Memorias de un viejo combatiente de las FARC

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San Vicente del Caguán, 28 de septiembre (Télam) Jorge Pailhé , Enviado especial

En la búsqueda de personajes representativos de San Vicente del Caguán, el pueblo del sur de Colombia que tuvo fuerte presencia guerrillera en el inicio de este siglo, se encuentra Israel Rodríguez Durán, un veterano combatiente de las FARC retirado ya hace varias décadas capaz de mostrarse orgulloso de haber asesinado en nombre de la lucha armada y de llamar «viejo flojo mentiroso» al presidente Juan Manuel Santos.

Con 80 años, ciego y manco del brazo izquierdo a causa de un accidente con arma de fuego ocurrido cuando prestaba servicio en el Ejército -mucho antes de su etapa guerrillera, que comenzó en 1974-, don Israel se presenta ante el enviado de Télam como un personaje de «Cien años de soledad».

Se diría que el hombre sintetiza en sí mismo el realismo mágico más puro de la dinastía Buendía y demás criaturas nacidas del genio de Gabriel García Márquez: exagerado, vehemente y políticamente incorrecto, a punto tal que en la insurgencia se hizo llamar Tirofijo, como el histórico jefe Manuel Marulanda Vélez: «Me decían Tirofijo porque yo era verraco (talentoso) con el arma; acertaba a pesar de contar con un solo brazo», afirma, y coloca su dedo índice en el medio de su frente.

Don Israel es capaz de sentirse orgulloso de sus acciones armadas -incluso los homicidios- sin mostrar arrepentimiento ni pesar, pues da por hecho que todo ocurrió por designio de Dios, y al mismo tiempo pedirle al reportero gráfico si puede hacerlo aparecer en la imagen «con los dos brazos», o sacar de su bolsillo delantero la dentadura postiza para aparecer mejor en las fotografías.

De aquella etapa insurgente, que concluyó cuando en 1985 decidió largarse sin más porque se «aburría», recuerda haber conocido personalmente a los asesinados Mono Jojoy y Raúl Reyes. «Eran jefes de verdad, dignos, justos», asegura, y adjudica una fuerte carga mística-religiosa a su pasado armado: «Dios me protegía, y si yo estaba ahí debía hacer lo que tocaba: matar. El que no sirve para matar, sirve para morir».

Errático y enfático a veces en sus comentarios, el ex guerrillero muestra de todos modos una cohesión en su discurso que coincide con otros comentarios recogidos por Télam en este pueblo de unos 60.000 habitantes cuya actividad económica está dedicada mayoritariamente a la ganadería, y es que en los últimos 15 años las FARC colaboraron mucho con el bienestar del pueblo al dar lucha sin cuartel contra la delincuencia.

«Las FARC combatieron al ladrón (hace el típico gesto de degüello, y no por única vez en la entrevista) y protegieron a los trabajadores», sintetiza, aunque sin abordar la cuestión de las «vacunas» (extorsiones) que la guerrilla le aplicaba a los productores agropecuarios a cambio de protección, medida que sí perjudicó a su hijo, dueño de unas 200 hectáreas al sur de aqui.

La otra cuestión que aflige a este viejo combatiente es la corrupción. «Es la culpable de que Colombia no avance; el Senado está lleno de corruptos, así que espero que ahora vayan allá cuatro o cinco guerrilleros para hacerlos mirar derecho», lanza con convicción.

Así y todo, este personaje singular le da su aprobación al acuerdo de paz con las FARC, aunque con las mismas prevenciones que muestran otros sanvicetinos: «Espero que se cumpla. Si los políticos corruptos se meten, no se cumplirá nada de lo acordado».

Don Israel le da escaso crédito a la participación del presidente Santos en el trabajoso acuerdo de paz negociado durante casi cuatro años. «Es un viejo flojo mentiroso», dispara al hablar del mandatario. «La paz la hemos conseguido nosotros, él está allá, hablando pura mierda, nada más».

Más allá de la escasa representatividad que se le pueda achacar a Rodríguez Durán como ex guerrillero, donde de todos modos según su testimonio tuvo cargos intermedios, el hombre responde a un molde de colombiano muy arraigado a la actividad rural o con su vida hecha en pueblos del interior del país, que no se presentan reacios en forma tajante al acuerdo, pero lo miran con desconfianza.

En estos casos -según las opiniones relevadas por Télam- prima una inclinación muy fuerte hacia lo religioso, rayando hacia lo místico: «Dios es el único, todos los demás podemos fallar, equivocarnos», sería la frase que redondea este sentimiento, y que sirve tanto para justificar el voto por el Sí, por el No y por la abstención.

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