En un mundo donde la solidaridad y la empatía son a menudo eclipsadas por las rutinas diarias, Joaquín Malbrán emerge como un rayo de esperanza. Hace una década, este profesional del área de ecocardiografía del Hospital de Alta Complejidad El Cruce Néstor Kirchner de Florencio Varela tomó una decisión que cambiaría la vida de un desconocido para siempre.
Cada año, cientos de personas se enfrentan a una carrera contra el tiempo en busca de un donante de médula ósea compatible, una búsqueda que a menudo no encuentra respuesta en el seno familiar. Es aquí donde ingresa en juego los Registros de Donantes, una red global de héroes anónimos dispuestos a brindar una segunda oportunidad de vida.
Cómo se puede donar médula
En Argentina, la puerta de entrada para ser parte de esta red solidaria es doble: donar sangre y registrarse en el Registro Nacional de Donantes Voluntarios de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH). Joaquín, en sus años de estudiante de medicina, no dudó en dar este primer paso. «Decidí ser donante de médula cuando aún era estudiante de medicina. Había ido a donar sangre y me informó de qué se trataba la donación de médula y me registré», relata con convicción.
Hace dos meses, la llamada que cambió su vida llegó desde el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI). Joaquín supo entonces que su médula ósea era la tabla de salvación para alguien que luchaba contra una batalla sin cuartel. El proceso no fue sencillo, pero el compromiso y la determinación de Joaquín nunca flaquearon.
Joaquín, médico y donante
Durante cinco días, una medicación especial estimuló su médula ósea, preparándola para la donación que se avecinaba. Finalmente, llegó el día. Un centro asistencial en Ciudad de Buenos Aires fue el escenario donde Joaquín dio parte de sí mismo con un gesto que trasciende las fronteras de lo cotidiano. Dos horas y media bastaron para que la vida de un extraño encontrara un nuevo rumbo.
Para Joaquín, este acto altruista no fue más que una extensión de su vocación: «Todo es muy fácil y sobre todo gratificante», afirma con una sonrisa que ilumina su rostro. Pero su historia no termina aquí. Su valentía y generosidad invitan a cada uno de nosotros a reflexionar sobre la posibilidad de ser donantes potenciales de médula ósea.
Inscribirse en el Registro Nacional de Donantes Voluntarios de CPH es un gesto que trasciende el individuo, es un acto de amor hacia el prójimo, un legado de esperanza que puede cambiar el curso de una vida. En un mundo sediento de héroes anónimos, Joaquín Malbrán nos recuerda que todos tenemos el poder de ser el latido que salva vidas.