Florencio Varela abre un nuevo refugio nocturno para personas en situación de calle: «Trabajamos como escudo ante el ajuste de Milei»

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El intendente Watson inauguró en Don José un parador equipado para hombres en vulnerabilidad social extrema. Con baños, aire acondicionado y talleres de reinserción, el espacio busca contener la demanda creciente de personas que perdieron trabajo, vivienda o cayeron en adicciones. «La Provincia y los Municipios sentimos el impacto del deterioro económico nacional», denunció el mandatario.

FLORENCIO VARELA – El sol de la tarde iluminaba el amplio patio delantero del nuevo refugio nocturno en la esquina de La Aguada y 437, en el barrio Don José. Bajo dos gazebos improvisados, «Checho Style» —el reconocido barbero del distrito— acomodaba sus tijeras, máquinas y peines mientras esperaba a los primeros residentes que llegarían para recibir un corte de pelo gratis. En la pared del fondo, un mural recién terminado mostraba el rostro del Papa Francisco mirando hacia la calle, como bendiciendo a quienes crucen ese umbral buscando un techo donde dormir.

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Era la tarde de la inauguración oficial del nuevo parador municipal destinado a hombres en situación de calle, el último eslabón de una red de contención social que Florencio Varela viene construyendo desde hace años para enfrentar una realidad cada vez más dura: la cantidad de personas sin hogar crece, el desempleo no cede, las adicciones devastan familias, y el Estado nacional dejó de estar presente.

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El intendente Andrés Watson inauguró el nuevo parador nocturno para hombres en situación de calle en Don José, Florencio Varela.

El intendente Andrés Watson, acompañado por la secretaria de Desarrollo Social Laura Vivas y funcionarios provinciales, oficializó la puesta en marcha del establecimiento nocturno. «Inauguramos un parador equipado con baños, aires acondicionados, cámaras e ideado con reglas para la estadía en un compromiso compartido», detalló el mandatario comunal, recorriendo las instalaciones que huelen a pintura fresca y a segundo chance.

Un refugio contra la crisis

El nuevo parador se suma a una red municipal de atención a personas en situación de calle que ya asiste a decenas de varelenses que quedaron literalmente en la calle después de perder el trabajo, no poder pagar el alquiler, romper vínculos familiares o caer en las garras de las adicciones.

«La Provincia y los Municipios sintieron el impacto de las políticas públicas nacionales que deterioraron la economía, el empleo, la cotidianidad de la gente», disparó Watson sin eufemismos, apuntando directamente al ajuste del gobierno de Javier Milei que dejó sin programas sociales, sin obra pública, sin asistencia a comedores, a miles de municipios del conurbano bonaerense.

Y completó: «Trabajar como un escudo con el gobernador Axel Kicillof fue imprescindible para planificar una comunidad con responsabilidad, solidaridad y posibilidades de progreso». El mensaje político era claro: mientras Nación desfinancia, Provincia y Municipio sostienen. O intentan sostener.

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El refugio para personas en situación de calle inaugurado en Don José de Florencio Varela. La vista del interior.

El parador de Don José está equipado con camas individuales, baños completos con duchas de agua caliente, aire acondicionado para el verano y calefacción para el invierno, cámaras de seguridad y un reglamento interno que establece horarios, responsabilidades y compromisos para quienes accedan al lugar.

«No es un hotel. Es un espacio de tránsito hacia la reinserción», aclara Sergio García, encargado del refugio. «Acá llegan personas que acudieron a nosotros a buscar una oportunidad a partir de la pérdida de trabajo, no contar con los recursos para pagar un alquiler o sufrir estafas. Este lugar alivió la demanda cada vez más creciente».

Las historias detrás de los números

Oscar Pérez tiene 47 años y una historia que podría ser la de cientos de varelenses. Trabajó toda su vida. Tenía familia, casa, proyectos. Hasta que empezó a consumir. Primero alcohol, después paco. En menos de dos años perdió todo: el trabajo, la casa, a su mujer, a sus hijos. Terminó durmiendo en la calle, mendigando, robando a veces para conseguir la dosis.

Hace ocho meses ingresó al hogar «Jorge Novak» en Zeballos. «Estaba deprimido, completamente perdido. Los talleres de Psicología me ayudaron mucho: recuperé a mis hijos y a mis hermanos», narra Oscar con los ojos húmedos mientras recorre las instalaciones del nuevo parador de Don José.

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El corte de pelo para las personas en situación de calle que llegan al refugio de Florencio Varela.

La historia de Oscar no es excepcional. Es la norma. En los hogares municipales de Florencio Varela conviven decenas de hombres con biografías similares: trabajadores que cayeron en adicciones, padres de familia que perdieron el empleo y después la casa, víctimas de estafas inmobiliarias que quedaron en la calle de un día para el otro, personas con problemas de salud mental sin red de contención familiar.

«La diversidad de dificultades es enorme», explica Sergio García. «No todos están acá por adicciones. Muchos simplemente no pudieron pagar más el alquiler. O el dueño les pidió la casa y no tenían adónde ir. O sufrieron una estafa y perdieron todo. En este contexto económico, cualquiera puede quedar en la calle».

