En la esquina de Calle 14 y Derqui, en el corazón del barrio San Eduardo de Florencio Varela, el tiempo parece detenerse cada vez que alguien espera el colectivo. Los vecinos, con ojos vigilantes, escanean constantemente su entorno, como si estuvieran en una jungla urbana donde el peligro acecha en cada sombra.
Esta vez, la víctima fue un hombre común, como cualquiera de nosotros. El reloj marcaba las 7:15 de la mañana cuando decidió chequear su teléfono mientras aguardaba el transporte que lo llevaría a su trabajo. En cuestión de segundos, el zumbido de una moto rompió la calma matutina. Un motochorro, cual depredador al acecho, se abalanzó sobre su presa, arrebatándole el celular con la misma facilidad con la que se arranca una hoja de un árbol.
El incidente, captado por una cámara de seguridad domiciliaria, se suma a la larga lista de episodios similares que convirtieron a San Eduardo y sus alrededores en lo que los lugareños llaman, con amarga resignación, «tierra de nadie». La Sirena, Villa Aurora, La Curva, El Molino… nombres que resuenan en los portales locales con una frecuencia alarmante.
Doña María, una vecina de toda la vida, suspira mientras relata: «Ya perdimos la cuenta de cuántas veces pedimos más seguridad. Enviamos una carta con cientos de firmas al secretario de gobierno y al de seguridad. ¿La respuesta? Silencio. Un silencio que duele más que los gritos de auxilio».
El clamos de San Eduardo: seguridad
La comunidad clama por cámaras de seguridad en puntos estratégicos: Calle 14 y Azara, Finochietto y Las Heras, Derqui y Calle 14. Estos ojos electrónicos, piensan, podrían ser el primer paso para recuperar las calles que alguna vez sintieron suyas.
Mientras tanto, en las veredas de San Eduardo, la vida continúa. Los niños juegan, los ancianos toman mate en sus patios, y los trabajadores esperan el colectivo. Pero bajo esta aparente normalidad, late un corazón barrial herido, que se niega a acostumbrarse al miedo.
El video del robo se volver´´a viral en las redes sociales. Para algunos, será solo otro clip más en el infinito scroll de noticias. Para los vecinos de San Eduardo, es un grito desesperado, una prueba tangible de su realidad diaria.
Mientras las autoridades guardan silencio, las calles de este rincón de Florencio Varela hablan por sí solas. Y su mensaje es claro: la seguridad no puede seguir siendo un lujo, sino un derecho fundamental para todos los que llaman hogar a este pedazo de tierra bonaerense.