La curiosa anécdota de García Márquez en el correo

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Gabriel José de la Concordia García Márquez, colombiano, escritor y ganador del premio Nobel de Literatura en el año 1982. A continuación, una no muy conocida anécdota de “Gabo”.

Cuenta Gabriel García Márquez en una entrevista que después de haber estado dieciocho meses encerrado en un cuarto escribiendo su cuarta novela, se dirigió a la oficina de correo de la ciudad de México junto con su esposa Mercedes para enviarla a la editorial Sudamericana, en Buenos Aires. Cuando llegaron, la novela tenía «casi setecientas páginas»; el empleado del correo las pesó y les dijo que costaría $83 pesos mexicanos enviarla. En ese momento, Mercedes le contestó que no tenía sino $45. Entonces (en palabras de García Marquez): «partí el libro por la mitad y le dije “péseme este libro hasta $45 pesos”, lo pesaron hasta $45 pesos y estaba sacando hojas como quien corta carne». Una vez que hubieron alcanzado el peso justo, enviaron esa mitad.

Después, volvieron a su casa y sacaron lo último que les faltaba por empeñar: el calentador que usaba para escribir («porque yo puedo escribir en cualquier circunstancia menos con frío», explica); un secador de pelo y una batidora («que [Mercedes] había usado toda la vida para hacerle los jugos de frutas a los niños»). Fueron con eso al Monte de Piedad –un reconocido lugar repleto de casas de empeño en Ciudad de México- y le dieron «unos $50». Luego, volvieron con el resto de la novela al correo, la pesaron y les dijeron el precio: $48 pesos. Mercedes pagó, le dieron su vuelto y salieron. Una vez afuera, Gabo describe que su esposa estaba «verde de encabronamiento» y lo único que le dijo –tal vez desahogándose después de dieciocho meses de endeudamiento y continuos recortes de presupuesto- fue: «ahora lo único que falta es que esta novela sea mala».

La obra en cuestión era Cien años de soledad, y su éxito fue rotundo e indiscutible: la primera semana se vendieron casi dos mil ejemplares y a las dos semanas ya se habían agotado los ocho mil ejemplares de la primera tirada. Muchos años después, frente al éxito, la anécdota se haría cada vez más fantástica; llegando al punto que Francisco “Paco” Porrúa –el editor que recibió la novela- afirmó que solamente recibió la segunda parte de la novela, pero incluso esa mitad le bastó para descubrir que se trataba de una obra maestra.

Quizá nunca se sabrá cuánto hay de cierto o falso en esta historia; pero, sin lugar a dudas, los libros de Gabriel García Márquez son mágicos tanto por dentro como por el halo de misterio que los rodea por fuera, en eso que constituye el límite entre la increíble realidad y la literatura extraordinaria.

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