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El obispo de Quilmes que puede llegar a Santo

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Para los fieles católicos de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela Jorge Novak fue un apóstol que ahora se puede transformar en Santo. Fiel amigo de los pobres y de los perseguidos por la dictadura militar que no tuvo empacho en calificarlo como un “obispo rojo”, ya fue declarado Siervo de Dios y el actual obispo de este territorio eclesial, sigue llevando adelante el camino a la Santidad.

En las últimas horas, fue el propio Papa Francisco quien motorizó las ilusiones de los fieles al decir que le encantaría ver lo pronto en los altares.

Novak conoció las penurias de la pobreza en un pequeño paraje rural bonaerense, San Miguel Arcángel, donde nació el 4 de marzo de 1928.

Ingresó en la Congregación del Verbo Divino, en la que hizo su primera profesión religiosa el 1º de marzo de 1947. El 1º de marzo de 1953 realizó su profesión perpetua, y poco menos de un año más tarde, el 10 de enero de 1954, fue ordenado sacerdote en esa misma localidad.

Cursó estudios superiores en la Universidad Gregoriana de Roma donde en 1958 obtuvo el Doctorado en Historia de la Iglesia.

En la Congregación del Verbo Divino fue prefecto de estudiantes de teología, rector del seminario, consejero provincial y desde 1972 superior provincial. En 1976 fue elegido como presidente de la Conferencia Argentina.

l 7 de agosto de 1976, Pablo VI lo nombra Primer Obispo de Quilmes, diócesis creada por Bula del mismo Papa el 26 de junio de aquel año. Es consagrado Obispo en la Iglesia Catedral de la Inmaculada Concepción (Quilmes) un mes más tarde, el 19 de septiembre, y toma posesión de la Diócesis ese mismo día. La celebración fue presidida por el Nuncio Apostólico, ahora Cardenal Pío Laghi, siendo Obispos consagrantes Monseñor Jorge Kemerer, de Posadas y el Cardenal Antonio Quarracino, entonces Obispo de Avellaneda.

Durante su ministerio episcopal se desarrolló la nueva diócesis de Quilmes, caracterizada por un intenso dinamismo pastoral en clave de comunión y participación. La creación de numerosas parroquias y capillas, así como el despliegue de muchas iniciativas de atención religiosa y de promoción humana, evidencian el espíritu profundamente misionero del P. Obispo Jorge Novak.

En 1984, durante un viaje a Costa Rica, sufrió el mal de Guillain Barré, que paralizó totalmente su cuerpo. Gracias a su tenacidad, recuperó de a poco su motricidad.

Falleció el 9 de julio de 2001 (a raíz de un tumor cancerígeno en el estómago), luego de veinticinco infatigables años de servicio a la evangelización, la opción preferencial por los pobres, la defensa de los derechos humanos y el diálogo ecuménico. Su vida y su palabra son para nosotros signos inequívocos del amor de Jesús Buen Pastor. Así lo evidencian las palabras pronunciadas por distintos pastores de la Iglesia en Argentina y ministros religiosos de otras Iglesias, con ocasión de las distintas celebraciones exequiales. Pero sobre todo, lo ponen de manifiesto los gestos de tristeza y dolor de los fieles, que acompañaron la partida de su Padre y Pastor.

Quiso quedarse para siempre en su diócesis, entre sus pobres, sus hijos. Por eso pidió ser sepultado en la Catedral, al lado de quien por brevísimo tiempo fue su coadjutor y que lo precedió en el retorno al Padre.

Su fecundo ministerio episcopal al frente de la diócesis se caracterizó por un entrañable amor y fidelidad a la Iglesia y una vigorosa personalidad pastoral al servicio de la evangelización, la opción preferencial por los pobres, la causa de los derechos humanos y el diálogo ecuménico.

Como miembro del Episcopado, Novak fue cofundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) y, con Jaime De Nevares (Neuquén) y Miguel Hesayne (Viedma), pasó a formar parte del trío de obispos que denunció más enérgicamente las violaciones a la dignidad humana del proceso militar. Esa actitud le valió el mote de «obispo rojo» de parte de los jerarcas militares y la incomprensión de varios de sus colegas.

Novak se había caracterizado por su enérgica defensa de los derechos humanos durante la última dictadura militar. Además de su incansable prédica en favor de los más pobres, su vida austera, bajo perfil y una gran espiritualidad.

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