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Créditos en la tercera edad: ¿Realmente son accesibles?

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Pasaron 7 años desde que los países miembros de la OEA acordaron tomar medidas que garanticen el acceso de las personas mayores a servicios financieros como préstamos o hipotecas. Sin embargo, no hubo avances significativos y los topes de edad que fijan los bancos siguen siendo excluyentes.

El acceso al crédito de las personas mayores no es un tema del que se hable abiertamente, pero es crucial para la seguridad e inclusión económica de estos grupos. Actualmente, llegar a la tercera edad no significa el fin de los proyectos, sino una nueva etapa que puede ser tan o más activa que la anterior, ya sea por decisión o por necesidad. En este sentido, muchas veces es necesario acceder a servicios financieros para poder alcanzar nuevas metas laborales y/o personales, pero con los requisitos que establecen los bancos se vuelve cada vez más difícil.

Los países miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) firmaron en 2015 la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, en el cual se comprometieron, entre otras cosas, a tomar medidas efectivas para garantizar el derecho de las personas mayores a “tener acceso en igualdad de condiciones a préstamos bancarios, hipotecas y otras modalidades de crédito financiero”[1].

Poco se ha avanzado desde entonces en esta materia, ya que el límite que establecen las entidades bancarias en Latinoamérica se sitúa, en promedio, en la edad de 75 años al momento del pago de la última cuota. Sin embargo, en Estados Unidos, también miembro de la OEA, el único requisito es demostrar solvencia, sin importar la edad. Así, cualquier persona puede acceder a un crédito hipotecario en cualquier momento de su vida, a partir de la mayoría de edad.

Una duda frecuente es qué pasa si la persona que toma el préstamo muere antes de saldarlo. En este caso, la entidad que otorgó el crédito puede tomar la propiedad como forma de pago, pero no puede retener nada del patrimonio que no esté afectado por ese servicio.

“Otra posibilidad es que quede bajo el respaldo de un segundo dueño mediante una estructura societaria americana denominada LLC o Corp, donde tomarían la deuda pendiente y el título de la propiedad los socios vigentes. Nuestros clientes suelen respaldar su patrimonio con financiamiento, estructurando este tipo de sociedades junto a sus herederos como socios accionarios de la empresa conformada” detalla Nilda Gauna, Country Manager de QKapital Argentina.

Esta posibilidad no es únicamente para ciudadanos estadounidenses, sino que personas extranjeras también pueden acceder a créditos hipotecarios. Para solicitarlo hay que demostrar liquidez en cuentas bancarias en Estados Unidos como garantía de que puede hacerse cargo del pago de las cuotas. “De esta manera, personas mayores de 65, que ya alcanzan un 25% de las solicitudes, pueden acceder a este servicio para seguir persiguiendo sus objetivos financieros”, agregó Gauna.

Lo cierto es que hoy, la vida después del retiro es un nuevo comienzo, con nuevos desafíos, y en la mayoría de los países americanos esto no es tenido en cuenta. Al ver limitadas sus opciones, muchas personas se ven obligadas a buscar el financiamiento que necesitan por medio de canales informales que terminan trayéndoles más problemas que soluciones. Requisitos imposibles de cumplir, intereses altísimos y posibles estafas son solo algunas de las dificultades a las que se enfrentan aquellos que son relegados del sistema financiero. 

Un crédito hipotecario es una buena opción para alcanzar objetivos o sobrellevar un imprevisto porque es una herramienta que permite acceder inmediatamente a lo que de otra forma podría llevar meses o años. En Argentina la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES) recientemente lanzó un servicio de créditos para jubilados que tiene como tope la edad de 92 años para finalizar el pago. Esta experiencia podría ser replicada por distintas entidades para democratizar el acceso a esta herramienta financiera.

Este tema abre un debate que debería discutirse seriamente. Por un lado, plantea una mejora en la calidad de vida de esta generación porque les permite seguir desarrollándose y alcanzar sus metas. Y por otro, se evidencia que existe un segmento muy activo del mercado que no está siendo abordado, que podría traer nuevas oportunidades y volverse muy competitivo.

Todo indica que la experiencia de los adultos mayores va a seguir creciendo y con ella, una demanda de servicios financieros que los acompañen en este crecimiento. Considerar a las personas de la tercera edad como sujetos de crédito y diseñar productos específicos para ellos es un gran desafío para el mercado, pero también podría ser una gran oportunidad.  

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