Más que un techo: un proyecto de vida

El modelo de los paradores municipales de Florencio Varela es un colchón donde dormir y a la vez un proyecto de reinserción integral que incluye acompañamiento psicológico, talleres de oficios, tratamiento de adicciones, revinculación familiar y apoyo en la búsqueda de empleo.

«Evocamos la estrategia conjunta con organismos especializados con la misión de acompañar y alcanzar la revinculación familiar o la reinserción comunitaria», detalló Watson durante la inauguración. Esa «estrategia conjunta» involucra a equipos de psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, referentes de grupos de autoayuda como Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos.

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Diego Aguilera, director general del hogar «Vivir Libre» ubicado en Ingeniero Allan, ponderó «la labor articulada» con la gestión municipal y definió al flamante dispositivo de Don José como «un apoyo a ciudadanos con historias difíciles que necesitaron un oído, desahogarse».

Los talleres de psicología son fundamentales. Muchas de las personas que llegan a los paradores arrastran traumas profundos: violencia familiar, abusos en la infancia, pérdidas traumáticas, años de consumo problemático. «No alcanza con darles una cama y comida», explica una psicóloga que trabaja en el hogar Jorge Novak. «Hay que reconstruir la autoestima, trabajar los vínculos, ayudarlos a pensar un proyecto de futuro. Sin eso, apenas salen del parador vuelven a la misma situación».

La revinculación familiar es otro eje clave. Los equipos de trabajo social contactan a las familias, median conflictos, trabajan para reconstruir vínculos rotos. «A veces la familia los rechaza porque están cansados, porque les robaron, porque no aguantan más. Pero cuando ven que el familiar está haciendo un tratamiento serio, que cambió, muchas veces lo reciben de nuevo», explica una trabajadora social del equipo municipal.

El ajuste de Milei y el aumento de la demanda

El gobierno provincial está trabajando en conjunto con los municipios del conurbano para contener una demanda que explotó desde que Javier Milei asumió la presidencia en diciembre de 2023.

Las cifras oficiales no mienten: la cantidad de personas en situación de calle creció exponencialmente en el último año. El desempleo, el recorte de programas sociales, la eliminación de subsidios a servicios, todo empujó a miles de familias al borde del abismo. Y muchas cayeron.

El parador de Don José se pensó específicamente para contener esa demanda creciente.

Checho Style y el mural del Papa: dignidad en los detalles

La presencia de «Checho Style», el barbero reconocido del distrito, en la inauguración del parador no fue solo un gesto simbólico. Fue una declaración de principios: estas personas merecen dignidad, cuidado, respeto. No son desechos sociales. Son vecinos que atraviesan una situación difícil y necesitan apoyo.

Bajo los gazebos del patio, Checho y su equipo atendieron gratuitamente a varios residentes de los hogares Jorge Novak y Vivir Libre que llegaron para conocer el nuevo espacio. Cortes de pelo, arreglos de barba, charlando de fútbol y de la vida mientras las tijeras hacían su trabajo.

El mural del Papa Francisco en la pared del fondo del parador también tiene su significado. Francisco, el Papa argentino que siempre habló de los últimos, de los descartados, de los que el sistema expulsa. Su presencia en ese muro es un recordatorio: acá nadie es descarte. Todos tienen derecho a una segunda oportunidad.

Los desafíos que vienen

La apertura del parador de Don José es una buena noticia, pero no resuelve el problema de fondo. La cantidad de personas en situación de calle sigue creciendo. Los recursos municipales y provinciales son limitados. Y el gobierno nacional sigue ausente.

La frase de Watson durante la inauguración resume la posición política del oficialismo bonaerense: «Trabajar como un escudo con el gobernador Axel Kicillof». La provincia y los municipios del conurbano se asumen como trinchera contra el ajuste nacional. Sostienen comedores, mantienen programas sociales, abren paradores, dan respuestas.

No es filantropía. Es política. En el sentido más genuino de la palabra: gestión de lo común, administración de los recursos colectivos para mejorar la vida de la gente. Especialmente de la gente que peor la está pasando.

El parador de Don José es, en ese sentido, un acto de resistencia. Contra la lógica del sálvese quien pueda. Contra la idea de que los que caen son responsables individuales de su fracaso. Contra el discurso de la meritocracia que ignora que millones de personas no tienen las mismas oportunidades.

«Acá no juzgamos», sentencia García, el encargado del refugio. «Acá recibimos, escuchamos, acompañamos. Y trabajamos para que puedan salir adelante. Porque todos merecen una oportunidad. Todos».

Mientras el sol se ponía sobre Don José, los primeros residentes del nuevo parador empezaban a llegar. Con bolsos gastados, miradas cansadas, pero también con una chispa de esperanza. Esa noche dormirían bajo techo, con un baño limpio, una cama propia, la imagen del Papa Francisco mirándolos desde el mural.

Y tal vez, solo tal vez, ese sea el primer paso hacia una vida mejor.

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