EL PUEBLO LAS ABRAZA

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«Basta, no vengamos más acá. Se burlan de nosotras. Vayamos a la Plaza de Mayo y llevemosle una carta al Presidente». La frase pertenece a Azucena Villaflor, el día en que se cansó de acudir a la iglesia Stella Maris y no encontrar respuestas sobre el paradero de sus hijos. Sin quererlo, o quizás queriendo, esos dichos se transformaron en el puntapié para las famosas marchas de los jueves alrededor de la pirámide de Mayo, en plena dictadura militar. Un rito de memoria y heroísmo que acaba de cumplir 39 añós y 2000 vueltas.
El 30 de abril de 1977 13 madres y una chica joven -que se había acercado tras la desaparición de su hermana- comenzaron con las primeras reuniones públicas. El motor fue Azucena Villaflor, un ama de casa que -cansada de recorrer ministerios y dependencias públicas sin obtener respuestas sobre el paradero de sus hijos- instó a sus compañeras a visibilizar la causa.
El siguiente encuentro y algunos subsiguientes tuvieron lugar los días viernes, hasta que alguna madre supersticiosa advirtió que «ese día traería mala suerte, que era día de brujas». Allí, decidieron trasladar sus encuentros de manera definitiva a los jueves.
Pero cada vez comenzaron a hacerse más conocidas y a «molestar» al poder de turno. En una de esas jornadas, un policía comenzó a hostigarlas al grito de «circulen». Regía el estado de sitio y según él no podían estar en reunión, por eso comenzaron a dar vueltas alrededor de la Plaza. Primero de a dos, de a tres o de a cuatro. En unos meses, fueron muchas más y decidieron llevar un pañuelo blanco en sus cabezas para reconocerse.

«Las marchas de los jueves son para nosotras un momento revolucionario. Es el momento del reencuentro con nuestros hijos», dijo Hebe de Bonafini, en alguna oportunidad.

Haydeé Gastelú de García Buela suele recordar que en esas primeras marchas sentían «mucho miedo y soledad». «Se llevaron hasta a las Madres porque lo que más les molestaba era esa presencia silenciosa. La desaparición de Azucena nos llenó de tristeza pero nos unió más y nos marcó que el nuestro era el verdadero camino, porque nosotras lo que buscábamos era Memoria, Verdad y Justicia», dijo.
A las madres, los militares comenzaron a llamarlas «Las Locas de la Plaza», porque cuando algo incomoda, siempre se tiende a desacreditarlo. El origen del apodo fue revelado por el periodista francés Jean Pierre Bousquet, único acreditado ante las Fuerzas Armadas por aquella época. Y como escribió el poeta uruguayo Eduardo Galeano, «las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria».

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