Cuatro madres valientes reabren un espacio vital en medio de la crisis económica, alimentando a decenas de niños y familias en Florencio Varela.
El sol apenas comienza a despuntar sobre Florencio Varela cuando Soledad Moreno, junto a Rocío Paola Altamirano, Gimena Coronel y Silvia Godoy, ya están en plena actividad. Las ollas grandes y las mesas largas llenan el espacio humilde pero acogedor del merendero. Después de tres años de inactividad, estas cuatro madres reabrieron el merendero «Los Solcitos», respondiendo a una necesidad urgente: el hambre que acecha a su comunidad.
Una lucha incansable
«Esto es todo a pulmón», comenta Soledad mientras revuelve una enorme olla. «Hace tres años cerramos por falta de recursos, pero la necesidad nunca desapareció. Al contrario, creció. Decidimos que no podíamos esperar más». Con la ayuda de donaciones y mucho esfuerzo personal, las cuatro mujeres consiguieron poner en marcha nuevamente el merendero, un lugar que significa esperanza para muchos.
La necesidad que impulsa la acción
En Florencio Varela, las dificultades económicas son palpables. La pandemia y la inflación exacerbaron una situación que ya era crítica.
El merendero no solo proporciona alimento; también se convirtió en un punto de encuentro para la comunidad. Soledad cuenta cómo el lugar se transformó en un refugio para muchos: «Aquí no solo damos comida, también escuchamos, apoyamos y ofrecemos un espacio seguro. Los niños juegan, las madres conversan, todos nos sentimos parte de algo más grande».
El futuro del merendero
A pesar de los logros, las cuatro madres saben que el camino es largo y lleno de desafíos. «Nuestro sueño es poder ampliar el merendero, ofrecer más comidas al día y quizás abrir una pequeña biblioteca o un centro de apoyo escolar», dice Soledad con determinación.
Soledad añade: «Pero para eso necesitamos más ayuda. Invitamos a todos los que puedan colaborar, ya sea con alimentos, tiempo o recursos. Juntos podemos hacer una gran diferencia».
Un llamado a la acción
La historia del Merendero es un testimonio del poder de la comunidad y la solidaridad. En tiempos de crisis, la unión y el esfuerzo colectivo pueden transformar vidas y brindar esperanza.
En un rincón de Florencio Varela, cuatro madres valientes están cambiando el mundo, una comida a la vez. Su historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la solidaridad puede brillar con fuerza.