Narcotráfico, encubrimiento y crímenes impunes: la oscura sombra de la Comisaría Cuarta de Bosques en Florencio Varela.
Por Esteban Echenique
Las paredes de la Comisaría Cuarta de Bosques han sido testigos de demasiadas historias que no cierran. Es como si la maldición del encubrimiento y la complicidad estuviera escrita en sus pasillos. En el barrio, cuando un caso sacude la tranquilidad de la comunidad, la pregunta siempre es la misma: “¿Y la Cuarta, qué hizo?”
El crimen de Paloma Gallardo (16) y Josué Salvatierra (14) volvió a poner a la seccional en el ojo de la tormenta. Los vecinos de Bosques denuncian que la policía no colaboró en la búsqueda de los adolescentes y que, cuando aparecieron sus cuerpos en un descampado a diez cuadras de la comisaría, las respuestas fueron escasas y el silencio demasiado evidente.
Un pasado manchado de sangre
No es la primera vez que la Cuarta queda en la mira por su accionar –o su inacción– en hechos violentos. En agosto de 2021, un brutal enfrentamiento entre bandas narco en el barrio San Rudecindo dejó tres muertos y dos heridos. Entre las víctimas estaba una joven de 18 años que nada tenía que ver con la disputa, pero que recibió un disparo en la cabeza mientras caminaba por la calle.
La investigación de aquel caso expuso lo que muchos en el barrio ya sabían: la Cuarta de Bosques estaba señalada por su presunta complicidad con la venta al menudeo de droga. Fue entonces cuando el exministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, intervino la seccional y puso al comisario Sergio Argañaraz al mando.
Pero la supuesta purga no sirvió de mucho. Un año y medio después, el mismo Argañaraz terminó detenido por encubrir uno de los crímenes más escalofriantes del conurbano.
El caso Lautaro Morello y la caída del jefe policial de Bosques
El nombre de Argañaraz quedó grabado en la historia criminal de Florencio Varela cuando Lautaro Morello (18) apareció calcinado y su amigo Lucas Escalante desapareció para siempre. La investigación reveló que el comisario habría encubierto el crimen y obstaculizado la búsqueda de los jóvenes, lo que le costó el cargo y, finalmente, la cárcel. Y ahora espera el juicio.
Su detención fue un golpe a la estructura policial de la zona, pero no suficiente para desarmar la trama de complicidades que aoarentemente sigue vigente.
Paloma y Josué: otra vez el mismo patrón
Hoy, la historia vuelve a repetirse. Dos adolescentes asesinados a golpes, una búsqueda que no tuvo respuestas y una comisaría que otra vez está en el centro de las sospechas.
El barrio está harto. “No hicieron nada, no movieron un dedo cuando estos chicos desaparecieron. Y ahora que están muertos, tampoco nos dicen nada”, reclama una vecina en la marcha por justicia en Bosques.
La Cuarta de Bosques parece ser un agujero negro donde las investigaciones se frenan, las pruebas se pierden y las respuestas nunca llegan. Mientras tanto, en las calles de Varela, el miedo sigue latente y la bronca crece. Porque en este barrio, el que busca justicia tiene que hacerlo solo.