El sol de la mañana calentaba un poco la Plaza de la Democracia de Florencio Varela cuando los primeros acordes de la Fanfarria «Alto Perú» del Regimiento de Granaderos a Caballo rompieron el silencio. Los vecinos, docentes y estudiantes, que habían comenzado a llegar desde temprano, contuvieron la respiración. El espectáculo que estaban a punto de presenciar quedaría grabado en sus memorias para siempre.
María, una maestra, apretaba con fuerza la mano de su alumno abanderado. «Nunca pensé que vería algo así en Varela», susurró, mientras una lágrima rodaba por su mejilla. A su lado, un grupo de estudiantes de una escuela varelense miraban boquiabiertos los uniformes relucientes de los Granaderos.
La Plaza de la Democracia se había transformado en un mar de celeste y blanco. Banderas argentinas ondeaban al viento, sostenidas por manos de niños, jóvenes y ancianos por igual. Los abandonados de las escuelas locales, parados firmes, sentían el peso de la responsabilidad en sus hombros.
Granaderos en Varela
Cuando la Fanfarria comenzó a interpretar el Himno Nacional, un escalofrío recorrió la plaza. Voces temblorosas se unieron en un coro improvisado, algunos con los ojos cerrados, otros mirando al cielo. Un veterano de Malvinas de 62 años, no pudo contener las lágrimas. «Esto», dijo señalando a su alrededor, «es por lo que luchamos».
El Presidente del Honorable Concejo Deliberante, Gustavo Rearte, observaba la escena con una mezcla de orgullo y emoción. «Organizamos esto para mantener viva la llama del patriotismo», comentó, «pero la respuesta de la gente superó todas nuestras expectativas».
A medida que avanzaba el espectáculo con un concierto, la emoción crecía. Cada pieza musical fue recibida con aplausos ensordecedores. Los bomberos voluntarios, parados en primera fila, se cuadraban instintivamente con cada marcha militar. Los niños, sentados en el suelo, miraban con ojos soñadores, imaginándose quizás como futuros héroes de la patria.
Pero el momento cumbre llegó cuando la Fanfarria interpretó la Marcha de Malvinas. Un silencio sepulcral cayó sobre la plaza. Los veteranos presentes, con sus medallas brillando bajo el sol, se pusieron de pie. El público los imitó en un gesto espontáneo de respeto y admiración. Por un instante, todo Florencio Varela pareció unido en un abrazo invisible.
Una retirada con lágrimas y emoción
Al finalizar el evento, nadie quería irse. Grupos de vecinos se acercaban a los Granaderos para sacarse fotos, tocar sus uniformes, agradecerles. Los niños correrían de un lado a otro, imitando los movimientos marciales que habían visto.
«Esto es más que un simple espectáculo», reflexionó Carmen, una jubilada de 75 años. «Es un recordatorio de quiénes somos y de dónde venimos. Es Florencio Varela honrando a la patria».
Antes de que terminara la jornada, Granaderos y vecinos compartieron un chocolate y una torta fritas que habían preparado para la ocasión los trabajadores del Honorable Concejo Deliberante.
Mientras la multitud se dispersaba lentamente, quedaba claro que algo había cambiado en Florencio Varela. La Plaza de la Democracia no sólo había sido testigo de un acontecimiento patriótico más; había sido el escenario de un renacimiento del orgullo nacional, un recordatorio de que, incluso en tiempos difíciles, el espíritu argentino permanece inquebrantable.