desde el día anterior. ¡Como suelen quedarse sin luz todos los asentamientos! Murieron tres criaturas. Tuvieron que envolver sus cuerpos en bolsas de consorcios para que mantener a los perros alejados. Lloré como hace mucho no lloraba. Me sentí sucia y culpable. Me dieron ganas de vomitar. Los tres angelitos murieron producto de la desigualdad social, la corrupción y la maldad.
Esta es una carta para pedir perdón. Perdón a los tres angelitos que fallecieron en el barrio de Luján. Perdón a los vecinos que reclaman hace años para que las ambulancias, bomberos y policías asistan con celeridad ante los llamados desesperados. Perdón a los padres de esas criaturas. Perdón. Perdón por esperar muchas veces desde la comodidad de mi casa a que las cosas se resuelvan, por haber tardado 26 años en darme cuenta que la lucha tiene que ser de todos los argentinos juntos.
Estoy indignada, dolida, desesperanzada. Porque somos tan culpables como los políticos»
Perdón. Hoy soy tan culpable como todos los que cerramos los ojos ante la indiferencia, la maldad y la corrupción. Porque esto no fue un accidente. Esto fue resultado de la corrupción, de políticos malos y malas políticas. Esto fue resultado de la desidia de los que pueden y no hacen. ¡Quiero gritar que me perdonen! Quiero gritarles y exigirles a todos los argentinos que lloren como yo lo hice cuando me enteré, que el nudo en la garganta sea insostenible, insoportable y que se acuesten preguntando por qué. Porque somos tan culpables como los políticos. Y que se levanten queriendo hacer algo.
El domingo 27 de octubre todos y cada uno votó por el país que quiere poniendo sus esperanzas en personas que hoy tienen sus manos manchadas de sangre. Los que se fueron y los que vienen. ¡Son culpables! Culpables de arrebatarles los sueños y las esperanzas a tres ángeles inocentes. Hoy, tienen tres pares de ojos observándolos desde el Cielo. Estoy indignada, dolida, desesperanzada. Porque son tres sonrisas menos en un país lleno de dolor. ¿De qué grieta me hablan hace años?
No voy a descansar hasta hacer lo imposible para cambiar esta realidad»
La única grieta que conozco es la que divide a los culpables, los que sí pudieron hacer y no hicieron, los que van a naturalizar mañana que hayan envuelto en bolsas de consorcios a los tres cuerpos pequeños para que sus restos no sean comido por los perros, de los inocentes, víctimas de un sistema corrupto, indiferente, poco empático. Y de la misma forma que pido perdón, les digo que no voy a descansar hasta hacer lo imposible para cambiar esto: desde el lugar que pueda y que me dejen.
Y que voy a pelear hasta el final. Para que vivamos en el país con el que soñamos. Y porque se los debo a esos tres angelitos. A ustedes, les digo: ojalá descansen en paz.
*Es voluntaria en un comedor comunitario del barrio Luján de Florencio Varela y tiene 26 años. Su correo es
[email protected]