El sol del mediodía caía fuerte sobre la peatonal Rivadavia cuando la postal, más parecida a una escena de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en sus peores días de mano dura, estalló en pleno centro de Quilmes. Vendedores ambulantes dispersándose, vecinos confundidos, comerciantes con las persianas entreabiertas mirando de reojo. Allí, en ese cuadro cargado de tensión, Pamela —vendedora de medias, madre, trabajadora ambulante— terminó en el piso, golpeada, rodeada por un operativo policial que despertó más preguntas que respuestas.
Quilmes, distrito gobernado por una gestión que históricamente se mostró en las antípodas de la represión callejera, quedó envuelto en un episodio que contradice su propio discurso. Con Mayra Mendoza al frente, respaldada por La Cámpora, el municipio suele reivindicar políticas de protección social. Sin embargo, lo que denunció Pamela abre una grieta incómoda entre el relato y las prácticas concretas en la calle.
“Me mataron a palos”, alcanzó a decir entre lágrimas mientras señalaba los moretones que le cubren brazos, piernas y cintura. Su testimonio se expandió rápido entre los transeúntes que quedaron en shock tras ver cómo el operativo —con decenas de efectivos, algunos de civil— avanzaba contra la pareja. Su esposo fue reducido y detenido en cuestión de segundos, en medio de gritos y celulares levantados que registraban la escena.
“¡Están laburando para comer!”, se escuchó gritar a una mujer que se interpuso entre un oficial y la vendedora. El reclamo se multiplicó en la calle: bronca, impotencia, solidaridad. La gente se acercaba a cubrirla, a pedir explicaciones, a reclamar que soltaran al marido, mientras ella seguía tendida sobre el piso intentando recuperar el aire.
El operativo, según relataron testigos, fue desproporcionado desde el inicio. Un despliegue que recordó más a un procedimiento de alto riesgo que a la situación de una trabajadora informal ofreciendo medias a precio popular en una ciudad castigada por la crisis económica.
La escena —filmada por varios celulares— ya circula en redes sociales y empieza a generar un impacto político que golpea directamente al corazón de la gestión municipal. Las imágenes, duras y contundentes, muestran lo que muchos califican como abuso policial en pleno centro comercial.
Pamela fue atendida por personal médico y trasladada a un centro de salud con lesiones visibles en todo el cuerpo.
En Quilmes, el episodio dejó un sabor amargo: la tensión entre la necesidad de controlar el espacio público y el derecho elemental de trabajar para sobrevivir. En el medio, una familia rota y vecinos que no tardaron en alzar la voz.
Ahora, el caso promete escalar. No solo por la gravedad de lo ocurrido, sino porque expone, en carne viva, un problema que atraviesa a todo el conurbano: cuando la pobreza choca de frente con el gatillo fácil de los operativos desmedidos, el golpe más fuerte siempre lo recibe el que menos tiene.

