Este 15 de agosto, muchos bonaerenses, entre ellos de Florencio Varela, Quilmes y Berazategui, buscarán una excusa para salir de la rutina y aprovechar el feriado con una escapada corta. Mientras se pueda, claro. Y si la idea es sumar buen comer, aire libre y comunidad, la Provincia de Buenos Aires tiene opciones que mezclan tradición, gastronomía y fiesta popular. Y todo bien gasolero.
Entre las propuestas más tentadoras se destacan la Fiesta del Chorizo en Comodoro Py (Bragado), Chocogesell en Villa Gesell y la Fiesta de la Empanada Rodriguense en General Rodríguez. Tres eventos con menú irresistible y algo más: historias, trabajo colectivo y un sentido profundo de identidad.

El chorizo como bandera en Bragado
En Comodoro Py, pequeño pueblo rural de Bragado, a unos 240 kilómetros de Florencio Varela, la Fiesta del Concurso del Chorizo Seco se celebra el segundo fin de semana de agosto y atrae a miles de visitantes. Entre peñas, pruebas de riendas, desfiles criollos y un concurso en el que productores locales defienden sus recetas, el aroma de los fogones se mezcla con música y tradiciones de campo.
“Es una fiesta con sabor a pueblo, donde todos colaboran para sostener las instituciones locales”, contó Andrea Gómez, una de las organizadoras.
Chocolate y turismo en Villa Gesell
En pleno invierno, Chocogesell transforma a Villa Gesell en un paseo de aromas dulces y manos artesanas. Más de 200 expositores, shows en vivo, demostraciones gastronómicas y actividades para chicos llenan el Pinar del Norte, en un evento que fue declarado Fiesta Nacional y que busca impulsar el turismo fuera de temporada.
Empanadas con historia en General Rodríguez
Acá nomás de Florencio Varela, del 15 al 17 de agosto, el Predio Estación Cultural será sede de la Fiesta Municipal de la Empanada Rodriguense. Además de un concurso abierto a cocineros mayores de 18 años, habrá espectáculos, ferias y clases de cocina. “La empanada acá no es solo comida, es identidad y trabajo local”, aseguró Pablo Fernández, director de Turismo.
Estas tres celebraciones demuestran que un viaje corto puede ser mucho más que una salida gastronómica: es una oportunidad para sumarse a la vida de un pueblo, compartir su mesa y volver con el recuerdo de un sabor y una historia que valen más que cualquier souvenir.

