Fabián y Carolina le tenían miedo a los aviones y preferían pasar los días de descanso en algún lugar del país. Hasta que un día se animaron en compañía de unos amigos y volaron a Río de Janeiro para hacer después el tramo a Buzios. Desde entonces, en dos años, ya viajaron cuatro veces. Y están maravillados.
Basil es dueño de riquezas naturales que lo tornan como un país único, irrepetible. Su vasto territorio es sinónimo de un atractivo singular y la infinidad de playas de Brasil que se extienden de norte a sur ofrecen una aventura paradisíaca. Visitarlas una por una nos tomaría meses pero si estás dispuesto a dejarte enamorar por los rincones más idílicos de este país, sucumbirás ante su belleza.
En estos días de invierno muchos argentinos están considerando Brasil y sus playas para escapar del frío y disfrutar un buen viaje tal como reporta el portal de viajes LanzateyViaja.com.
Río de Janeiro
Única y siempre vigente. ¿Quién puede cansarse de caminar por la orla en blanco y negro de Copacabana? En el sur de la ciudad, la vista de las anchas playas con los morros como telón de fondo, va mejorando a medida que se avanza hasta Ipanema y Leblon.
En esta zona hay muchos restaurantes, bares y negocios, y el barrio de Lapa mantiene su aire bohemio.
Declarada en 2012 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Río funciona como un imán tanto para los visitantes que conviven con los cariocas como para los miles de cruceristas que recorren los principales atractivos en pocas horas: el Pan de Azúcar y las montañas del Parque Nacional Tijuca, el Corcovado y la estatua del Cristo Redentor siempre son una pasión de multitudes.
Además de la bahía de Botafogo, el estadio Maracaná y el sambódromo del Carnaval, durante el verano vale la pena disfrutar de los 23 km de playas de la Barra de Tijuca.
En cambio, para ir en tour o instalarse unos días se recomienda Ilha Grande (la más extensa de 365 islas de Angra dos Reis) y la seductora Ilhabela.
Florianópolis
Hace falta ir en avión. Los más osados suelen emprender el viaje en auto hacia las paradisíacas playas de Brasil. Un destino perfecto para familias, jóvenes y surfistas. La capital del estado de Santa Catarina tiene playas variadas para todos los gustos, así como lagunas, islotes, selva y dunas. Icónico, el puente colgante Hercílio Luz permite pasar de la gran isla al continente, según el plan de cada día.
En la isla hay 42 playas para elegir y basta con alquilar un auto para ir conociendo. Hacia el norte se destacan Jureré, Canasvieiras, Cachoeira do Bom Jesus, Ponta das Canas y Lagoinha, además de Brava, Ingleses y Santinho. Con olas fuertes y mucha juventud, Mole y Joaquina. Y más al sur están Campeche y Pântano do Sul, entre tramos desiertos con mar abierto y aldeas de pescadores.
Buzios
El destino ideal y amado por lo argentinos. A 19 km de Cabo Frío, el mar no es tan cálido como en otras latitudes, pero Buzios tiene 8 km de costa y 23 playas, como João Fernandes, João Fernandinho, Geribá o Ferradura. Para pasear con buena vista, la Orla Bardot; para comer y comprar, Rua das Pedras.
Salvador
El espíritu de la capital de Bahía conjuga la herencia africana con las influencias portuguesas e indígenas. En la gastronomía, la música y las religiones se materializa esta fusión cultural única.
Tierra de sol y playas, Salvador tiene unas 365 iglesias (dicen que es una para cada día del año) y un rico patrimonio histórico que suele ser abordado desde el famoso Pelourinho, con caserones restaurados, tiendas, bares y restaurantes.
Fortaleza
Jóvenes, parejas y familias. Este destino de Ceará, en el norte de Brasil, ofrece atractivos para todas las edades y de junio a febrero los días de sol y playa están asegurados.
Lo mejor es recorrer en auto: playa del Futuro, Puerto de las Dunas y el complejo Beach Park; Caponga; Monte Blanco y playa de las Fuentes; Canoa Quebrada, Lagoa do Mato, Ponta Grossa y Redondas; Cumbuco, Taíba y Lagoinha; y la lejana Jericoacoará.
Noronha, Pernambuco
Es un archipiélago que se jacta de contar con las playas más bonitas -y codiciadas- de Brasil. Llegar y quedarse es caro. Se arriba sólo por avión (desde Natal o Recife) y como se trata de un Parque Nacional Marino, hay una tasa de preservación ambiental cuyo importe se hace más caro a medida que se prolonga la estadía.
Jericoacoara
Este balneario denombre difícil y acceso igual, creció (y sigue creciendo) a grandes pasos y si bien es cierto que conserva sus calles de arena, también lo es que hay paulistas que van por el día, por el sólo hecho snob de decir «conozco Jeri». Se puede, en efecto, llegar en avioneta, pero casi todos llegan primero a Fortaleza y toman el bus (6 horas) a Jijoca para completar los últimos 20 km en jardineira (una especie de tráiler abierto arrastrado por las dunas por un tractor de grandes ruedas). Jeri merece un mínimo de 3 días para conocer el pueblo, su duna del por-do-sol -donde todos ven el atardecer- y las vecinas aldeas de Preá y Tatajuba..
Pipa, Río Grande do Norte
A unos 80 km al sur de Natal, este pueblo mantiene el espíritu rústico-chic, que combina tan bien con sus acantilados rojizos y la presencia de delfines.La playa más famosa es la que tiene forma de corazón, la Praia do Amor, que también se llama Praia dos Afogados –de los ahogados– porque con marea alta se forman unas corrientes bien peligrosas. Es la playa de los surfistas, se puede llegar caminando por la arena con marea baja, cuando se forman las piscinas naturales, o por las escaleras que están al lado del estacionamiento de la calle principal, en la esquina de la Pousada dos Girassóis.
Arraial Do Cabo
A solo 45 km de Búzios, sus aguas turquesas y arena blanca le han valido el apodo d “Caribe brasileño”. Es además, el tercer mejor destino de buceo del país, después de Noronha y Abrolhos. Es una pequeña ciudad con una amplia franja de arena enmarcada por altas dunas que miran al mar. El lugar clave de Arraial do Cabo es el puerto: desde allí parte todos los días un enjambre de embarcaciones que por pocos reales lo depositan a uno en las playas más inaccesibles, aunque a algunas se puede llegar a pie.
Boipeba, Bahía
Al sur de morro de São Paulo, Boipeba Sigue siendo una isla de pescadores agreste, con playas desertas y con poca movida nocturna. Para llegar hay que volar a Salvador, cruzar en ferry a la isla de Itaparica, tomar un ómnibus o un taxi hasta Valença –unas tres horas– y una lancha de una hora a Boipeba. La última lancha sale a las cinco de la tarde: para evitar dormir en Valença conviene salir bien temprano de Salvador.