Volvió a su casa en Pico de Oro: dieron el alta a Paola, la mujer que parió en la calle de Florencio Varela

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Después de dos días de internación en el Hospital Mi Pueblo, Paola Rocío Altamirano (29) regresó a su hogar con Paula, la beba que nació sobre la tierra en la esquina de Berna y Checoslovaquia. Madre e hija están en buen estado de salud. Soledad, la vecina que asistió el parto, sigue acompañándolas.

FLORENCIO VARELA – Paola Rocío Altamirano volvió este jueves a su casa del barrio Pico de Oro con Paula en brazos. La misma casa de la que salió el lunes a las 5 de la mañana con contracciones de parto, la misma casa a la que no llegó ninguna ambulancia, la misma casa que dejó para terminar pariendo en la calle de tierra de Berna y Checoslovaquia.

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Después de dos días de internación en el Hospital Mi Pueblo, los médicos determinaron que tanto la madre como la beba estaban en condiciones de ser dadas de alta. Los controles postparto fueron satisfactorios. Paula pesa 3 kilos y 200 gramos, se alimenta bien, respira sin problemas. Paola se recuperó físicamente del parto traumático que vivió en medio de la calle, asistida por su vecina Soledad Moreno, que nunca había recibido a un bebé en su vida.

«Están bien las dos, gracias a Dios», confirma Soledad a Infosur. «Pero esto no borra lo que pasó. Paola tuvo que parir en la calle porque la ambulancia no llegó. Eso no se puede olvidar».

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Su vecina Soledad Moreno, que asistió el parto sin formación médica, sigue acompañándola. Madre e hija están en buen estado de salud, pero el trauma del parto en la calle permanece. «Esto no puede volver a pasar», insiste Soledad.

El regreso a Pico de Oro

El alta médica llegó el jueves por la tarde. Paola juntó las pocas cosas que tenía en el hospital —la ropita que le dieron para Paula, algunos pañales, el alta médica firmada por los profesionales— y se preparó para volver. Esta vez sí había un plan de traslado: la vecina consiguió un auto para llevarlas de regreso al barrio.

No hubo ambulancia para el parto. Pero tampoco la hubo para el regreso. Paola volvió a su casa como pudo, igual que llegó al hospital: gracias a la solidaridad de quienes la rodeaban.

Cuando llegó a su casa en Pico de Oro, sus otras cuatro hijas la esperaban en la puerta. Tenían ganas de conocer a Paula, de abrazar a su mamá, de que todo volviera a la normalidad.

«Las nenas estaban contentas de verla, pero también asustadas», cuenta Soledad. «Sabían que algo malo había pasado. Que su mamá había sufrido. Los chicos sienten todo».

Soledad sigue ahí: la vecina que no abandona

Desde que Paola volvió a su casa, Soledad no se despegó. Pasa varias veces al día, lleva comida, ayuda con las nenas más chicas, se asegura de que Paola descanse, controla que Paula esté bien. Es el mismo rol que cumplió el lunes a las 6 de la mañana cuando se arrodilló en la tierra para asistir un parto que no sabía cómo asistir: el rol de la vecina solidaria que sostiene cuando el Estado se cae.

«Yo no la voy a dejar sola», dice Soledad con firmeza. «Paola pasó por algo muy feo. Y encima tiene cinco hijas. Necesita ayuda. Así que acá estoy».

La solidaridad vecinal es la red de contención real en barrios como Pico de Oro. No son programas sociales. No son políticas públicas. Es Soledad yendo a la casa de Paola con una olla de comida. Es otra vecina que se acerca a preguntarle si necesita pañales. Es el almacenero de la esquina que le fía. Es eso: gente ayudando a gente porque nadie más lo hace.

«En el barrio todos nos conocemos», explica Soledad. «Sabemos quién necesita, quién está pasando un momento difícil. Y nos ayudamos. Porque si no nos ayudamos entre nosotros, ¿quién nos va a ayudar?».

Las secuelas que no se ven: el trauma de parir en la calle

Paola está físicamente bien. Los controles médicos lo confirmaron. Pero hay secuelas que no aparecen en los análisis de laboratorio ni en las revisiones ginecológicas. Hay un trauma emocional que va a tardar en sanar.

El parto es uno de los momentos más vulnerables en la vida de una mujer. Debería ser un momento de cuidado, de contención, de profesionales preparados asegurándose de que todo salga bien. Pero para Paola fue un momento de abandono absoluto. De sentirse sola en medio de una calle de tierra, empujando una vida al mundo sin ninguna garantía de que ella o su hija iban a sobrevivir.

Las preguntas que nadie responde

Pasaron dos días desde el parto en la calle. Paola y Paula están en casa, sanas. Soledad volvió a su rutina, aunque ahora con una responsabilidad extra: cuidar de su vecina. Todo parece haber vuelto a la normalidad.

Pero las preguntas siguen flotando. Las mismas preguntas que Soledad repite cada vez que habla del tema:

¿Por qué la ambulancia no llegó?
¿Por qué barrios como Pico de Oro están abandonados?
¿Por qué las mujeres humildes tienen que parir en condiciones del siglo XIX?
¿Cuántas Paolas más van a tener que parir en la calle antes de que algo cambie?

Hasta el cierre de esta edición, Infosur no recibió ninguna respuesta oficial del SAME, del Ministerio de Salud provincial, ni de ningún funcionario responsable del sistema de emergencias. El parto en la calle de Pico de Oro no generó ningún comunicado oficial, ninguna explicación, ninguna medida correctiva.

Como si no hubiera pasado nada. Como si fuera normal que las mujeres parieran en la calle. Como si Paola y Paula fueran solo un número más en las estadísticas de un sistema que ya no funciona.

«Esto no puede volver a pasar»

Soledad lo repite como un mantra. Lo dijo el lunes cuando Infosur la entrevistó por primera vez. Lo repite ahora que Paola ya está en casa. Lo va a seguir repitiendo hasta que alguien escuche.

«Esto no puede volver a pasar. No puede ser que una mujer tenga que parir en la calle porque el Estado no funciona. No puede ser que una vecina que no sabe nada tenga que hacer de partera. No puede ser que dependamos de la suerte y de la solidaridad para sobrevivir».

Son palabras simples. Directas. Sin vueltas. Pero en Argentina, las palabras se las lleva el viento. Y las Paolas siguen pariendo en la calle.

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