Una década del milagro: cómo está Vanesa, la nena que había sido tragada por la tierra

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Infosur fue quien contó hace 10 años la historia de hombres solidarios, dispuestos a dar todo por la comunidad: los bomberos voluntarios de Florencio Varela. Héroes del operativo que terminó salvándole la vida a Ruth Vanesa Mamani Calle, de tres años, el 16 de noviembre del 2010. Hace una década.

Los Mamani Calle labraban y labran la tierra, como la mayoría de las familias bolivianas que vinieron a la Argentina. En la zona de Villa San Luis, una quinta es el refugio de su trabajo y fue el escenario del rescate que mantuvo en vilo al país.

Vanesa era una nena cuando su rescate se transmitió en vivo por televisión y sigue siendo una nena hoy: tiene 13 años, recién terminó la primaria y pone cara de desconcierto cuando su papá desliza un “ojalá que estudie” y le pregunta qué quiere ser cuando sea grande: “¿Contadora?”.

Era tan chica que tiene recuerdos difusos de ese 16 de noviembre de 2010 cuando se la tragó la tierra y estuvo atrapada por unas siete horas en el pozo de 30 centímetros de diámetro por 24 de profundidad. Se acuerda que jugaba con su primo, que la tierra se hundió, que sintió frío, que estaba oscuro y había sapos. “Por suerte no había agua”, respira su padre quien no estaba cuando se produjo la tragedia.

http://infosurdiario.com.ar/es/los-heroes-del-milagroso-rescate-de-la-nena-que-hace-9-anos-habia-caido-en-el-pozo-en-florencio-varela/

Contar la historia de la familia Mamani Calle es hurgar en sacrificios. Para ellos no hay domingos ni feriados y todas las madrugadas llevan su producción al mercado de Senzabello, donde lo venden. “Los niños se quedan al cuidado de la abuela cuando nosotros trabajamos” dijo Segundino a Infosur.

El lomo de estas familias está curtido. Agachados para sembrar o cosechar, apenas paran cuando llueve mucho. Después, sólo una tragedia como esta puede parar el labrado de la tierra.

Claudia Calle es la mamá de Vanesa. Vive en Argentina desde los 7 años, cuando su familia vino desde Bolivia, se instaló en esta zona rural de Florencio Varela y empezó una vida de inmigrantes dedicada a la agricultura. David Mamani -el papá de Vanesa- llegó a los 18 años, solo. Como era un trabajador rural, en este terreno le dieron trabajo y acá se conocieron. Tuvieron una vida discreta y de trabajo duro por eso todavía les parece “una película” lo que pasó ese día.

Entre todos enumeran las escenas que recuerdan en medio de la desesperación: los Bomberos Voluntarios de Florencio Varela debatiendo contrarreloj si hacer una zanja y correr riesgo de sepultar a Vanesa en un derrumbe o tirarle una soga y correr el riesgo de ahorcarla.

Un centenar de rescatistas yendo y viniendo por este mismo terreno listos para actuar, los helicópteros sobrevolando la casa, las sirenas de las ambulancias iluminando intermitentemente la entrada, el terreno cercado por los móviles de televisión, Daniel Scioli -entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires- arrodillado frente al pozo, Cristina Fernández de Kirchner -entonces presidenta- yendo a visitar a la pequeña sobreviviente con una muñeca de regalo. La visita, después, del entonces presidente de su país de origen, Evo Morales.

“Ese día nos habíamos ido al hospital a llevar a mi nene más grande que tenía un ojito hinchado”, cuenta Claudia, mientras hace equilibrio entre las plantaciones de rabanitos. Tenían tres hijos: un varón de 5 años, Vanesa, de 3 y otro varón, que era bebé. Vanesa quedó al cuidado de las hermanas de ella, por eso estaba jugando con sus primos.

Fue el hermano mayor de la nena quien corrió a avisar: “Gritaba ‘¡mi hermanita, se cayó, se cayó’!”, cuenta Claudia. Cuando la llamaron, seguía haciendo fila en el hospital. No pensó que fuera tan grave, básicamente, porque no sabía de la existencia de ese pozo. No era un pozo que usaran ellos -interrumpe Segundino, el abuelo de la nena-: “Se ve que los dueños anteriores lo taparon pero nunca lo rellenaron, y uno confía”.

Cuando Claudia escuchó la suma de tres palabras -”pozo de agua”- dejó la fila y salió corriendo para su casa. “Pregunté si escuchaban su voz y me dijeron que sí, que lloraba y gritaba ‘¡sáquenme!, ¡sáquenme!’”. David también quiso llega rápido pero chocó en el camino con una moto, así que llegó a casa cuando ya estaban los helicópteros y el perímetro custodiado por la policía.
Claudia escuchaba las voces de los Bomberos debatiendo estrategias y entendió que estaba anocheciendo y era clave que la nena no se quedara dormida para que pudiera colaborar en el rescate. El rol de Claudia fue hablarle, arrodillada, a las entrañas de la tierra para que su voz mantuviera despierta y tranquila a su hija.

“Ella respondía ‘tengo sueño’, ‘tengo hambre’, ‘quiero salir’, ‘quiero a mi papá’”, sigue Claudia. Finalmente el estrés la venció y se durmió en lo profundo pero ya habían bajado una cámara por el conducto -también oxígeno- y podían ver que estaba “paradita”. Su papá llegó, le habló para decirle que estaba ahí. “¿Si lloré? No. Aguanté, todo el tiempo aguanté”, cuenta David. “Yo pensaba ‘¿qué puedo hacer yo? No podía hacer nada. Y bueno, como somos muy creyentes, oré y lo dejé en las manos de Dios”.

Bajaron la soga varias veces pero no lograron que la nena entendiera que tenía que buscar la forma de levantar los brazos y pasársela por las axilas. Vanesa había caído a las 5 de la tarde y faltaban minutos para la medianoche cuando a su mamá se le ocurrió una idea clave: “Levantá los bracitos como cuando mamá te pone la chomba”, le gritó, y esperó que el túnel trasladara su voz. No se acuerda de las palabras exactas pero también le dijo que se agarrara fuerte de la soga. Vanesa no lo hizo la primera vez, ni la segunda, hasta que lo logró. Y se produjo el milagro.

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