La fibromialgia es una enfermedad que se manifiesta principalmente en mujeres, y que afecta a entre el 1 y el 2 % de la población en los países desarrollados. Entre los síntomas que produce, destaca la fatiga, el cansancio, la depresión y sobre todo, el dolor físico.
Uno de los problemas más frecuentes a los que se enfrentan los pacientes es la dificultad para recibir el diagnóstico. En muchos casos, pasan años antes de que estos sean diagnosticados. Esto se debe principalmente, al hecho de que la fibromialgia no puede detectarse en pruebas de imagen como radiografías, resonancias magnéticas, TAC, etc. Por tanto, para diagnosticarla se usa simplemente la intuición del médico al valorar si los síntomas encajan con los habituales en esta enfermedad y se valora si se han descartado otras posibles enfermedades que pudiesen explicar los síntomas.
Obviamente también se tiene en cuenta la exploración del paciente. Para ello se realiza una presión en 18 puntos del cuerpo, conocidos como puntos gatillo, y si el paciente siente dolor en al menos 11 de ellos, y sus síntomas encajan con los de la enfermedad, entonces se realiza el diagnóstico de fibromialgia.
El impacto de esta enfermedad en la vida de la persona varía enormemente de unos casos a otros.
Mientras que algunas personas pueden hacer una vida normal, otras tienen una vida fuertemente limitada por el dolor físico hasta el punto de tener que permanecer en la cama o sofá gran parte del día. En estos casos, los afectados no pueden trabajar, ni realizar la mayoría de cosas que para cualquiera son normales: poder hacer las tareas del hogar, ir al cine, quedar con amigos, viajar, dar paseos, y cualquier cosa que suponga estar varias horas de pie o sentados, o un esfuerzo físico de moderada intensidad.
Cuando el paciente tiene la necesidad de acostarse cada pocas horas a causa del dolor y la fatiga, se convierte en un esclavo de la enfermedad, que le arrebata su vida laboral, social, sentimental, su independencia física y económica, y un largo etcétera. Aunque no se conoce una cura de la fibromialgia que haya resultado universalmente exitosa, sí se han desarrollado algunos tratamientos que ayudan a que el paciente tenga más calidad de vida, e incluso en algunos casos se consigue curar la fibromialgia con distintos abordajes terapéuticos. No obstante, estos tienen el inconveniente de que su efectividad es relativa y en muchos casos no se consiguen los objetivos que se buscan. Como sucede con muchas terapias alternativas, no se sabe por qué un mismo tratamiento sí es efectivo para algunas personas y no lo es para otras.
Como es lógico, en los casos en los que los síntomas de la fibromialgia son más severos, se produce un cambio importante en el estado mental y emocional de la persona.
Es muy frecuente la aparición de depresión como consecuencia del intenso dolor físico y de una vida muy limitada, así como por la incertidumbre sobre su futuro, sus sueños, y en definitiva, sobre su vida.
En estos casos, se hace necesario pedir ayuda, y el trabajo con un psicólogo es muy recomendable, puesto que hay veces, que toda la negatividad, la depresión, la preocupación, y el estado emocional del paciente, puede generar la aparición no sólo de depresión sino también de trastornos de ansiedad.
Algunos ejemplos de ellos son el Trastorno Obsesivo Compulsivo o TOC, la agarofobia, o la fobia social. En el caso del TOC, aparecen pensamientos obsesivos, que son pensamientos intrusivos, que aparecen en la mente del paciente, de modo que este intenta apartar estos pensamientos de su cabeza, pero estos regresan una y otra vez.
En algunos casos, el Trastorno obsesivo-compulsivo también hace que determinadas personas desarrollen actos compulsivos, que son actos repetitivos que se realizan una y otra vez en un intento de reducir la ansiedad que generan los pensamientos obsesivos. En cuanto a la agarofobia y la fobia social, se caracterizan por la aparición de fuertes estados de ansiedad, e incluso ataques de pánico, cuando la persona se encuentra en determinadas situaciones. Estas pueden ser los sitios con aglomeraciones de gente, o el encontrarse solo en la calle, el autobús o el tren. En el caso de la fobia social, la ansiedad aparece en situaciones como por ejemplo tener que hablar en público, o encontrarse en situaciones que no le resultan familiares en las que uno tiene que interaccionar con las demás personas.
Obviamente, en los casos en los que el enfermo de fibromialgia, también desarrolla depresión o trastornos de ansiedad, la persona se va atascando en un bucle de más y más sufrimiento tanto físico como emocional, y se aísla de su entorno, se encierra en sí misma, y su vida se vuelve cada vez más gris. Resulta fundamental, que uno desee salir de esa situación, que pida ayuda a sus familiares y amigos, y acudir a un profesional para conseguir llevar su situación de un modo menos traumático y angustiante. Es fundamenta que como sociedad, empaticemos con quienes más sufren, y que entre todos, hagamos un esfuerzo por ayudar a estas personas a sentirse comprendidas, a ser escuchadas, a evitar que se sientan abandonadas y desatendidas por la sociedad.