Tras sufrir un robo en el que les sacaron hasta la ropa, Graciela, su pareja y su hija discapacitada atraviesan una situación verdaderamente desesperante y necesitan de la ayuda urgente de la comunidad, ya que se vieron obligados a mudarse y, ahora, viven de prestado en un local comercial que deben abandonar este sábado, motivo por el cual lanzaron un pedido solidario para intentar conseguir un «alquiler barato» y, además, donaciones para equipar de cero un nuevo hogar.
La pandemia y la inseguridad sacudieron con fuerza a esta familia de Berazategui que pelea para salir adelante. No la tienen fácil, porque todo lo que tenían se lo llevaron delincuentes sin códigos, que no tuvieron en cuenta la situación desfavorable de sus víctimas.
Semanas atrás, la mujer fue a visitar a una de sus nietas junto con su hija. Su marido, que realiza changas para vivir día a día, en ese momento estaba trabajando. Los tres habitaban una pieza que alquilaban en el barrio San Marcos, en Berazategui. Ese día, cuando regresaron, encontraron su casa totalmente vacía.
«Nos aflojaron la cerradura y nos desvalijaron. Se llevaron todo, hasta los cubiertos. Nos dejaron sólo unas mudas de ropa que tenemos que lavar y usar. Nos hicieron un desastre», lamentó Graciela.
Sin nada, decidieron abandonar esa pieza porque no se sentían seguros allí. «Conseguimos que nos dejen estar un tiempo en un local ubicado en Caracas y Colombia, en Ezpeleta. Pero el 18 de este mes nos tenemos que ir, porque el dueño va a poner una pollería», detalló.
Sin recursos
En medio de la crisis económica, esta familia apenas sobrevive con una pensión que cobran por la discapacidad de su hija. «Ella tiene 30 años, pero los médicos aseguran que tiene un retraso madurativo y que parece una nena de entre 8 y 10 años», contó y, luego, agregó: «Estamos viviendo como podemos. Mi pareja hace changas, corta pasto y sale a buscar plata para comer. La mayoría de los días comemos fiambre y pan, porque no tenemos elementos para cocinar. Tomamos agua directamente de la botella, porque ni vasos no dejaron».
Para salir adelante, Graciela y su familia necesita un lugar donde vivir. «Precisamos un lugar. Podemos pagar sólo un alquiler barato», reconoció angustiada, pero aseguró que se mantiene fuerte por su hija.
«Tengo 43 años y fui mamá a los 13. Crecí prácticamente con ella. No puedo salir a trabajar por ahora, porque no tengo con quien dejarla. Me encantaría trabajar, sé cocinar y tengo experiencia como repositora de supermercado», indicó.
Por último, Graciela pidió ayuda a la comunidad para sobrellevar esta situación. «Ojalá alguien nos dé una mano, la necesitamos. Le pido a Dios que me dé fuerza para seguir cuidando a mi hija, quiero darle una mejor vida. No voy a bajar los brazos», sentenció.
Quienes puedan y deseen ayudar a esta familia, pueden comunicarse por teléfono al 11-3048-3059.
Gentileza: El Quilmeño