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Nueve hermanos, muchos hijos y algunos rebeldes opositores al régimen
“Casi una tribu”, respondió Fidel Castro a una periodista de Vanity Fair en 1993, cuando lo consultó sobre cuántos hijos tenía, una forma, aunque gráfica, de esquivar las precisiones e, indirectamente, alimentar la falta de información en la isla sobre la familia y la vida privada del fallecido ex presidente, habitualmente colmada de leyendas y especulaciones.
Son pocos los datos que se conocen de la intimidad del comandante, algunos filtrados por integrantes del entorno y otros por lo que contaron su hermana Juanita, en “Fidel y Raúl, mis hermanos”, y su hija Alina en “Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro”.
Castro era hijo del gallego Ángel Castro Argiz -que había llegado como soldado a la isla- que, casado la maestra María Luisa Argota, tuvo otros dos hijos, Pedro Emilio y Lidia. Castro Argiz se separó y se volvió a casar, esta vez con Lina Ruz, la madre de Fidel.
Con Lina, Castro Argiz tuvo siete hijos: Angelita (1923), Ramón (1924), Fidel (1926), Raúl (1931), Juanita (1933), Enma (1935) y Agustina (1938).
Junto con Fidel y Raúl, Juanita es la más conocida. En su libro, que fue un boom de ventas, reconoce que colaboró con la CIA antes de abandonar la isla, en 1964. Hasta ahí, había sido fiel entusiasta de la revolución, pero sucesivas diferencias la fueron alejando de sus hermanos.
Fidel tenía otro medio hermano, nacido en 1930, de una relación de su padre con Generosa Mendoza. El comandante, entonces, tuvo seis hermanos, y tres medio hermanos, todos por parte de su padre.
También el líder de la Revolución fue prolífico. Fidel tuvo 11 hijos, y se le atribuyen al menos otros tres.
En 1946 le presentaron en un colegio jesuita a Mirta Díaz-Balart, a la larga su primera esposa, con la que se casó en octubre de 1948. El padre de Mirta costeó una lujosa luna de miel de tres meses en Nueva York y 10 meses después nació Fidel Ángel Castro Díaz-Balart, único fruto de aquel matrimonio.
“Fidelito” estudió en la Unión Soviética, en la Universidad de Lomonosov y el Instituto Kurchatov de Energía Atómica, le dio a Fidel sus dos primeros nietos y volvió a la isla para ser asesor científico del Consejo de Estado en materia nuclear.
Otros hijos parecen resultado directo de las andanzas del comandante después de su paso de 22 meses por la cárcel de Los Pinos, tras el juicio por la toma del cuartel de Moncada. Indultado, Castro tuvo tres hijos, aunque solo uno de ellos llevó su apellido.
De su relación con Micaela Cardoso nació Francisca Pupo; de su vínculo con María Laborde nació Jorge Antonio Castro Laborde, y de sus amores con Natalia Revuelta -una de sus historias más singulares- llegó Alina Fernández Revuelta.
Natalia Revuelta era una mujer que deslumbraba por su belleza y estaba casada con un cardiólogo, Orlando Fernández, con quien tenía una hija. Pero su interés por la política la llevó a conocer a Fidel y a fundar luego el Movimiento 26 de Julio. Aunque Castro la reconoció después del triunfo de la revolución, Alina mantuvo el apellido del esposo de su madre.
En 1993, a los 38 años, Alina salió del país a Madrid, con una peluca y un pasaporte falso. Se instaló después en Estados Unidos, donde trabajó de modelo y presentadora de radio y TV, y escribió en 1997 “Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro”, un texto muy crítico para con el régimen.
En 1961, Castro conoció a Dalia Soto del Valle, una maestra de escuela con la que se casó recién en 1980, después de haber tenido a sus cinco hijos, los únicos a los que su madre deja entrar a la residencia de Punto Cero, el perímetro de La Habana reservado para las casas del comandante.
Los cinco, además, llevan nombres que comienzan con A, un dato que para algunos biógrafos constituye el “sello” de los hijos reconocidos: Alexis (1962), Alexander (1963), Antonio (1969), Alejandro (1971) y Ángel (1974).
No resulta casual que tres de los nombres (Alexis, Alexander y Alejandro) tengan una misma raíz: más bien, es casi consecuencia natural de la obsesión y admiración de Fidel por Alejandro Magno. Él mismo salió a la vida como Fidel Hipólito, y a los 18, cuando tuvo la chance legal, lo cambió por Fidel Alejandro.
De esos cinco hijos reconocidos, los tres pequeños estudiaron en un colegio creado adrede para ellos: el centro educativo Victoria del Socialismo. Y, ya en secundaria, los cinco pasaron por el prestigioso Instituto Preuniversitario Vocacional Vladimir Ilich Lenin.
Antonio fue el único que tuvo algo de trascendencia, porque su pasión por el béisbol lo llevó a ser vicepresidente de la federación cubana de béisbol, primero, y a tener una plaza en la Federación Internacional, después.
La prensa contraria al régimen suele hablar de otros cuatro hijos, uno nacido en los 60, de madre desconocida, a quien Castro también llamó Alejandro, pero quien mutó su nombre por el de Ciro. De los otros tres, el universo de los rumores dice que son dos mujeres y un varón, hijos todos de funcionarios cubanos.
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