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La historia de la primera víctima fatal por coronavirus de Varela

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La cuarentena obligatoria que trastocó la vida de millones de personas al cambiar sus hábitos, rutinas y la forma de relacionarse, modificó también el modo de transitar y procesar la muerte, ya que no se realizaron velatorios en el país, a los sepelios podían asistir un máximo de tres personas y, si el deceso fue por coronavirus, los familiares ni siquiera podían ver una última vez a su ser querido.

Esto fue lo que les pasó a los familiares de la primera víctima fatal por el virus de Florencio Varela, cuya identidad reveló su propia hija en declaraciones al portal de Infobae: “Mi papá murió de coronavirus: no me dio tiempo a despedirme”.

Laura Martínez es la hija del Daniel Héctor Martínez que tenía 58 años y vivía en el barrio Villa Vatteone de Florencio Varela. Murió en una clínica de Ranelagh en Berazategui el 29 de marzo del año de la pandemia.

Como indicaba el protocolo, lo cremaron sin ceremonias ni acompañantes. Por eso Laura -que está en pareja y vive a 60 kilómetros del resto de su familia- tardó mucho tiempo en abrazarse a su madre y llorar con ella.

La última vez que pudo abrazarlo, tocarlo, besarlo fue el último domingo de febrero del año de la pandemia, el día en que Laura celebró su cumpleaños número 32. Compartieron un asado en familia junto a su esposa, con la que estaba casado desde hacía 40 años, sus cinco hijas, los yernos y sus cuatro nietos. Después de ese domingo, Laura volvió a verlo una sola vez, ya internado y con barbijo, a la distancia, nueve días antes de su muerte.

Laura le contó a Infobae que hacía 34 años que su papá trabajaba en una empresa que hace gas para refrigeración en Bernal. Siempre había estado en la fábrica, pero, desde hacía un tiempo, se ocupaba de los despachos en las oficinas. “El lunes 9 de marzo (siempre del año de la pandemia) estuvo en el trabajo con un compañero que había vuelto de Europa. Dijo que tosía y estornudaba”, recuerda ella.

El martes 10 del 2020 volvió a trabajar sin problemas, pero al día siguiente empezó a tener fiebre y dijo que se sentía muy cansado. “Él siempre había sido muy cuidadoso, muy prolijo. Siempre que llegabas de la calle te decía que te lavaras las manos y la cara y recién después te sentaras a comer. Así que apenas sintió los síntomas se aisló”. Tomó la decisión aun cuando el médico, ese mismo día, le diagnosticó una gripe y le dio paracetamol.

El jueves 12 -según la cronología de Laura- volvió a ir al médico porque se sentía peor. El diagnóstico cambió: bronquitis aguda. “Las dos veces dijo que había estado con alguien que había vuelto de Europa pero no le hicieron el hisopado”. “El flaco” igual seguía en aislamiento voluntario. Yolanda, su mujer, le preparaba la comida y se la dejaba sobre una silla al lado de la puerta.

El viernes, cuando sus familiares vieron que seguía con 39 de fiebre y dolor de cuerpo, volvieron a llamar al 148, la línea que habilitó el gobierno para responder consultas sobre coronavirus. “Pasó lo mismo: volvieron a decirnos que no iban a hacerle el hisopado porque no tenía todos los síntomas”. Después del octavo día con fiebre, Yolanda llamó a la clínica para pedir que lo internaran.

No lo internaron pero el lunes 16, ante la insistencia de Yolanda que repetía “ya no sé qué hacer”, le hicieron el hisopado. Lo internaron dos días después, cuando aún no había llegado el resultado. Faltaban casi tres días para el inicio de la “cuarentena total” cuando a Yolanda le pidieron que se aislara: ninguna de las personas que habían estado con él podía salir de casa. Ese día fue la última vez que Yolanda vio a su marido.

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