Sobrevivió a la masacre de Florencio Varela con un balazo en la cabeza. Ahora, se tiene que operar para colocar una placa de platino en el hundimiento de cráneo, pero la dejaron sola. No tiene trabajo ni obra social. Así no hay ni una menos.
Magalí Pineda (20) lleva en el cuerpo y en el alma las marcas indelebles de ser una de las sobrevivientes de la llamada “masacre de Varela”. Dos de sus amigas recibieron tantas balas que murieron al instante, otra también pudo sobrevivir y ella, que fue la última en caer con un balazo en la cabeza, es un doble milagro que vive: estaba embarazada y pudo dar a luz a su hijo que hoy crece bien.
Magalí pudo volver a sonreír después de aquel baño de sangre de la madrugada del 11 de febrero del 2017, cuando junto a Sabrina Barrientos, Denise Juárez y Némesis Núñez se sentaron en el cordón de la vereda de la avenida Senzabello y Los Andes. Las primeras dos pasaron a engrosar la larga lista de femicidios que permanecen impunes, con la causa archivada. De Némesis poco se sabe. Y Magalí tiene que enfrentar el duro sometimiento del olvido. La dejaron sola.
Magalí hace changas, se las rebusca. Pero la situación se hace insostenible. Es paradójico que el jefe de la policía distrital en aquel tiempo, el Comisario Roberto Mongelos, tenga conchavo en la municipalidad como secretario de seguridad, el mismo que no investigó, por acción u omisión, por desinterés o apatía, o acaso por incapacidad. Uno de los más grandes hechos sangrientos de Florencio Varela ocurrió en sus narices, a pocos metros de la oficina. Sin embargo, ocupa el cargo. Y la víctima, la que recibió la violencia en medio de su cabeza, hoy tenga que hacer changas para sobrevivir.
Magalí necesita someterse a una nueva cirugía en su cabeza, la tercera. Es para colocarle un implante de platino por aquella bala que le atravesó de un lado al otro y necesita una obra social que la respalde. Sin trabajo no puede tenerla y su suerte está, otra vez, a la deriva.
Magalí tuvo dos paros cardíacos en la ambulancia, camino al hospital aquel febrero fatídico del 2017. La operaron dos veces, y a casi cinco años del hecho todavía le falta una operación en la que le colocarán una placa de platino para reparar el hundimiento del cráneo. Pero no tiene obra social.
Magalí no recuerda mucho de aquella madrugada y quiere esquivar la conversación. Ya casi no tiene pesadillas por las noches y quiere seguir así. No insistimos.
En la causa existen pocas certezas y muchas dudas. Entre lo que sabemos se puede señalar que la causa sobre uno de los hechos policiales más conmocionantes de la historia de Florencio Varela está archivada. Que las fojas de voluminoso expediente judicial que se conoció como la masacre de Varela, acumulan polvo en uno de lo oscuros depósitos del Juzgado de Responsabilidad Juvenil varelense y que la Justicia descentralizada local no siente vergüenza por ello.
También sabemos que la investigación policial fue un desastre. El crimen se cometió a metros de la jefatura distrital de la policía bonaerense. A metros. Que hubo teorías conspirativas que parecen haber allanado el camino para lo que se conoce como embarrar la cancha. Y que lo lograron. La masacre de Varela está hoy con la marca de la impunidad.
El primer paso que podría dar la fiscalía interviniente en este caso es dilucidar si el padre de una de las víctimas fatales fue amenazado por un misterioso “Señor D”, del cuál ahora apareció una foto con las víctimas fatales. La información suministrada a Infosur es que un hecho de esa relevancia tuvo lugar unos meses antes del desenlace fatal. ¿Reclamó un faltante de dinero? “Te vas a acordar de mí para toda la vida”, le habría dicho tras un cachetazo. ¿Por qué? ¿Qué quiso decir?
Magali salió de su casa a las 21:00 del viernes 10 de febrero del 2017. Recorrió a pie los pocos metros que la separaban de la vivienda de Denise, una de las dos víctimas fatales. Cuando llegó ya estaba Sabrina, la otra chica fallecida. Allí se prepararon, se pintaron y hablaron como lo hacían siempre.
Una de las chicas miró el reloj cuando un joven, a quien vamos a identificar como B., llamó. En un automóvil gris, las tres se dirigieron a Ezeiza. ¿Entregaron o dejaron un paquete? ¿Dejaron o trajeron dinero? Y aunque todo indicaba que después tenían que ir a Santa Diabla, van a buscar a Némesis, la otra sobreviviente al barrio San Francisco. Era la primera vez que esta chica salía con ella. ¿Hicieron algo antes de llegar a la casa de Némesis? ¿Estaba por allí el enigmático “Señor D”? Otra de las enormes dudas.