Emilce Moler, sobreviviente de «La Noche de los Lápices», relató en junio pasado ante la justicia el episodio donde fue secuestrada junto a otros estudiantes secundarios, en septiembre de 1976, y su paso por el centro clandestino llamado Pozo de Quilmes a donde reclamó que el Poder Judicial «haga lo suyo para construir una Argentina sin impunidad».
«Tengo cierta tranquilidad de que hicimos mucho para lograr condenas sociales para los genocidas y condenas ejemplares, pero faltan algunas cuestiones. Los genocidas hicieron una cosa bien, que fue callar y aún no sabemos dónde están los cuerpos de los desaparecidos, de los chicos de la Noche de los Lápices, dónde están los nietos apropiados», dijo Moler al declarar hoy ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.
La mujer, de 62 años, contó ante el TOF 1 -que juzga a 17 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz– lo ocurrido entre el 16 y el 17 de septiembre de 1976, cuando diez jóvenes platenses que habían participado el año anterior de las movilizaciones por el Boleto Estudiantil -ella misma de 17 años, entre ellos-fueron detenidos por efectivos del Ejército y la Policía Bonaerense.
«Éramos jóvenes, creíamos en la política, nos oponíamos a la dictadura, creíamos en otro país que podíamos construir con mayor libertad», graficó Moler en alusión a los estudiantes secundarios que fueron secuestrados aquella noche, seis de los cuales permanecen desaparecidos.
En su relato, remarcó que «hace 36 años que doy testimonio» de lo ocurrido en septiembre de 1976 y su paso por varios centros clandestinos de detención, entre ellos el Pozo de Quilmes, hasta recuperar su libertad en mayo de 1979.
«Era estudiante del quinto año del (Bachillerato) Bellas Artes de La Plata y militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y ese día irrumpió el Ejército Argentino buscando a una estudiante de Bellas Artes. Les dije que era yo, y me taparon la cabeza y me subieron a un coche», recordó Emilce.
En el camino, vio que las fuerzas represivas subían al vehículo a otros estudiante secundarios.
«Llegamos a un descampado, que con el tiempo supe era el Pozo de Arana, un lugar donde una perdía la identidad, donde uno dejaba de ser persona y te convertías en una cosa a merced de otros», sostuvo y pidió al Tribunal omitir el detalle de las torturas sufridas allí y que ya relató en anteriores juicios.
«En esta virtualidad me da pudor contar», reclamó y el Tribunal la eximió de revivir esas torturas.
La mujer sí aportó los nombres de sus compañeros y compañeras con las que compartió cautiverio hasta el 23 de septiembre de 1976, cuando fue trasladada al Pozo de Quilmes.
«¿Van a traer a un jardín de infantes?», recordó haberle oído preguntar a un policía a otro, al notar la contextura menuda que tenía Emilce, a quien la delgadez hacía que «me ponían las esposas y se me salían».
Recordó que en ese centro clandestino «era todo muy aleatorio, el trato dependía de la guardia. Y uno nunca sabía por qué un día nos dejaban vendados, y otro días nos permitían sacar las vendas; un día podíamos hablar, otro día no. No te dejaban bañarte y la comida era insuficiente y desagradable».
Estando allí, una madrugada, le permitieron a su padre visitarla, y el hombre la vio en las condiciones inhumanas en las que se encontraba y le contó que estaba haciendo todo lo posible por sacarla de allí pero le dijo que su «vida dependía de (Miguel) Etchecolatz».
En diciembre de ese año pasó a estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y precisó que «con 17 años entré a la cárcel de Devoto, primero me dejaron en una celda sola, luego me pasaron a un pabellón del piso 4 de Devoto».
Recordó que al ser liberada «no podías ir a un psicólogo, no podías decir nada, no te creían y eso hizo que me aferrara a los afectos, a la familia y en mi caso al estudio».
«Nunca más me dediqué al arte. Cuando siento el olor de los óleos pienso en los chicos de Bellas Artes diezmados, Claudia Falcone, Francisco López Muntaner… Era natural la participación y a esa naturalidad se nos contestó con la brutalidad de la dictadura», reflexionó.
Asimismo relató: «Sentí que fui libre cuando tuve mi primer hija, cuando sentí que mi cuerpo respondía y había superado lo que había padecido».
«Son 36 años que vengo manteniendo la memoria», remarcó y detalló que vivía la paradoja de «tener que seguir para adelante sin dejar de pensar en el pasado. Fue una carga fuerte».
Emilce aseguró también: «Te duelen las ausencias, que en mi caso son muchas. tengo la tranquilidad de haber hecho todo lo posible para la condena social de lo ocurrido, pero te quedan heridas abiertas de nuestros compañeros desaparecidos, por eso seguimos hablando».
«Ya hicimos mucho, le pido a la Justicia que hagan lo suyo por construir una Argentina sin impunidad que nos permita olvidar un poco», reclamó al concluir su testimonio.
Del grupo de estudiantes secundarios de La Plata secuestrados entre el 16 y el 17 de septiembre de 1976, Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro permanecen desaparecidos, y Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce, lograron sobrevivir.
El TOF 1 de La Plata juzga desde el 27 de octubre último los delitos cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, y El Infierno, en Lanús.