Por José Cáceres
En Florencio Varela nada de lo que pasó debería sorprender. Lamentablemente.
La Justicia confirmó en el 2022 lo que Infosur venía contando hace años: en diciembre de 2018, un narco peruano asesinó al subteniente Arnaldo Andrés López en el barrio Paraná. La pelea era por los campos donde se vendía droga y el territorio estaba en disputa. Nosotros lo publicamos. Estaba escrito. Nadie escuchó. [Acá podés leer aquella nota.]
Pero esa no fue la primera advertencia. Apenas un año antes, en febrero de 2017, había ocurrido la Masacre de Varela, un crimen a la vista de todos, en plena avenida Senzabello. Lo contamos en nuestras páginas, lo mostramos en imágenes, lo relatamos en un documental.
Desde entonces, los casos se multiplicaron: más muertes, más expedientes olvidados, más familias destruidas. En Infosur advertimos sobre la escalada. En esta nota lo señalamos antes del tiroteo en San Rudecindo. Pero otra vez, nadie escuchó.
Después vinieron, solo como ejemplos, el crimen de Lautaro Morello y Lucas Escalante. El doble homicidio de Paloma y Josué, entre otros.
Todo estaba frente a los ojos de quienes tenían que actuar: la política, la policía, la justicia. Pero prefirieron callar. La inacción fue cómplice.
Mientras tanto, las bandas crecieron. Se instalaron en los barrios, marcaron territorio, se movieron con la misma impunidad de siempre. Y hoy el espanto vuelve a golpear: tres chicas mutiladas, torturadas, asesinadas. Otra vez, la marca narco. Otra vez, el Estado ausente.
La secuencia es clara y está escrita con sangre: primero la masacre de Senzabello, después el policía en el campo de la droga, después otros crímenes silenciados, y ahora el triple femicidio. No hay sorpresa. Lo que hay es desidia. Y cada vez que se ignoró una advertencia, el precio lo pagó Varela. Y lo pagó con sangre.
Los vecinos lo saben y lo repiten en la calle: la violencia no se detiene con discursos ni con excusas. Se detiene con decisión política, con una justicia firme, con un Estado presente de verdad. Nada de eso ocurrió.
Por eso la frase es tan brutal como real:
Los peruanos ya habían matado en Varela.
El problema no fue no saberlo.
El problema fue no querer verlo.

