El drama de los quinteros en Florencio Varela

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Todo está como entonces. La calle, la casa, la quinta. Los árboles con sus ramas y las ramas con sus nidos. Nada parece haber cambiado en aquel paisaje de Florencio Varela. Hasta que te encontrás con la familia de Roxana Coro León (24) asesinada a sangre fría por dos motochorros el sábado 18 de mayo. Y entonces, te das cuenta de que aunque aparente lo contrario ya nada será igual, todo cambió en cuestión de horas.

Lo saben a la fuerza y lo padecen las dos hijas de Roxana que lloran por su ausencia. También sus padres y amigos. Roxana formaba parte de ese ejército silencioso de trabajadores de la tierra que con las huertas periurbanas llegan a abastecer la tercera parte de consumo de la zona. “Si hablamos del consumo de verduras de hoja, el cordón de Florencio Varela, Berazategui y La Plata llega a abastecer hasta el 90 por ciento del consumo del Área Metropolitana”, le explicó a la Radio de la Universidad Arturo Jauretche, Percy Nuget, ecólogo y docente, quien lleva adelante la feria de productores periurbanos.

A ese cinturón verde pertenecía Roxana. Hasta que dos motochorros la arrancaran de la vida de un certero tiro en la cara. Después de dispararle se llevaron un bolso con dinero de la venta de los productos en el mercado local.

Roxana llegaba a las 3 de la mañana al mercado de verduras de Florencio Varela. Ese día, la venta floja, la obligó a quedarse un poco más. Cuando regresó a su casa decidió detenerse en un almacén de la calle Martín Pinzón al 2700, en Villa San Luis, una zona rural varelense. Era alrededor de las 12hs. No pudo entrar, la sorprendió un disparo directo al ojo que le destrozó la cara y terminó matándola en cuestión de minutos. La situación se agravó porque la ambulancia no llegó nunca y la trasladador al hospital en un vehículo particular, aunque ya había muerto.

Este asalto con su secuela mortal es el corolario de una ola de inseguridad que se abate con fiereza sobre la zona rural y la comunidad de agricultores. Los productores hortícolas de la Colonia La Capilla, en Florencio Varela, a 45 minutos del Obelisco, están padeciendo una pesadilla con brutales robos y asaltos.

Vidal Ramos, delegado de Florencio Varela, pidió que “este hecho no quede impune. Nos matan uno por uno. Estamos con un inmenso dolor. Las autoridades tienen que tomar cartas en el asunto. Queremos la justicia que nosotros merecemos”. El MTE Rural en su comunicado público resaltó que “es una realidad que los hechos de inseguridad se vienen agravando con la crisis económica que está sufriendo nuestro país y nuestro pueblo pero también es la responsabilidad del gobierno de Florencio Varela responder con políticas públicas al abandono en que se encuentra el cinturón verde productivo. La mejora de los caminos rurales, la recolección de residuos, la iluminación y el patrullaje policial, son promesas incumplidas de forma recurrente”.

La zona productiva qQueda a unos 15 kilómetros del centro de Varela, un partido con un área rural que llega al 53 por ciento de su superficie. Allí nada es fácil para los vecinos. El único asfalto llegó después de unos cuantos tractorazos y la calle que va a la escuela es una huella intransitable.

La colonia se formó hace medio siglo sobre terrenos expropiados. Enseguida se instalaron productores de varias comunidades: italianos, portugueses, japoneses. En los últimos años llegaron muchas familias bolivianas. Cultivan lechuga, berro, cebolla de verdeo. Van a vender al Mercado Central, o directamente a los supermercados.

A partir de un informe que recibieron desde la Jefatura de Policía de Quilmes, en el Ministerio de Seguridad de la provincia aseguran que están investigando los ataques. Fuentes policiales sostienen que las comisarías muchas veces no reciben las órdenes de allanamientos que necesitan para actuar. En su informe, la Jefatura alegó problemas para trabajar en una zona aislada que considera difícil de controlar.

El asesinato de Roxana provocó la reacción más fuerte. «Ya hemos perdido el miedo», fue el lema de la marcha que organizaron los vecinos. «También reclamamos buenos caminos e iluminación, porque la seguridad no se consigue sólo con más policías», resumió la convocatoria.

Hay más de un denominador común entre los asaltos. Los ladrones casi siempre llegan de a pie o en ciclomotores, y cuentan con datos exactos sobre los movimientos de dinero de las familias. En todos los casos tratan de robar algún arma que los productores suelen tener a mano. Además, aprovechan que la casas están muy distantes entre sí y se quedan mucho tiempo. En uno de los casos pasaron 11 horas hasta que se fueron.

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